LA PRESENCIA DE DIOS EN MEDIO DE LA HISTORIA DEL HOMBRE.



A lo largo de la historia, Dios ha hablado a los hombres de muchas maneras, hoy nos ha hablado por medio de Jesucristo. Él se hace hoy presente en medio de su Iglesia, la Iglesia que él ha querido fundar. Cristo, única promesa de felicidad, se hace presente en la realidad de cada día, en cada hombre y en cada acontecimiento.

Por ello, este blog lo que pretende es reconocer a través de los hechos en la Iglesia, la presencia de Dios en medio de su Pueblo.

jueves, 31 de marzo de 2011

SOBRE LA ADMISIBILIDAD A LA SAGRADA COMUNIÓN DE LOS DIVORCIADOS QUE SE HAN VUELTO A CASAR

Algunos hermanos sacerdotes me han pedido que publique algo sobre la admisión a la Sagrada Comunión de los divorciados vueltos a casar. Para ello he ido a la página del Vaticano donde en el Pontificio Consejo para los Textos legislativos he encontrado la siguiente normativa:

El Código de Derecho Canónico establece que: «No deben ser admitidos a la sagrada comunión los excomulgados y los que están en entredicho después de la imposición o de la declaración de la pena, y los que obstinadamente persistan en un manifiesto pecado grave» (can. 915). En los últimos años algunos autores han sostenido, sobre la base de diversas argumentaciones, que este canon no sería aplicable a los fieles divorciados que se han vuelto a casar. Reconocen que la Exhortación Apostolica Familiaris consortio, de 1981, en su n. 84 había confirmado, en términos inequívocos, tal prohibición, y que ésta ha sido reafirmada de modo expreso en otras ocasiones, especialmente en 1992 por el Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1650, y en 1994 por la Carta Annus internationalis Familiae de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Pero, pese a todo ello, dichos autores ofrecen diversas interpretaciones del citado canon que concuerdan en excluir del mismo, en la práctica, la situación de los divorciados que se han vuelto a casar. Por ejemplo, puesto que el texto habla de «pecado grave», serían necesarias todas las condiciones, incluidas las subjetivas, que se requieren para la existencia de un pecado mortal, por lo que el ministro de la Comunión no podría hacer ab externo un juicio de ese género; además, para que se hablase de perseverar «obstinadamente» en ese pecado, sería necesario descubrir en el fiel una actitud desafiante después de haber sido legítimamente amonestado por el Pastor.

Ante ese pretendido contraste entre la disciplina del Código de 1983 y las enseñanzas constantes de la Iglesia sobre la materia, este Consejo Pontificio, de acuerdo con la Congregación para la Doctrina de la Fe y con la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, declara cuanto sigue:

1. La prohibición establecida en ese canon, por su propia naturaleza, deriva de la ley divina y trasciende el ámbito de las leyes eclesiásticas positivas: éstas no pueden introducir cambios legislativos que se opongan a la doctrina de la Iglesia. El texto de la Escritura en que se apoya siempre la tradición eclesial es éste de San Pablo: «Así, pues, quien come el pan y bebe el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Examínese, pues, el hombre a sí mismo, y entonces coma del pan y beba del cáliz: pues el que come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación» (1 Cor 11, 27-29).

Este texto concierne ante todo al mismo fiel y a su conciencia moral, lo cual se formula en el Código en el sucesivo can. 916. Pero el ser indigno porque se está en estado de pecado crea también un grave problema jurídico en la Iglesia: precisamente el término «indigno» está recogido en el canon del Código de los Cánones de las Iglesias Orientales que es paralelo al can. 915 latino: «Deben ser alejados de la recepción de la Divina Eucaristía los públicamente indignos» (can. 712). En efecto, recibir el cuerpo de Cristo siendo públicamente indigno constituye un daño objetivo a la comunión eclesial; es un comportamiento que atenta contra los derechos de la Iglesia y de todos los fieles a vivir en coherencia con las exigencias de esa comunión. En el caso concreto de la admisión a la sagrada Comunión de los fieles divorciados que se han vuelto a casar, el escándalo, entendido como acción que mueve a los otros hacia el mal, atañe a un tiempo al sacramento de la Eucaristía y a la indisolubilidad del matrimonio. Tal escándalo sigue existiendo aún cuando ese comportamiento, desgraciadamente, ya no cause sorpresa: más aún, precisamente es ante la deformación de las conciencias cuando resulta más necesaria la acción de los Pastores, tan paciente como firme, en custodia de la santidad de los sacramentos, en defensa de la moralidad cristiana, y para la recta formación de los fieles.

2. Toda interpretación del can. 915 que se oponga a su contenido sustancial, declarado ininterrumpidamente por el Magisterio y la disciplina de la Iglesia a lo largo de los siglos, es claramente errónea. No se puede confundir el respeto de las palabras de la ley (cfr. can. 17) con el uso impropio de las mismas palabras como instrumento para relativizar o desvirtuar los preceptos.

La fórmula «y los que obstinadamente persistan en un manifiesto pecado grave» es clara, y se debe entender de modo que no se deforme su sentido haciendo la norma inaplicable. Las tres condiciones que deben darse son:
a) el pecado grave, entendido objetivamente, porque el ministro de la Comunión no podría juzgar de la imputabilidad subjetiva;

b) la obstinada perseverancia, que significa la existencia de una situación objetiva de pecado que dura en el tiempo y a la cual la voluntad del fiel no pone fin, sin que se necesiten otros requisitos (actitud desafiante, advertencia previa, etc.) para que se verifique la situación en su fundamental gravedad eclesial;

c) el carácter manifiesto de la situación de pecado grave habitual.
Sin embargo, no se encuentran en situación de pecado grave habitual los fieles divorciados que se han vuelto a casar que, no pudiendo por serias razones -como, por ejemplo, la educación de los hijos- «satisfacer la obligación de la separación, asumen el empeño de vivir en perfecta continencia, es decir, de abstenerse de los actos propios de los cónyuges» (Familiaris consortio, n. 84), y que sobre la base de ese propósito han recibido el sacramento de la Penitencia. Debido a que el hecho de que tales fieles no viven more uxorio es de por sí oculto, mientras que su condición de divorciados que se han vuelto a casar es de por sí manifiesta, sólo podrán acceder a la Comunión eucarística remoto scandalo.

