LA PRESENCIA DE DIOS EN MEDIO DE LA HISTORIA DEL HOMBRE.



A lo largo de la historia, Dios ha hablado a los hombres de muchas maneras, hoy nos ha hablado por medio de Jesucristo. Él se hace hoy presente en medio de su Iglesia, la Iglesia que él ha querido fundar. Cristo, única promesa de felicidad, se hace presente en la realidad de cada día, en cada hombre y en cada acontecimiento.

Por ello, este blog lo que pretende es reconocer a través de los hechos en la Iglesia, la presencia de Dios en medio de su Pueblo.

domingo, 18 de agosto de 2013

NUEVO BLOG DE LOS SIERVOS DEL SUFRIMIENTO EN ESPAÑA

Muy queridos amigos de "Sí, en la Iglesia"

En 1887, en Pietrelcina, nació Francisco Forgione, conocido como el Padre Pío de Pietrelcina. Durante su infancia fue un niño muy sensible y muy espiritual, tenía siempre en su vida como prioridad a Dios. Sus biografías nos relatan que ya desde los cinco años tuvo apariciones del Señor, de la Virgen y del mismo satanás. Él entendió, desde los pocos años de vida, el amor que el mismo Señor le tenía a él y a toda la humanidad. A los pocos años de entrar en el convento capuchino, recibe varías visitas de Satanás que le quería hacer  ver la inutilidad de entregar la vida a Jesucristo  El resistió a las tentaciones gracias a la oración, al Rosario y a la Eucaristía. Durante toda su vida se ha distinguido por ser un hombre de mucha oración y de mucha devoción a la Virgen María, rezaba con mucha frecuenta el rezo del Santo Rosario. 

Fue ordenado sacerdote en el año 1910 y desde este momento comenzó a tener grandes fiebres que en ocasiones le imposibilitaba ejercer su ministerio. Eran fiebres muy grandes que se pasaba días de reposo en la cama. En algunas ocasiones tuvo que salir del convento para recuperarse en su pueblo natal de Pietrelcina. 

El 20 de septiembre de 1918 recibe una gracia del Señor. Estando en la contemplación del crucificado y meditando su pasión, en el coro del convento, recibe los estigmas de nuestro Señor, en las manos, en los pies y en el costado, siendo así el primer sacerdote estigmatizado. En el proceso de canonización aparece recogido que existía otro estigma muy poco conocido por los que le rodeaban, era el estigma que se encontraba en el hombro, este era debido a la cruz de la humanidad, que el Señor le había concedido la gracia de llevar. En una carta que escribe a su director espiritual los describe así: "En medio de las manos apareció una mancha roja, del tamaño de un centavo, acompañada de un intenso dolor. También debajo de los pies siento dolor". Estos estigmas desapareceran antes de su muerte como el mismo Cristo le había prometido. Esto realmente fué una humillación para el Padre Pío ya que muchos, debido a este hecho, dudaron de que fueran reales estos estigmas. Entre los que dudaron estaban también numerosos eclesiásticos. Consideraban que la fuente de estas heridas era él mismo debido a sus problemas psicológicos.   

El día 20 de septiembre de 1968 el Padre Pío cumplía 50 años de su estigmatización. A los dos días de celebrar este acontecimiento, rezando al Señor y pronunciando las palabras ¡Jesús! ¡María!, el padre Pío cierra los ojos a este mundo para abrirlos a la vida eterna. Esto fue el día 22 de septiembre de 1968. 

Su Santidad Juan Pablo II, que conoció al Padre Pío y habló con él en alguna ocasión, le beatificó el día 2 de mayo de 1999 en la plaza de San Pedro. El 16 de junio del 2002 fue declarado Santo también en presencia de S.S. Juan Pablo II.
Hoy su cuerpo se encuentra expuesto a la veneración de los fieles desde el día 1 de junio de 2013 en San Giovanni Rotondo donde numerosos fieles acuden a pedir su intercesión y a aprender a vivir su vida cristiana desde el ejemplo de su espiritualidad. 
En una de las visitas a S. Giovanni Rotondo, el Padre Pierino  Galeone, sacerdote diocesano, recibe la encomienda del Padre Pío de fundar una institución que tuviera su propia espiritualidad, la cruz, el sufrimiento, la Eucaristía y la oración. Conoció al Padre Pío debido a una visita que tuvo para obtener la curación de una enfermedad (Cf. Blog) Surge por tanto, inspirado por el Padre Pío, la familia Espiritual de los Siervos del Sufrimiento.Esta familia comenzó a dar sus pasos con la consagración de la actual Madre del Instituto Georgina Tocci el día 16 de julio de 1957 junto al Padre Pío.
Para dar a conocer la espiritualidad del Instituto Secular "Servi della Sofferenza" (Siervos del Sufrimiento) hemos creado un blog en Español, ya que la pagina oficial está en Italiano. Aquí podéis conocer y dar a conocer la espiritualidad del Padre Pío, que como decía Juan Pablo II es una espiritualidad de mucha actualidad. Espero que os ayude en vuestra vida de seguimiento a Jesucristo. Nosotros los cristianos estamos llamados a asumir los sufrimiento de Cristo para luego poder ayudar a nuestros hermanos a llevar la cruz y los sufrimientos de cada día.  
El nuevo blog es:

