LA PRESENCIA DE DIOS EN MEDIO DE LA HISTORIA DEL HOMBRE.



A lo largo de la historia, Dios ha hablado a los hombres de muchas maneras, hoy nos ha hablado por medio de Jesucristo. Él se hace hoy presente en medio de su Iglesia, la Iglesia que él ha querido fundar. Cristo, única promesa de felicidad, se hace presente en la realidad de cada día, en cada hombre y en cada acontecimiento.

Por ello, este blog lo que pretende es reconocer a través de los hechos en la Iglesia, la presencia de Dios en medio de su Pueblo.

domingo, 16 de junio de 2019

Pensamiento

16.06.2019

PADRE PIERINO: El don más grande que quiere hacer perder el maligno es la paz, fuerza divina para amar a Dios y el prójimo.

Il dono più grande che vuol far perdere il maligno è la pace, la forza divina per amare Dio e il prossimo.


PADRE PÍO:

Consideremos ahora lo que el alma debe practicar para que el Espíritu Santo pueda de verdad vivir en ella. Todo se reduce a la mortificación de la carne con los vicios y con las concupiscencias y al cuidarse del propio espíritu.

Por lo que se refiere a la mortificación de la carne, san Pablo nos advierte que «los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias». De la enseñanza de este santo apóstol se deduce que quien quiere ser verdadero cristiano, es decir, quien vive con el espíritu de Jesucristo, debe mortificar su carne, no por otra finalidad, sino por devoción a Jesús, quien por amor a nosotros quiso mortificar todos sus miembros en la cruz. Esa mortificación debe ser estable, firme, y no sólo a ratos, y que debe durar toda la vida. Más aún, el perfecto cristiano no debe contentarse con la mortificación rígida sólo en apariencia, sino que debe ser dolorosa.

Así debe llevarse a cabo la mortificación de la carne, ya que el Apóstol, no sin motivo, la llama crucifixión. Pero alguien podría contradecirnos: ¿por qué tanto rigor contra la carne? ¡Insensato!, si tú reflexionaras atentamente en lo que dices, te darías cuenta de que todos los males que padece tu alma provienen de no haber sabido y de no haber querido mortificar, como se debía, tu carne. Si quieres curarte en lo hondo, en la raíz, es necesario dominar, crucificar, la carne, porque ella es la raíz de todos los males.


23 de octubre de 1914, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 197)


 


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