3. Naturalmente la prudencia pastoral aconseja vivamente que se evite el tener que llegar a casos de pública denegación de la sagrada Comunión. Los Pastores deben cuidar de explicar a los fieles interesados el verdadero sentido eclesial de la norma, de modo que puedan comprenderla o al menos respetarla. Pero cuando se presenten situaciones en las que esas precauciones no hayan tenido efecto o no hayan sido posibles, el ministro de la distribución de la Comunión debe negarse a darla a quien sea públicamente indigno. Lo hará con extrema caridad, y tratará de explicar en el momento oportuno las razones que le han obligado a ello. Pero debe hacerlo también con firmeza, sabedor del valor que semejantes signos de fortaleza tienen para el bien de la Iglesia y de las almas.

El discernimiento de los casos de exclusión de la Comunión eucarística de los fieles que se encuentren en la situación descrita concierne al Sacerdote responsable de la comunidad. Éste dará precisas instrucciones al diácono o al eventual ministro extraordinario acerca del modo de comportarse en las situaciones concretas.

4. Teniendo en cuenta la naturaleza de la antedicha norma (cfr. n. 1), ninguna autoridad eclesiástica puede dispensar en caso alguno de esta obligación del ministro de la sagrada Comunión, ni dar directivas que la contradigan.

5. La Iglesia reafirma su solicitud materna por los fieles que se encuentran en esta situación o en otras análogas, que impiden su admisión a la mesa eucarística. Cuanto se ha expuesto en esta Declaración no está en contradicción con el gran deseo de favorecer la participación de esos hijos a la vida eclesial, que se puede ya expresar de muchas formas compatibles con su situación. Es más, el deber de reafirmar esa imposibilidad de admitir a la Eucaristía es condición de una verdadera pastoralidad, de una auténtica preocupación por el bien de estos fieles y de toda la Iglesia, porque señala las condiciones necesarias para la plenitud de aquella conversión a la cual todos están siempre invitados por el Señor, de manera especial durante este Año Santo del Gran Jubileo.

Del Vaticano, 24 de junio de 2000, Solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista.

Julián Herranz

 Arzobispo tit. de Vertara

 Presidente


Bruno Bertagna

 Obispo tit. de Drivasto

 Secretario

domingo, 27 de marzo de 2011

"El Rey de la Gloria ha vuelto a ser crucificado por las manos de los hombres"

Queridos amigos: Como ya hemos visto en estos días por desgracia, no han parado de profanar Iglesias, capillas y Sagrarios. Comenzamos el pasado 11 de febrero de 2011 con el Sagrario de la Parroquia de Santa Catalina de Majadahonda  con el Santísimo dentro, unos días antes habían intentado quemarla. También una de Carabanchel, lo siguiente que hicieron fue la profanación las capillas universitarias de Madrid, Barcelona y Valencia. Esto es un gran sufrimiento y dolor para el corazón de todos los católicos pues la Eucaristía es lo más grande que tenemos. Es el mismo Cuerpo de Cristo el que ha sido profanado y ultrajado. Se ha vuelto a realizar lo que aconteció hace 2011 años, se ha vuelto a crucificar al rey de la Gloria ¡Qué gran dolor!, nuestro Señor, el Rey de reyes y Señor de señores, vuelve a estar en manos de aquellos que le crucificaron en las afueras de Jerusalén.

Nosotros como cristianos, porque amamos a nuestro Señor, surge de nuestro corazón el deseo de reparar todas las injurias y menosprecios que recibe nuestro Señor cada día y en cada momento. Queremos reparar este gran dolor para el Corazón de Cristo. Por ello aquí os propongo dos nuevas oraciones para que podáis rezarlas a los pies del Sagrario, pidiendo por la conversión de los pecadores, de aquellos que han profanado el sagrarios y capillas, suplicando al Padre la gracia de serle enteramente fiel hasta él momento en el que decida llevarnos a la vida eterna.

ACTO DE DESAGRAVIO DE PÍO XI

¡Oh dulcísimo Jesús, cuyo inmenso amor a los hombres no ha recibido en pago, de los ingratos, más que olvido, negligencia y menosprecio! Vednos postrados ante vuestro altar, para reparar, con especiales homenajes de honor, la frialdad indigna de los hombres y las injurias con que, en todas partes, hieren vuestro amantísimo Corazón.

Mas recordando que también nosotros alguna vez nos manchamos con tal indignidad de la cual nos dolemos ahora vivamente, deseamos, ante todo, obtener para nuestras almas vuestra divina misericordia, dispuestos a reparar, con voluntaria expiación, no sólo nuestros propios pecados, sino también los de aquellos que, alejados del camino de la salvación y obstinados en su infidelidad, o no quieren seguiros como a Pastor y Guía, o, conculcando las promesas del Bautismo, han sacudido el suavísimo yugo de vuestra ley.

Nosotros queremos expiar tan abominables pecados, especialmente la inmodestia y la deshonestidad de la vida y de los vestidos, las innumerables asechanzas tendidas contra las almas inocentes, la profanación de los días festivos, las execrables injurias proferidas contra vos y contra vuestros Santos, los insultos dirigidos a vuestro Vicario y al Orden Sacerdotal, las negligencias y horribles sacrilegios con que es profanado el mismo Sacramento del amor y, en fin, los públicos pecados de las naciones que oponen resistencia a los derechos y al magisterio de la Iglesia por vos fundada.