            www.siervosdelsufrimiento.blogspot.com


sábado, 22 de junio de 2013

CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO 
Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS
Decreto
con el que se añade el nombre de san José 
en las Plegarias eucarísticas II, III y IV del Misal Romano

En el paterno cuidado de Jesús, que San José de Nazaret desempeñó, colocado como cabeza de la Familia del Señor, respondió generosamente a la gracia, cumpliendo la misión recibida en la economía de la salvación y, uniéndose plenamente a los comienzos de los misterios de la salvación humana, se ha convertido en modelo ejemplar de la entrega humilde llevada a la perfección en la vida cristiana, y testimonio de las virtudes corrientes, sencillas y humanas, necesarias para que los hombres sean honestos y verdaderos seguidores de Cristo. Este hombre Justo, que ha cuidado amorosamente de la Madre de Dios y se ha dedicado con alegría a la educación de Jesucristo, se ha convertido en el custodio del tesoro más precioso de Dios Padre, y ha sido constantemente venerado por el pueblo de Dios, a lo largo de los siglos, como protector del cuerpo místico, que es la Iglesia.
En la Iglesia católica, los fieles han manifestado siempre una devoción ininterrumpida hacia San José y han honrado de manera constante y solemne la memoria del castísimo Esposo de la Madre de Dios, Patrono celestial de toda la Iglesia, hasta tal punto que el ya Beato Juan XXIII, durante el Sagrado Concilio Ecuménico Vaticano II, decretó que se añadiera su nombre en el antiquísimo Canon Romano. El Sumo Pontífice Benedicto XVI ha querido acoger y aprobar benévolamente los piadosos deseos que han llegado desde muchos lugares y que ahora, el Sumo Pontífice Francisco ha confirmado, considerando la plenitud de la comunión de los santos que, habiendo peregrinado un tiempo a nuestro lado, en el mundo, nos conducen a Cristo y nos unen a Él.
Por lo tanto, teniendo en cuenta todo esto, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, en virtud de las facultades concedidas por el Sumo Pontífice Francisco, gustosamente decreta que el nombre de San José, Esposo de la Bienaventurada Virgen María, se añada de ahora en adelante en las Plegarias Eucarísticas II, III y IV de la tercera edición típica del Misal Romano, colocándose después del nombre de la Bienaventurada Virgen María, como sigue: en la Plegaria eucarística II: «ut cum beáta Dei Genetríce Vírgine María, beáto Ioseph, eius Sponso, cum beátis Apóstolis»; en la Plegaria eucarística III: «cum beatíssima Vírgine, Dei Genetríce, María, cum beáto Ioseph, eius Sponso, cum beátis Apóstolis»; en la Plegaria eucarística IV: «cum beáta Vírgine, Dei Genetríce, María, cum beáto Ioseph, eius Sponso, cum Apóstolis».
Por lo que se refiere a los textos redactados en lengua latina, se deben utilizar las fórmulas que ahora se declaran típicas. La misma Congregación se ocupará de proveer, a continuación, la traducción en las lenguas occidentales de mayor difusión; la redacción en otras lenguas deberá ser preparada, conforme a las normas del derecho, por la correspondiente Conferencia de Obispos y confirmada por la Sede Apostólica, a través de este Dicasterio.
No obstante cualquier cosa en contrario.
Dado en la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, el día 1 de mayo del 2013, memoria de San José Obrero.

