LA PRESENCIA DE DIOS EN MEDIO DE LA HISTORIA DEL HOMBRE.



A lo largo de la historia, Dios ha hablado a los hombres de muchas maneras, hoy nos ha hablado por medio de Jesucristo. Él se hace hoy presente en medio de su Iglesia, la Iglesia que él ha querido fundar. Cristo, única promesa de felicidad, se hace presente en la realidad de cada día, en cada hombre y en cada acontecimiento.

Por ello, este blog lo que pretende es reconocer a través de los hechos en la Iglesia, la presencia de Dios en medio de su Pueblo.

jueves, 5 de septiembre de 2019

Pensamiento

5.09.2019

PADRE PIERINO: La renuncia al yo es el regalo más hermoso que puedes darte a ti mismo.

La rinunzia all’io è il dono più bello che puoi dare a te stesso.


PADRE PÍO:

¡Ánimo! Jesús, por medio de quien ha elegido por tu guía, también a ti te dirige la misma voz que hizo oír a san Pablo. Combate como valiente y obtendrás el premio de las almas fuertes. No te abandones nunca a ti misma. En los momentos en los que la lucha es más dura y el abatimiento más fuerte, recurre a la oración; confía en Dios y no sucumbirás nunca a la tentación. Has de saber que, si el Señor te pone a prueba, nunca permitirá que ésta sea superior a tus fuerzas. Si te desprecia el mundo, alégrate, porque el primer odio lo soportó el autor de la vida, el divino Maestro. Si vives atribulada y afligida por toda clase de privaciones, de tentaciones y de pruebas por parte del demonio y de sus secuaces, levanta la mirada a lo alto, anímate; el Señor está contigo y no hay lugar para el temor.

El enemigo te hace la guerra, pero nunca podrá morderte. Lucha como valiente; lucha siempre contra los apetitos de la carne, contra las vanidades del mundo, contra las seducciones del oro y de los honores, con los que el demonio te tienta de continuo. Es cierto que el combate es terrible y penosa la lucha; pero, ¡arriba los corazones!; ten fija la mirada en lo alto; que te estimulen el mérito del triunfo, el consuelo inefable, la gloria inmortal que con esto damos a Dios.

(4 de septiembre de 1916, a María Gargani – Ep. III, p. 241)


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