¡Ojalá que nos fuese dado lavar tantos crímenes con nuestra propia sangre! Mas, entretanto, como reparación del honor divino conculcado, uniéndola con la expiación de la Virgen vuestra Madre, de los Santos y de las almas buenas, os ofrecemos la satisfacción que vos mismo ofrecisteis un día sobre la cruz al Eterno Padre y que diariamente se renueva en nuestros altares, prometiendo de todo corazón que, en cuanto nos sea posible y mediante el auxilio de vuestra gracia, repararemos los pecados propios y ajenos y la indiferencia de las almas hacia vuestro amor, oponiendo la firmeza en la fe, la inocencia de la vida y la observancia perfecta de la ley evangélica, sobre todo de la caridad, mientras nos esforzamos además por impedir que seáis injuriado y por atraer a cuantos podamos para que vayan en vuestro seguimiento.

¡Oh benignísimo Jesús! Por intercesión de la Santísima Virgen María Reparadora, os suplicamos que recibáis este voluntario acto de reparación; concedednos que seamos fieles a vuestros mandatos y a vuestro servicio hasta la muerte y otorgadnos el don de la perseverancia, con el cual lleguemos felizmente a la gloria, donde, en unión del Padre y del Espíritu Santo, vivís y reináis, Dios por todos los siglos de los siglos. Amén.

LETANÍAS DE DESAGRAVIO

Bendito sea Dios.
Bendito sea su Santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo verdadero Dios y verdadero Hombre.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendito sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Consolador.
Bendita sea la Incomparable Madre de Dios la Santísima Virgen María.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el Nombre de María Virgen y Madre.
Bendito sea San José su casto esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.

jueves, 24 de marzo de 2011

María en la Anunciación del Señor.

En el sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: «¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo». Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el Ángel le dijo: «No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin».

María dijo al Ángel: «¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?». El Ángel le respondió: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios». María dijo entonces: «Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho». Y el Ángel se alejó.
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En la celebración del día de hoy ponemos nuestros ojos en María, nuestra madre y maestra en la fe. Nos situamos ante el pasaje de la Anunciación, momento en el que cambió la historia de toda la humanidad, Cristo, aunque era Dios, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, se hizo hombre para nuestra salvación y redención cumpliendo así la voluntad del Padre. Como bien nos relata el pasaje evangélico estaba María en su pequeña casa de Nazaret en oración. María no era consciente de lo que iba a ocurrir pero en pocos minutos iba a suceder el acontecimiento más importante de la historia de la humanidad, Dios se iba a hacer hombre en su seno. El mismo Dios iba a tomar la carne de María para hacerse hombre. En ese momento el Ángel entra en su presencia transmitiéndole lo más grande que Dios le ha podido conceder a una mujer, ser la llena de gracia “María has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús”. Era normal que Dios mismo en el momento en que María fue concebida la preservara del pecado original, porque de esta forma la fue preparando su misión en la tierra, ser la madre del Salvador del mundo. Él que es el Santo de los Santos tenía que nacer en un seno santo, el de María. Por eso es proclamada por el Ángel como la llena de gracia.

María estaba asombrada ante estas palabras del ángel porque se reconocía tan pequeña, tan sencilla y tan humilde que no podía entender como Dios la había elegido para tal misión. Esta es la humildad de María, se reconocía tan necesitada de Dios y tan insignificante que no podía entender cómo Dios podía enviarle un ángel.  El ángel, ante el asombro, le va a decir que el Espíritu Santo vendrá sobre ella inundándola por completo y que la fuerza del altísimo la cubrirá con su sobra. Esto colma de paz el corazón de María y descubre la presencia de Dios en su vida, se fía plenamente de Dios porque la experiencia que había tenido de Él no era otra que la de no haberse sentido nunca abandonada de las manos de Dios. Si Dios nunca la había abandonado ¿Cómo la iba a abandonar en estos momentos tan difíciles? Aunque ella pensaba que era imposible sabía bien en su corazón que para Dios nada había imposible. Sin dudarlo en ningún momento, sabiendo que esto podía tener repercusiones en el pueblo y con José,  proclamó esas palabras bellísimas  que toda la humanidad estaba esperando con inquietud “He aquí la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra”. María proclamó con solemnidad el hágase en mí lo que tú dices. Ese es el fíat que ha cambiado la historia de toda la humanidad. Estamos ante un día de acción de gracias a nuestra madre por tantos bienes concedidos, por haberse fiado plenamente de Dios. María nos enseña a abandonarnos siempre en las manos de Dios a pesar de que en algunos momentos de nuestra vida no lleguemos a comprender el porqué de la voluntad de Dios en nuestra vida. Dejemos con humildad que sea él quien guie las riendas de nuestra vida, sabemos bien que nuestra vida sin el Señor carece de sentido y es imposible.  

lunes, 21 de marzo de 2011

LA VERDADERA HISTORIA DE LOS MORMONES (II)

La Promesa del Libro de Mormón

                             
Moroni, el último profeta que escribió en el libro de Mormón, quien se le apareció a José Smith como ser resucitado para entregarle las planchas donde estaba escrito el libro, dejó una promesa  para saber si el Libro de Mormón es verdadero. Él escribió:

“He aquí, quisiera exhortaros a que, cuando leáis estas cosas, si Dios juzga prudente que las leáis, recordéis cuán misericordioso ha sido el Señor con los hijos de los hombres, desde la creación de Adán hasta el tiempo en que recibáis estas cosas, y que lo meditéis en vuestros corazones. Y cuando recibáis estas cosas, quisiera exhortaros a que preguntéis a Dios el Eterno Padre, en el nombre de Cristo, si no son verdaderas estas cosas; y si pedís con un corazón sincero, con verdadera intención, teniendo fe en Cristo, él os manifestará la verdad de ellas por el poder del Espíritu Santo; y por el poder del Espíritu Santo podréis conocer la verdad de todas las cosas.”