Antonio, Card. Cañizares Llovera
Prefecto
 + Arturo Roche
Arzobispo Secretario



FÓRMULAS QUE CORRESPONDEN AL NOMBRE DE SAN JOSÉ

Formulae quae ad nomen Sancti Joseph spectant
in Preces eucharisticas II, III et IV Missalis Romani inserendae,
linguis anglica, hispanica, italica, lusitana, gallica, germanica et polonica exaratae
Probatum
Ex aedibus Congregationis de Cultu Divino et Disciplina Sacramentorum, die 1 mensis Maii 2013.

+ Arturus Roche
Archiepiscopus a Secretis

Anglice
In Eucharistic Prayer II:
"that with the Blessed Virgin Mary, Mother of God, with blessed Joseph, her Spouse, with the blessed Apostles...";
In Eucharistic Prayer III:
"with the most Blessed Virgin Mary, Mother of God,
 with blessed Joseph, her Spouse, with your blessed Apostles and glorious Martyrs...";
In Eucharistic Prayer IV:
"with the Blessed Virgin Mary, Mother of God,
 with blessed Joseph, her Spouse, and with your Apostles...".

Hispanice
En la Plegaria eucarística II:
«con María, la Virgen Madre de Dios, su esposo san José, los apóstoles y...»;
En la Plegaria eucarística III:
«con María, la Virgen Madre de Dios, su esposo san José, los apóstoles y los mártires...»;
En la Plegaria eucarística IV:
«con María, la Virgen Madre de Dios, con su esposo san José, con los apóstoles y los santos...».

Italice
Nella Preghiera eucaristica II:
«insieme con la beata Maria, Vergine e Madre di Dio, con san Giuseppe, suo sposo, con gli apostoli...»;
Nella Preghiera eucaristica III:
«con la beata Maria, Vergine e Madre di Dio, con san Giuseppe, suo sposo, con i tuoi santi apostoli....»;
Nella Preghiera eucaristica IV:
«con la beata Maria, Vergine e Madre di Dio, con san Giuseppe, suo sposo, con gli apostoli...».

Lusitane
Na Oração Eucarística II:
"com a Virgem Maria, Mãe de Deus, com São José, seu esposo, os bem-aventurados Apóstolos...";
Na Oração Eucarística III:
"com a Virgem Santa Maria, Mãe de Deus, com São José, seu esposo, os bem-aventurados Apóstolos...";
Na Oração Eucarística IV:
"com a bem-aventurada, Virgem Maria, Mãe de Deus, com São José, seu esposo, os Apóstolos...".

Gallice
Dans la Prière eucharistique II:
« avec la Vierge Marie, la bienheureuse Mère de Dieu, avec saint Joseph, son époux, les Apôtres ... »;
Dans la Prière eucharistique III:« auprès de la Verge Marie, la bienheureuse Mère de Dieu, avec saint Joseph, son époux, les Apôtres ... »;
Dans la Prière eucharistique IV:
« auprès de la Vierge Marie, la bienheureuse Mère de Dieu, auprès de saint Joseph, son époux, des Apôtres ... ».

Germanice
Eucharistisches Hochgebet II:
"mit der seligen Jungfrau und Gottesmutter Maria, dem seligen Joseph, ihrem Bräutigam,mit deinen Aposteln...";
Eucharistisches Hochgebet III:
"mit der allerseligsten Jungfrau und Gottesmutter Maria, mit dem seligen Joseph, ihrem Bräutigam, mit deinen heiligen Aposteln...";
Eucharistisches Hochgebet IV:
"mit der seligen Jungfrau und Gottesmutter Maria, mit dem seligen Joseph, ihrem Bräutigam, mit deinen Aposteln...".

Polonice
II Modlitwa eucharystyczna:
«z Najświętszą Bogurodzicą Dziewicą Maryją, ze świętym Józefem, Jej Oblubieńcem, ze świętymi Apostołami...»;
III Modlitwa eucharystyczna:
«z Najświętszą Dziewicą, Bogurodzicą Maryją, ze świętym Józefem, Jej Oblubieńcem, ze świętymi Apostołami...»;
IV Modlitwa eucharystyczna:
«z Najświętszą Dziewicą, Bogurodzicą Maryją, ze świętym Józefem, Jej Oblubieńcem, z Apostołami...».

jueves, 28 de febrero de 2013

¡Gracias Santo Padre!


