LA PRESENCIA DE DIOS EN MEDIO DE LA HISTORIA DEL HOMBRE.



A lo largo de la historia, Dios ha hablado a los hombres de muchas maneras, hoy nos ha hablado por medio de Jesucristo. Él se hace hoy presente en medio de su Iglesia, la Iglesia que él ha querido fundar. Cristo, única promesa de felicidad, se hace presente en la realidad de cada día, en cada hombre y en cada acontecimiento.

Por ello, este blog lo que pretende es reconocer a través de los hechos en la Iglesia, la presencia de Dios en medio de su Pueblo.

miércoles, 7 de agosto de 2019

Pensamiento

7.08.2019

PADRE PIERINONo te desanimes cuando la mente está vacía, el corazón late sin saber para quién y los sentidos no sienten más. Un pequeño acto de amor a Jesús te da una fuerza inexplicable para seguir adelante. 

Non ti scoraggiare quando la mente è vuota, il cuore batte senza far sapere per chi e i sensi non sentono più. Un piccolo atto di amore a Gesù ti dà una forza inspiegabile per andare avanti.


PADRE PÍO:

¡Mi alma está totalmente volcada en el cuadro evidente de mi miseria! ¡Dios mío!, que yo soporte tan triste espectáculo; que se retire de mí tu rayo de luz refleja, porque no resisto contraste tan evidente. Padre mío, yo veo toda mi maldad y mi ingratitud en todo su esplendor; veo agazapado a mi hombre viejo, herido en sí mismo, que parece querer devolver a Dios su ausencia, negándole todos sus derechos, cuando el dárselos es su obligación primera. ¡Qué fuerza se necesita para sacarlo de ahí! ¡Dios mío, ven pronto en mi ayuda, pues tengo miedo de mí mismo, pérfida e ingrata criatura para con su creador, que la protege de sus poderosos enemigos!

No supe aprovecharme de tus espléndidos favores; y ahora me veo condenado a vivir en mi impotencia, encorvado sobre mí mismo, extraviado, mientras tu mano me va aplastando cada vez con más fuerza. ¡Ay de mí! ¿Quién me librará de mí mismo? ¿Quién me sacará de este cuerpo de muerte? ¿Quién me tenderá una mano para que no me vea envuelto y engullido por el inmenso y profundo océano? ¿Tendré que resignarme a ser apresado por la tempestad que me acosa cada vez más? ¿Será necesario que pronuncie el hágase ante el misterioso personaje que me dejó totalmente llagado, y que no desiste en su dura, áspera, aguda y penetrante actuación, y que, sin dejar tiempo para que cicatricen las llagas antiguas, ya está abriendo sobre ellas otras nuevas con infinito desgarro de la pobre víctima?

¡Ay!, padre mío; ¡venga en mi ayuda, por caridad! Todo mi interior llueve sangre, y con frecuencia la mirada tiene que resignarse a verla correr también por fuera. ¡Ah!, ¡cese en mí este desgarro, esta condena, esta humillación, esta confusión! No tengo fuerzas para poder y saber resistir.

(17 de octubre de 1918, al P. Benedicto de San Marco in Lamis – Ep. I, p. 1089)


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