Leer es el primer paso, es necesario saber del contenido del Libro de Mormón.

El Segundo es meditar, y analizar lo que aprendimos. Este paso es muy importante, requiere pensar sobre la naturaleza de Dios. Nos hace preguntar, ¿Jesucristo amaría a sus hijos en las Américas suficiente para venir a visitarlos? ¿Tendría otros profetas en el continente Americano?  ¿Que enseña el libro, y cómo me hace sentir?

El tercer y último paso es orar, que no rezar, para recibir la respuesta de Dios. Jesucristo hablando a sus apóstoles les dijo, “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, al cual el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todas las cosas que os he dicho” (Juan 14:26). Sabremos la verdad de todas las cosas por medio del Espíritu Santo, “Mas el fruto del Espíritu es: caridad, gozo, paz, tolerancia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza: contra tales cosas no hay ley" (Gálatas 5:22).

La Primera Visión

Este fue el principio de la Iglesia de Jesucristo en esta dispensación. Los mormones creen que la Iglesia de Jesucristo junto con el sacerdocio habían sido quitados de la tierra. Esto sucedió después de la muerte de Jesucristo, Su resurrección, y ascensión al cielo, y después de la muerte de los apóstoles. Al período cuando el poder del sacerdocio y la verdad del Evangelio estaban ausentes en la tierra se le conoce como la Gran Apostasía. En 1820, José Smith, Hijo, que luego llegó a ser el primer presidente y profeta Mormon, se preocupó por saber acerca de la religión y oró a Dios para saber que hacer.

José Smith vió al Padre Celestial y a su hijo Jesucristo, y le fue dicho que no se uniera a ninguna de las varias sectas del día. Este acontecimiento de gran importancia inició una serie de instrucciones divinas y marcó el principio de la restauración de la Iglesia de Jesucristo, que hoy es conocida como La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (La Iglesia Mormona).

Desde el tiempo de la Primera Visión en 1820 y hasta 1830, José Smith recibió numerosas revelaciones que le mostraron cómo establecer la Iglesia de Cristo correctamente. José Smith recibió y tradujo El Libro de Mormón; aprendió como realizar bautismos de la manera adecuada, fue guiado para restaurar el sacerdocio por la autoridad y el poder divinos, y organizó oficialmente La Iglesia Mormona. Después, los primeros misioneros mormones fueron mandados a predicar el Evangelio de Jesucristo.

En 1831, José Smith llegó a Kirtland, Ohio, este lugar era la sede oficial de la Iglesia. Los santos empezaron la construcción del templo de Kirtland, el primer templo en esta dispensación. José Smith tradujo la Biblia, y publicó más de setenta revelaciones acerca de la Iglesia verdadera de Cristo.

Durante el tiempo en que muchos santos estuvieron en Ohio, unos pocos fueron ordenados por el Señor para ir al Condado de Jackson, Missouri, que fue el lugar revelado como la Nueva Jerusalén o Sión, y establecer un poblado. Empezando en 1833 los santos fueron perseguidos por sus vecinos. El populacho los echó fuera de sus hogares y negocios. El Profeta José Smith y otros líderes de la Iglesia fueron puestos en la cárcel, y hubieron numerosas confrontaciones entre los santos y sus vecinos.

En 1839, los santos escaparon del populacho de Missouri y viajaron a Illinois. Ellos trabajaron fuertemente para desaguar la tierra pantanosa y construir una ciudad. Después de cuatro años la ciudad de Nauvoo rivalizaba a Illinois, la ciudad más grande de Chicago. José Smith recibió revelaciones sobre la obra del templo, tal como la investidura del templo, y los santos empezaron el trabajo en el templo. José Smith recibió también revelaciones que ahora se encuentran en la Perla de Gran Precio, que es un libro de escritura Mormona. El 27 de Junio de 1844 la Sociedad de Socorro fue formada. Mientras los santos estuvieron en Nauvoo, José y su hermano Hyrum fueron muertos por el populacho.

Después de la muerte del profeta José Smith, los santos otra vez fueron perseguidos, y los líderes empezaron a hablar de moverse al oeste. En Febrero de 1846 muchos de los santos fueron forzados fuera de sus hogares y empezaron el viaje a Utah. Mientras en Iowa, el gobierno de los Estados Unidos solicitó que la Iglesia proporcionara a quinientos hombres para la Guerra contra México. Durante dos décadas, casi sesenta y dos mil santos cruzaron las planicies para llegar a Utah.

En el verano de 1847, el primer grupo de santos llegaron al valle de Salt Lake (El Lago Salado.) El grupo tuvo casi dos mil personas. Se plantó una cosecha tardía y los poblados se fueron estableciendo inmediatamente. El primer año fue difícil, pero para el año 1849, muchos pequeños poblados fueron establecidos y la Ciudad de Salt Lake crecía. Brigham Young le pidió a los miembros que colonizaran partes diferentes del Oeste, incluyendo a Utah, Idaho, Arizona, Wyoming, Nevada y California.

Después que murió Brigham Young, la persecución otra vez plagó a los santos. Mucha de la persecución fue enfocada en la práctica de la poligamia de la Iglesia y rumores falsos de que los santos planeaban una insurrección. Muchos misioneros de la Iglesia fueron perseguidos mientras ellos predicaban en otras partes de los Estados Unidos. Este tiempo también fue un tiempo de crecimiento en la obra del templo. En 1890, la poligamia fue abolida oficialmente como una práctica de la Iglesia.