Muy queridos hermanos de "Sí, en la Iglesia". Desde este momento la catedra de Pedro entra en sede vacante, el Papa Benedicto XVI renunció a ser Obispo de Roma. Por ello desde este blog le damos gracias por todos los beneficios que nos ha concedido y por su gran magisterio. Pedimos por él para que el Señor le siga bendiciendo y por el nuevo sumo Pontífice que será elegido proximamente en el conclave por el colegio de cardenales.


martes, 26 de febrero de 2013

Cuaresma: Lo que fue y lo que es

Modelada sobre el ejemplo de Moisés y Elias, los cuales después de un ayuno de cuarenta días fueron admitidos a la visión de Dios, y más todavía a imitación del retiro y del ayuno cuadragenario realizado por Cristo en el desierto, vemos aparecer en la Iglesia a principios del siglo IV la observancia de un período sagrado de cuarenta días, llamado por esto Cuaresma, como preparación a la Pascua, pero -recuerda el gran liturgista italiano Mario Righetti- entendida ésta en su concepto primitivo, es decir, no como aniversario de la resurrección de Cristo, sino como los dos días (Viernes y Sábado Santo) conmemorativos de su inmolación en la cruz para rescate del mundo, según la frase del Apóstol: Pascha nostrum immolatus est Christus (Cor. 5:17). Sólo en un momento posterior se comenzó a usar el término Pascha como sinónimo exclusivo de la dominica de Resurrección

Nos recuerda otro liturgista, el español Monseñor Julián López Martín, que el tiempo de Cuaresma más o menos como lo conocemos actualmente no es anterior al siglo IV y en muchas Iglesias es ciertamente posterior. Sin embargo, la celebración de la Pascua contó siempre con una cierta preparación, consistente en un ayuno de dos o de tres días de duración. En la antigüedad solamente se celebraba la eucaristía los domingos, pero se ayunaba todos los miércoles y viernes del año, excepto durante el tiempo pascual. Por eso, muy pronto, el ayuno que precedía a la solemnidad de la Pascua, iniciado en realidad el miércoles precedente, terminó por abarcar la semana entera.

En los documentos existentes de los primeros tres siglos encontramos una diversidad de prácticas en lo tocante a este ayuno anterior a la Pascua, e incluso una gradual evolución de su período de duración. Explica Herbert Thurston que el pasaje más importante es uno citado por Eusebio de Cesárea (Historia Ecclesiastica V, 24) de una carta de San Ireneo al Papa Víctor con relación a la Controversia de Pascua. En él, Ireneo dice que no sólo existe una controversia acerca de la fecha de observancia de la Pascua, sino también acerca del ayuno preliminar. «Pues -continúa- algunos piensan que hay que ayunar durante un día, otros que durante dos, y otros que durante varios, e incluso otros aceptan que afirman que deben hacerlo durante cuarenta horas continuas, de día y de noche». Podemos, así, concluir que en el año 190 Ireneo no sabía de ningún ayuno pascual prolongado, y mucho menos de cuarenta días como hoy lo conocemos.

Algo parecido se puede concluir de la lectura de Tertuliano que en sus escritos como montanista contrasta el tiempo breve del ayuno católico (i.e. «los días cuando el novio les será arrebatado», que probablemente se referían al Viernes y Sábado Santos) con el más largo, aunque aún restringido, de una quincena, que era observado por los montanistas. Obviamente se refería a un ayuno muy estricto (xerophagiæ: ayuno seco), pero no hay indicación alguna en sus escritos- aunque escribió todo un tratado «De jejunio» y con frecuencia toca el asunto en otras obras- que estuviese familiarizado con algún período de cuarenta días consagrados a ayunar más o menos continuamente.

Sin excepción alguna, los Padres pre-nicenos guardan el mismo silencio en torno a ese tipo de ayuno, a pesar de que muchos de ellos pudieron haberlo mencionado si hubiese sido una institución apostólica. No existe, por resaltar unos ejemplos, mención alguna de la Cuaresma en San Dionisio de Alejandría (Ed. Feltoe, 94 ss.) ni en la «Didascalia», fechada por Funk en las cercanías del año 250. Empero, ambos hablan abundantemente del ayuno pascual.

