LA PRESENCIA DE DIOS EN MEDIO DE LA HISTORIA DEL HOMBRE.



A lo largo de la historia, Dios ha hablado a los hombres de muchas maneras, hoy nos ha hablado por medio de Jesucristo. Él se hace hoy presente en medio de su Iglesia, la Iglesia que él ha querido fundar. Cristo, única promesa de felicidad, se hace presente en la realidad de cada día, en cada hombre y en cada acontecimiento.

Por ello, este blog lo que pretende es reconocer a través de los hechos en la Iglesia, la presencia de Dios en medio de su Pueblo.

miércoles, 19 de junio de 2019

Pensamiento

19.06.2019

PADRE PIERINO: Jesús dice: «Bienaventurados los que trabajan por la paz».

Gesù dice: «Beati gli operatori di pace».


PADRE PÍO:

¿Dónde debo encontrar a mi Dios? ¿Dónde apoyar este pobre corazón, que siento como desgajarse del pecho? Lo busco con constancia, pero no lo encuentro; llamo al corazón del divino prisionero y no me responde. ¿Qué es, pues, esto? ¿Mi infidelidad lo ha hecho así de inflexible? ¿Podré esperar misericordia y que Él, al fin, escuche mis gritos, o debo renunciar a esta esperanza? Oh Dios, que la horridez de mi obstinación sea al fin vencida. ¡Bien mío!, que yo te ame al límite de ese amor que tú me pides; que yo te encuentre por fin en esta afanosa y lacerante búsqueda.

Padre mío, desnudo y desvalido está mi espíritu; árido y seco para su Dios está este corazón; espíritu y corazón ya casi no se mueven por aquel que los creó por su bondad. Ya casi no tengo fe; soy incapaz de levantarme en las alas afortunadas de la esperanza, virtud tan necesaria para abandonarse en Dios, cuando el momento álgido de la tempestad  golpea y la desbordante medida de mi miseria me aplasta. No tengo caridad. ¡Ah!, que amar a mi Dios es consecuencia de un conocimiento pleno, de una fe expresada en obras, y de unas promesas en las que el alma se sumerge, se recrea y se abandona, e incluso reposa en la dulce esperanza. No tengo caridad para el prójimo, porque ésta es consecuencia de aquélla; y, faltando la primera, de la que desciende a las ramas la savia vital, todas las ramas se secan.

(19 de junio de 1918, al P. Benedicto de San Marco in Lamis – Ep. I, p. 1033)


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