Este período cubre de los años 1901 a 1970, y abarca el tiempo de cuatro presidentes de la Iglesia; Joseph F. Smith, Heber J. Grant, George Albert Smith, y David O. McKay. Nueve templos fueron construidos, y la membresía creció a 300.000 miembros y cincuenta estacas en 1901 a 2.800.000 miembros y quinientas estacas en 1970.

Esta parte de la historia de la Iglesia cubre de 1971 a 1985. La Iglesia vió un crecimiento asombroso fuera de los Estados Unidos. Las primeras estacas fueron establecidas en Asia y África. Más misioneros fueron mandados a predicar y Centros de Capacitación Misionales fueron establecidos en Brasil, Chile, México, Nueva Zelanda, y en Japón. El sacerdocio fue extendido a todo varón digno de la Iglesia en 1978.

A la Iglesia ahora se le permite predicar y construir templos en muchos países que habían estado cerrados previamente, tal como la República Demócrata Alemana, Rusia, Albania, Rumania, Estonia, Hungría, Ucrania, Letonia y muchos otros. Los miembros que viven fuera de los Estados Unidos finalmente sobrepasan al número de miembros que viven dentro de los Estados Unidos. Los templos se construyen en todo lugar posible para hacer disponibles las ordenanzas a todos los miembros; y la membresía de la Iglesia continúa creciendo.

viernes, 18 de marzo de 2011

EL SACERDOCIO ES LA MUESTRA DEL AMOR DE DIOS A LOS HOMBRES

Con motivo del día del Seminario voy a publicar la homilía que pronuncié el día de la misa de acción de gracias con motivo de mi ordenación sacerdotal. Doy gracias a Dios por el regalo del sacerdocio, Dios se sigue fijando cada día en hombres de este mundo para hacerse presente en el mundo. 

MISA DE ACCIÓN DE GRACIAS

“¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?” “Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”

Este es el agradecimiento al Señor que brota en mi corazón y en el corazón de nuestra madre la Iglesia en estos momentos tan grandes en el que uno de sus hijos, por pura gracia ha sido elegido para el ministerio sacerdotal. La Iglesia salta de gozo y alegría porque hoy, en pleno siglo XXI, el Señor sigue llamando a hombres de este mundo, con nombres y apellidos, tal y como son, para que sean de su propiedad, para que manifiesten a un mundo caduco, el verdadero mundo que no caduca, la Gloria del Cielo.  Esta llamada que el Señor hace a seguirle no es por los meritos de los hombres, sino, todo lo contrario, por puro amor para con ellos, así lo hemos podido escuchar en la primera lectura: “Si el Señor se enamoró de vosotros y os eligió, no fue por ser vosotros más numerosos que los demás, pues sois el más pequeño, sino que os eligió por puro amor vuestro.” En una de las visiones que tiene Madre Teresa de Calcuta, el Señor le dice: “¡Sé que eres la persona más incapaz, débil y pecadora, pero precisamente porque lo eres, te quiero usar para mi Gloria! ¿Te negarás?.

Este texto de Madre Teresa nos muestra que Jesús nos llama no por ser los mas listos, ni estudiosos, ni aventajados, en el mundo existen personas mejor capacitadas y preparadas, sino que él nos ha elegido por nuestra debilidad, fragilidad y pequeñez, porque en la debilidad se manifiesta cada día la fuerza de Dios.

El Padre, Señor de cielo y tierra, tiene escondidas estas cosas divinas, a los sabios y entendidos y se las ha revelado a la gente sencilla, a los pequeñuelos. A los sencillos, Jesús, les ha revelado los secretos del corazón del Padre. ¡ Que tendrá lo pequeño que a Dios tanto agrada! Estos sabios y entendidos no dejan que Jesús entre en su corazón ellos prefieren que otras cosas efímeras dominen sus vidas. Jesús nos llama a seguirle desde nuestro propio estado de vida con un corazón sencillo y humilde. Pero ¿Quiénes son esos sencillos de corazón? Los que reconocen que la única sabiduría es la de Dios, aquellos que no ponen su corazón en la sabiduría del mundo. Los sencillos son los que reconocen su pequeñez y saben que no pueden dar un paso sin estar de la mano de su Padre. Recordar cuando erais pequeños e ibais muy seguros agarrado de la mano de vuestro padre, vuestro corazón estaba en paz, porque sabíamos que nuestro padre no iba a permitir que nos pasase nada malo. Estos son los que dejan que el Espíritu Santo habite en ellos. Solo en estos corazones el Señor puede hacer su obra y puede llamar a sus corazones para que entreguen su vida a Cristo en el ministerio sacerdotal.

Todo sacerdote es tomado del mundo, en una situación determinada, en una cultura determinada, para ser enviado al servicio del evangelio de Cristo, es decir, para anunciar al mundo una nueva vida, que corresponde verdaderamente con lo que el corazón humano desea. Nos movemos en una sociedad sin Dios, en la cual Jesucristo siempre sale perdiendo, donde se pretende quitarle de en medio, un mundo en el cual no haya ninguna marca de lo divino porque Cristo es un estorbo que viene a coartar la libertad del hombre, pensamos que el hombre puede hacerlo todo sin necesidad de la ayuda divina, vivimos buscando la felicidad en cubos de basura, donde sabemos que nunca la podremos alcanzar, sin embargo donde verdaderamente está no queremos buscar, nos da miedo a comprometernos de verdad.

El corazón del hombre está creado por el creador para vivir la vida divina, para darle Gloria. Los sabios y entendidos esto no lo saben ni lo entienden porque si lo supieran no hubieran crucificado nunca al rey de la gloria. Jesucristo es el único que puede dar respuestas al corazón del hombre.