Existen datos que sugieren que la Iglesia de la Era Apostólica celebraba la Resurrección de Cristo no con una festividad anual, sino semanal. De aceptarse esos datos, la liturgia dominical constituía el recuerdo semanal de la Resurrección, y el ayuno del viernes, el de su Pasión. Esa teoría ofrece una explicación natural a la amplia divergencia que hallamos en la mitad final del siglo II en lo tocante al tiempo adecuado para observar la Pascua y a la manera del ayuno pascual. Había consenso total en cuanto a la observancia semanal del domingo y del viernes, por ser algo primitivo, pero la fiesta anual de la Pascua constituía algo impuesto por el proceso natural de desarrollo, influenciado en gran parte por las condiciones de cada iglesia, tanto en Occidente como en Oriente. No sólo eso, sino que a una con la fiesta de la Pascua parece haberse introducido un ayuno preparatorio, para conmemorar la Pasión o, dicho de otro modo: «los días en los que les sería arrebatado el novio». Se trataría de un ayuno de dos o de tres días de duración: Viernes y Sábado Santos (días de ayuno), que con el Domingo formaron el «triduo». Era un ayuno más sacramental que ascético; es decir, tenía un sentido pascual (participación en la muerte y resurrección de Cristo) y escatológico (espera de la vuelta de Cristo Esposo, arrebatado momentáneamente por la muerte). Poco después la Didascalía habla de una preparación que dura una semana en la que se ayuna, si bien el ayuno tiene ya también un sentido ascético, es decir, de ayuno, abstinencia, sacrificio, mortificación.

Ya en el siglo IV este ayuno se extiende a otras dos semanas más, dejando los domingos, en los que también estaba prohibido ayunar. Esta época es la que conoce el mayor esplendor del catecumenado de adultos, cuya última etapa, la inmediatamente anterior a la recepción de los sacramentos de la iniciación cristiana, se desarrollaba en estas semanas anteriores a la Pascua. También es entonces cuando mayor impulso recibe otra importantísima institución pastoral de la Iglesia antigua: la penitencia pública de los grandes pecados, con el rito de la reconciliación de los penitentes en la mañana del Jueves santo. Aunque este modo de obtener el perdón de los pecados duraba varios años, lo mismo que el catecumenado, sin embargo, todos los años, al comenzar el período de preparación para la Pascua y a su término, en la mañana del Jueves Santo, se celebraban los ritos de entrada en el orden de los penitentes y el rito de la reconciliación, respectivamente.

A finales del siglo IV ya se contaron cuarenta días de ayuno, sin duda por influjo del ayuno del Señor en el desierto, que comenzaban el domingo primero de la Cuaresma. Como la reconciliación de penitentes se hacía el Jueves Santo, se determinó, al objeto de que fueran cuarenta días de ayuno, comenzar la Cuaresma el Miércoles de ceniza, ya que los domingos no se consideraban días de ayuno. Así, la preparación pascual se alargó en Roma a seis semanas –también con ayuno diario, excepto los días indicados, es decir, sábados y domingos-, de las que quedaban excluidos el viernes y sábado últimos, pertenecientes al Triduo Sacro.

El historiador de la Cuaresma advierte muchas fluctuaciones en las distintas iglesias a la hora de empezar la cuenta atrás de los cuarenta días a partir del comienzo del primitivo ayuno prepascual, o sea, el Jueves Santo, o a partir del domingo de Pascua o incluso del actual domingo de Ramos. El resultado es una acumulación de estratos o períodos superpuestos, de manera que ya en el siglo VII no sólo hay una Cuadragésima -40 días, desde el domingo I de Cuaresma hasta el Jueves Santo inclusive-, sino también una Quincuagésima -50 días, contados desde el domingo anterior al I de Cuaresma hasta el de Pascua-, una Sexagésima -60 días, que avanzan hacia atrás otro domingo más y concluyen, asombrosamente; el miércoles de la octava de Pascua- y una Septuagésima -70 días, a base de ganar otro domingo aún y concluir en el II de Pascua.

Esta evolución cuantitativa se extendió también a las celebraciones. En efecto, la Cuaresma más antigua en Roma sólo tenía como días litúrgicos los miércoles y los viernes; en ellos, reunida la comunidad, se hacía la «statio» cada día en una iglesia diferente. En tiempos de san León (440-461), se añadieron los lunes. Posteriormente, los martes y los sábados. El jueves vendría a completar la semana, durante el pontificado de Gregorio II (715-731). Esta especie de Precuaresma, en la que se usaba el color morado y se suprimía el Gloria y el Aleluya, ha durado hasta la promulgación del nuevo Calendario romano en 1969.

También en la Iglesia en Roma, surgió la práctica de que los pecadores que querían recibir la reconciliación al final de la Cuaresma, el Jueves Santo, llamados «penitentes» comenzaran su penitencia pública el primer día de la Cuaresma. Ellos eran salpicados de cenizas, vestidos en sayal y obligados a mantenerse lejos hasta que se reconciliaran con la Iglesia el Jueves Santo o el jueves antes de la Pascua. Estas prácticas cayeron en desuso (del siglo VIII al X). Entonces, en el siglo XI, desaparecida ya la institución de los penitentes como grupo, viendo que el símbolo de la imposición de la ceniza al iniciar la Cuaresma era bueno, se empezó a realizar este rito para todos los cristianos, de modo que toda la comunidad se reconocía pecadora, dispuesta a emprender el camino de la conversión cuaresmal.

