5.06.2019
PADRE PIERINO: El afecto puro alimenta de manera desmedida el amor.
L’affetto puro alimenta in maniera smisurata l’amore.
PADRE PÍO:
Yo ya no vivo; y, con esta muerte sofocante en el alma, ya no hay nada que me impulse a vivir; y ninguna noticia sirve ya para disminuir este mi sueño mortal. Me adhiero o, mejor, me parece que me adhiero, y no sabría cómo, a las ayudas diligentes que hasta este momento me han llegado de usted. Inclino y me esfuerzo por inclinar gustosamente mi cabeza a todos los golpes de la justicia divina, justamente indignada conmigo. Pero no hay nada que me sirva para hacerme volver a la vida perenne, nada que me sirva para animar mi espíritu herido de muerte…; me adormilo y desfallezco…. A veces, las sacudidas más fuertes agitan mi espíritu, que se esfuerza por ser fiel; él se hace el valiente, pero después cede, buscando en vano volver a encontrar su tesoro perdido.
Además, padre mío, la oración es el aguijón de dolores y de sufrimientos morales, horrible al recordarlo. Yo ya no comprendo nada; no sé si mis plegarias son plegarias o más bien fuertes resentimientos que el corazón, en la plenitud de su dolor, dirige a su Dios. Siento en mí un abandono total, horrible para recordarlo cuando se está en él. Nada, absolutamente nada, fuera de los relámpagos rarísimos, veloces y de luz incierta, entre las espesas tinieblas, en las que uno está inmerso, que dicen al espíritu: Dios está en el bien. Pero Dios está siempre oculto al espíritu, que, vigilante, se consume en afanosas, pero siempre necesarias, búsquedas; y el pobre espíritu se va consumiendo entre tantos miedos a ofenderle, dado que está solo en una soledad desoladísima, solo con su ardiente carácter, solo con los asaltos internos y externos, solo con la corrupción natural, solo en los combates del enemigo.
(4 de junio de 1918, al P. Benedicto de San Marco in Lamis – Ep. I, p. 1026)
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