Jesús fue crucificado hace 2008 años en el Golgota por los romanos, pero hoy día 20 de octubre, también sigue siendo crucificado cada vez que uno de sus hijos se aleja de él, atacándole ó persiguiendo a su Iglesia,  dejando que sus barcas, sean movidas por las olas de la cultura, del mundo.

Ante esta actitud del hombre, actitud de rebeldía, Dios no se queda con los brazos cruzados, Dios Padre se preocupa de cada uno de sus hijos. Dios no se avergüenza de llamarnos Hijos y quiso manifestarnos su amor enviando a aquel cuyos cielos no podían sostener, a su Hijo único para que viviésemos con él, para él y en él, porque bien sabía que sin “él no podemos hacer nada”. Dios ha salvado las distancias enviando a su Hijo como sacrificio por nuestro pecados y que cada día se entrega en el sacrificio incruento de la Eucaristía por la salvación del mundo entero.

Este sacrificio se realiza día tras día a través del ministerio de los sacerdotes, sin los cuales no podría llevarse a cabo. Aquí Cristo se entrega y es crucificado, entregando su cuerpo y su sangre libre y voluntariamente para que tú y yo tengamos vida en abundancia. Es Cristo quien intercede con su vida ante el Padre para que nuestra vida sea rescatada de la esclavitud del pecado.

Cristo ha querido quedarse en la Eucaristía para siempre, de tal manera que pudiésemos recibirle en nuestro Templo, en nuestro corazón, ¡Que dios está tan cerca de nosotros como lo está nuestro Dios cada vez que lo invocamos! Dios quiere hacer una alianza definitiva con el hombre y lo hace a través de la muerte en cruz.

Debemos de suplicar cada día que el Señor vaya aumentando nuestro amor a la Eucaristía, participando en ella con más frecuencia, viviéndola como verdadero encuentro con Él. Participemos con fervor en la Eucaristía dominical, donde celebramos que Cristo con su resurrección ha cambiado la historia de la humanidad. En ella Cristo se nos da como alimento de vida eterna para que no desfallezcamos en este mundo lleno de contradicciones.

Nuestro querido Padre San Francisco de Asís en la carta que dirige a toda la orden dice: manifestad toda la reverencia y todo el honor que os sea posible al santísimo cuerpo y sangre de nuestro Señor Jesucristo, en quien han sido pacificadas y reconciliadas con Dios todas las cosas. Ved que diariamente se humilla él mismo y viene a nosotros en humilde apariencia; diariamente desciende desde el seno del Padre al altar en manos del sacerdote.

Aquí Cristo se derrama por completo y quiere relacionarse con cada uno de nosotros. Frecuentemos por tanto la oración diaria ante el santísimo sacramento, hablemos con el Señor de nuestra vida, de nuestras inquietudes y preocupaciones, ofrezcámosle nuestra propia vida para que él disponga de ella para lo que el quiera. Preguntarle al que os ha creado cuál es el plan que tiene para cada uno de vosotros. En la oración, en esa intimidad, nuestro corazón experimentará el gozo, la paz y las aquellas respuestas que abruman nuestro corazón. 

Cristo tampoco ha querido que carguemos solos con nuestros pecados, no quiso apartar nunca su mano de los hombres, recordemos que él muere en la cruz por el perdón de nuestros pecados, él con los brazos abiertos, como en la parábola del Hijo prodigo se acerca a nosotros para que nosotros nos fiemos de él y él pueda hacer su obra en nosotros. El quiere que le demos nuestra miseria para darnos misericordia. “El perdona todas tus culpas y cura toda tus enfermedades”, la misericordia de Dios nunca pasa. El quiere vestirnos de una vida nueva, fíate de él, reconcíliate con él a través del misterio de la confesión. Cristo ha querido encomendar a los sacerdotes este gran misterio, el perdón de los pecados. Cristo a través de estos pobres instrumentos derrama su misericordia, no es el sacerdote quien perdona es Cristo a través de él, entonces ¿porqué tener miedo?.

¿Cuál es por tanto la gran tarea del sacerdote en pleno siglo XXI? Claramente entregar su vida en oblación cada día en la Eucaristía por todos los hombres, orar por cada uno de los que el Padre le ha encomendado, celebrar con frecuencia el sacramento de la reconciliación, pero no solo, el sacerdote debe anunciar con palabras y con obras a un Dios misericordioso, esta es su tarea urgente. Estamos en una sociedad que piensa que Dios, viene a privar la libertad del hombre, una cultura que cree en un Dios que viene a trastornar nuestra vida y es todo lo contrario, es Dios que viene a nuestra vida a darla plenitud. Tenemos que vivir todos para que el “Amor sea amado”, para que los hombres se crean de verdad que Dios es un Dios de amor.

El sacerdote debe predicar aquello que ha estado viviendo con Jesús en la intimidad,  hablar de un amor infinito, de un amor apasionado que con dolor carga nuestros pecados, Dios que siendo rey se vuelve esclavo, el salvador, humilde, fiel y silencioso. Nuestro Señor no para de buscarnos en todo el tiempo y está cada día esperando la respuesta al encuentro. Este es verdaderamente un amor diferente al que merece la pena entregar la vida.

Hermanos, me gustaría pedirle al Señor para mí, ahora que comienzo el ministerio sacerdotal, que me conceda ser testigo fiel y valiente de Jesucristo, que realmente pueda predicar no solo con palabras sino también con mi ejemplo a este Señor misericordioso que nos ha enamorado el corazón y que el mundo no conoce. Que él, que me llamó para hacer su obra buena en mi, me conceda la gracia de serle fiel en cada momento de mi ministerio y me libre siempre de todo peligro y de todo mal. ¡Señor Jesús jamás permitas que me aparte de ti.!

Padre, me pongo en tus manos. Haz de mi lo que quieras. Por todo lo que hagas de mi, te doy gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal de que tu voluntad se haga en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Dios mío. Pongo mi vida en tus manos, te la doy, Dios mío, con todo el deseo de mi corazón porque te amo, y porque para mí amarte es darme, entregarme en tus manos sin medida, con infinita confianza, porque Tú eres mi Padre. Amén

jueves, 17 de marzo de 2011

LA VERDADERA HISTORIA DE LOS MORMONES (I)

Siempre nos ha llamado la atención ver por las calles a algunos jóvenes, muy parecidos a los testigos de Jehová, que van siempre bien vestidos, con su camisa sin arruga, con la corbata, casi todos rubios y con una biblia bajo el brazo. Cuando uno habla con ellos suelen ser personas muy inteligentes y muy bien preparadas. Son los mormones. Aquí veremos su verdadera historia.

La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, conocida hoy día como los mormones, fue fundada por un “profeta” llamado José Smith. Este nació en 1805. Los adeptos a la secta de los mormones le consideran como un verdadero profeta. Saber si José Smith fue un profeta es algo esencial para saber si es verdad lo que esta Iglesia profesa, ser la Iglesia de Jesucristo restaurada sobre la faz de la tierra.

José Smith se preguntaba algo que muchas personas se han preguntado todas sus vidas.  En ese entonces había un gran movimiento religioso, y muchas iglesias se esforzaban por predicar, exhortar, amonestar y bautizar de acuerdo a sus doctrinas. José hallándose en tal situación decidió averiguar cual de todas las iglesias era la iglesia verdadera, ya que su familia misma se hallaba dividida. Al estudiar y meditar, encontró un pasaje de la Biblia que hizo que reflexionara sobre la respuesta que buscaba. Él leyó lo siguiente: “y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Santiago 1:5).

La Primera visión

José decidió aplicar esta invitación de Santiago, preguntándole a Dios,  por medio de la oración. José se apartó a una arboleda cercana a su casa y allí oró para saber a cual iglesia unirse.

En respuesta a su oración, se le aparecieron Dios el Padre y Su Hijo Jesucristo. José mas tarde describió con sus propias palabras este acontecimiento “Al reposar sobre mí la luz, vi en el aire arriba de mí a dos Personajes, cuyo fulgor y gloria no admiten descripción. Uno de ellos me habló, llamándome por mi nombre, y dijo, señalando al otro: Éste es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!” Entre las muchas revelaciones e instrucciones que se le dieron a José Smith en esa ocasión se encontraba la que esperaba, Jesucristo le dijo que no se uniera a ninguna iglesia de esa época.

La primera visión de José Smith señaló el comienzo de la restauración del Evangelio y de la Iglesia de Jesucristo nuevamente sobre la tierra. El relato que José Smith escribió de su experiencia es un testimonio poderoso de la veracidad de esta obra. Durante su corta vida, José estableció ciudades, produjo volúmenes de escrituras, y envió misioneros a todas partes del mundo. Estaba involucrado en la construcción de templos, prestó servicio como alcalde de Nauvoo, y aun fue candidato para la presidencia de los Estados Unidos.

Definitivamente fue una figura controversial en la historia Americana que atraía persecución por desafiar creencias ya establecidas. El día 27 de Junio, de 1844, mientras estaba en la cárcel de Carthage, José Smith y su hermano Hyrum fueron muertos por una muchedumbre disfrazada con máscaras negras.

¿Como puedo saber si José Smith en realidad vió a Dios y a Jesucristo?

El Libro de Mormón es el libro que Jose Smith mandó sacar a la luz, y es uno de los frutos de esta visión. Por medio de este libro podemos saber si él verdaderamente vió a Dios el Padre y a Su Hijo Jesucristo.

El Libro de Mormón


Tal vez se pregunte lo mismo que José Smith se preguntaba “¿Cuál es la Iglesia verdadera?” o “¿Cómo puedo saber si José Smith verdaderamente vió a Dios el Padre y a Su Hijo Jesucristo?”

Afortunadamente Dios provee una manera de saber qué cosas son verdaderas, "Y guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, mas por dentro son lobos rapaces" (Mateo 7:15).
"Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos; mas el árbol malo da malos frutos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:16-20). Cada siervo de Dios tiene un fruto o una obra que Dios les manda hacer. Noé predicó el arrepentimiento, salvó a la humanidad, y el reino animal.  Moisés sacó al pueblo de Israel de Egipto, y reveló los diez mandamientos. José Smith también tuvo una gran obra que hacer. 

En la noche del 21 de Septiembre 1823, José Smith se encontraba orando, pidiéndole a Dios, cuando se empezó a aparecer una luz en su cuarto, José lo cuenta mejor en sus propias palabras:

“Ví que se aparecía una luz en mi cuarto, y que siguió aumentando hasta que la habitación quedó más iluminada que al mediodía; cuando repentinamente se apareció un personaje al lado de mi cama, de pie en el aire, porque sus pies no tocaban el suelo… su persona brillaba más de lo que se puede describir, y su faz era como un vivo relámpago… Me llamó por mi nombre, y me dijo que era un mensajero enviado de la presencia de Dios, y que se llamaba Moroni; que Dios tenía una obra para mí, y que entre todas las naciones, tribus y lenguas se tomaría mi nombre para bien y para mal, o sea, que se iba a hablar bien o mal de mí entre todo pueblo. Dijo que se hallaba depositado un libro, escrito sobre Planchas de Oro, el cual daba una relación de los antiguos habitantes de este continente, así como del origen de su procedencia. También declaró que en él se encerraba la plenitud del evangelio eterno tal cual el Salvador lo había comunicado a los antiguos habitantes.”

José Smith había sido llamado a traducir este libro de escritura, del esfuerzo que el realizó en la traducción, resultó El Libro de Mormón, Otro Testamento de Jesucristo, que se publicó en Marzo de 1830. Siguiendo la publicación del Libro de Mormón, José Smith, organizó la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días el 6 de Abril de 1830, y se hizo su primer presidente, el mismo día que nació Jesucristo (según se le reveló). El Libro de Mormón es un registro de los profetas que vivieron en las Américas. Incluye los acontecimientos,  las revelaciones, y las enseñanzas, de Dios a sus hijos en el continente Americano. El acontecimiento más significante del libro cuenta de la visita de Jesucristo a las Américas poco después de su resurrección. ¿Alguna vez ha querido saber si Jesucristo visitó otros lugares aparte de Jerusalén? (Juan 10:14-16).   

Este es el fruto que trajo a luz José Smith. ¿Qué creen los mormones acerca de José Smith? Los mormones no adoran a José Smith, ni el mormonismo es un culto en torno a él. Los mormones consideran a José Smith, Hijo (1805-1844), fundador de la Iglesia Mormona, y un verdadero profeta. A raíz de lo que los mormones creen que es instrucción divina, José formó la Iglesia Mormona, más bien conocida como La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Los mormones veneran su trabajo y su sacrificio, y comprenden es parte de la obra más importante de estos últimos días, y lo recuerdan como un mártir por la causa de la verdad. Fue perseguido sin piedad todos sus días; sin embargo, trabajó incansablemente para avanzar la obra del Señor.

Los mormones creen que Jesucristo estableció Su iglesia cuando estaba en la tierra. Esta iglesia fue dirigida personalmente por él, mientras que ministró en la tierra, y por medio de revelación a sus apóstoles y profetas, después de Su crucifixión. Los apóstoles, según consta en el Nuevo Testamento, eran constantemente llamados a corregir las ideas erróneas que proliferaron en las congregaciones cristianas. Algunas de estas ideas eran simples malentendidos de la verdadera doctrina, mientras que otras fueron concebidas por los hombres orgullosos. Pablo predijo que Cristo no vendría por segunda vez, a no ser que hubiera una apostasía general. Después de la muerte de los apóstoles, con la difusión de ideas erróneas y sin profetas para reemplazar a los apóstoles, se produjo una “gran apostasía”. Los hombres, teócratas y filósofos, legislaron doctrina de acuerdo a sus propias creencias, y la verdad se corrompió.

En la época en que José Smith era un niño, en los Estados Unidos y en otros lugares, hubo congregaciones de “restauradores”  ?aquellos que no creían en la reforma de la cristiandad ortodoxa, y tampoco en el protestantismo, sino en una restauración de la antigua iglesia de Cristo y la restauración de la verdad perdida.

La historia mormona es interesante, y quizás podría empezar con la edificación de la Iglesia de Jesucristo. Los mormones creen que la Reforma y la Ilustración en Europa fueron pasos hacia la restauración de la Iglesia de Cristo. El establecimiento de América, con sus libertades garantizadas, creó un entorno en el que la restauración podría sobrevivir. El Señor Jesucristo comenzó en 1820 a restaurar Su iglesia, una vez más a la tierra. Lo hizo a través del profeta José Smith, quien, a la edad de 14 años, deseaba saber más acerca de las diversas religiones que competían por conversos en el noreste de Estados Unidos. José deseaba saber qué secta se debía unir. En su registro personal, escribió:

“En medio de esta guerra de palabras y tumulto de opiniones, a menudo me decía a mí mismo: ¿Qué se puede hacer? ¿Cuál de todos estos grupos tiene razón; o están todos en error? Si uno de ellos es verdadero, ¿cuál es, y cómo podré saberlo? …Un día estaba leyendo la Epístola de Santiago, primer capítulo y quinto versículo, que dice: Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”.

Esta escritura impresionó a José de una manera profunda, y finalmente decidió aventurarse y personalmente preguntarle a Dios cuál de las sectas era la correcta. Entró en el bosque y se arrodilló a orar al Padre. Fue durante esta experiencia que él vio al Padre y al Hijo, y comenzó los muchos años de instrucción celestial que daría como fruto el que La Iglesia de Jesucristo estuviese de nuevo a la tierra. José Smith recibió mensajeros celestiales periódicamente y los relatos de estas visitas son tan lógicos como relatos de reuniones de negocios. La mayoría de estos mensajeros fueron seres resucitados que llevaban a cabo las instrucciones de Dios de acuerdo con sus mayordomías durante las dispensaciones religiosas en la tierra. Por lo tanto, Moroni, el último profeta en la antigua América, entregó las planchas de oro que contenían el Libro de Mormón. Moisés vino a José Smith para restaurar el Sacerdocio Aarónico. Elías llegó a él para restaurar el poder de sellamiento que ata tanto en el cielo como en la tierra. Pedro, Santiago y Juan volvieron a restablecer el sacerdocio mayor, el de Melquisedec. Y Cristo lo visitó en numerosas ocasiones para aceptar Sus templos sagrados e instruirlo. Estas visitas son de conocimiento común en la Iglesia. Los mormones aceptan la conexión de la Iglesia con el cielo con gratitud y razón y paz, y sin fanfarria, misticismo, o sensacionalismo.

La Iglesia de Jesucristo (Iglesia Mormona) ahora ha crecido hasta incluir más de 13 millones de miembros que viven en muchas naciones. La Iglesia Mormona tiene las mismas enseñanzas y la organización básica que tenía la Iglesia establecida por Jesús cuando Él vivía en la Tierra.

Los mormones creen que José Smith siguió la instrucción divina que recibió para devolver los mandamientos sagrados, las promesas, la autoridad del sacerdocio, y las ordenanzas de la iglesia de Cristo. Estas revelaciones importantes permiten que hombres y mujeres sean enseñados, reciban la salvación, y eventualmente vivan con Cristo de nuevo.

Pero ¿Cómo podemos saber con seguridad, si el libro es verdadero?