Como consecuencia de la desaparición del catecumenado (o bautismo de adultos) y del itinerario penitencial (o de la reconciliación pública de los pecadores notorios), la Cuaresma se desvió de su espíritu sacramental y comunitario, llegando a ser sustituida por innumerables devociones y siendo ocasión de «misiones populares» o de predicaciones extraordinarias para el cumplimiento pascual, en las que –dentro de una atmósfera de renuncia y sacrificio- se ponía el énfasis en el ayuno y la abstinencia. En la temprana Edad Media, a lo largo de la mayor parte de la Iglesia Occidental, la Cuaresma consistía en cuarenta días de ayuno, y seis domingos. Desde el inicio de esa temporada, hasta su final, quedaban prohibidos la carne y los «lacticinia», incluso los domingos, y durante los días de ayuno sólo se hacía una comida al día, la que no podía realizarse antes de oscurecer. Pero ya en una época muy temprana (encontramos la primera mención de esto en Sócrates), se comenzó a tolerar la práctica de romper el ayuno a la hora de nona, o sea a las tres de la tarde. Sabemos, en particular, que Carlomagno, alrededor del año 800, tomaba su refacción cuaresmal a las 2 de la tarde.

Explica Thurston que todavía más material fue el relajamiento causado por la introducción de la «colación». Esta parece haber comenzado en el siglo IX, cuando el Concilio de Aix la Chapelle autorizó la concesión, aún para los monasterios, de un trago de agua u otra bebida al atardecer para aquellos que estuviesen fatigados por el trabajo manual del día. De este pequeño inicio se desarrolló una mayor indulgencia. El principio de la parvitas materiae, o sea, que una cantidad pequeña de alimento no rompe el ayuno mientras no sea tomada como parte de una comida, fue adoptado por Santo Tomás de Aquino y otros teólogos. A lo largo de los siglos se reconoció que una cantidad fija de comida sólida, menor de seis onzas, podía ser tomada después de la bebida del mediodía. Puesto que esa bebida vespertina, cuando se comenzó a tolerar en los monasterios del siglo IX, se tomaba a la hora en que se leían en voz alta las «collationes» (conferencias) del Abad Casiano a los hermanos, esta pequeña indulgencia llegó a ser conocida como «colación, y así se ha llamado desde entonces.

Otro tipo de mitigaciones, de naturaleza más substancial, se introdujo en la observancia de la Cuaresma durante el curso de los últimos siglos, hasta llegar a la disciplina actual, muy moderada en comparación con lo que hemos visto y que vuelve a tener un marcado sentido catecumenal con el aumento en la actualidad de bautismos de adultos. Para comenzar, se toleró la costumbre de tomar una taza de líquido (por ejemplo, café, té e incluso chocolate) con un trozo de pan o una tostada temprano en la mañana. Y en lo que toca más de cerca de la Cuaresma, la Santa Sede concedió sucesivos indultos para permitir la carne como alimento en la comida principal, primero los domingos y después en dos, tres, cuatro y cinco días a la semana, hasta casi abarcar todo el período. Más recientemente, el Jueves Santo, en el que siempre se había prohibido la carne, fue beneficiario de la misma indulgencia. En los Estados Unidos, por concesión de la Santa Sede, se logró que los trabajadores y sus familias comieran carne todos los días, excepto los viernes, el Miércoles de Ceniza, el Sábado Santo y la Vigilia de Navidad. La única compensación para tanta mitigación fue la prohibición de tomar carne y pescado simultáneamente en la misma comida.

Alberto Royo Mejía, sacerdote



lunes, 14 de enero de 2013

LAS VIRTUDES DE PABLO VI


Fallecido Pablo VI el día de la fiesta de la Trasfiguración del Señor -6 de agosto- de 1978, precisamente su fiesta preferida según cuentan los que le conocieron, no habían pasado ni dos años cuando el entonces obispo de Brescia, Mons. Luigi Morstabilini, comenzaba a dar los primeros pasos dirigidos hacia la posible Canonización de tan insigne hijo de aquellas tierras. Para ello, pidió consejo al Cardenal Agostino Casaroli, entonces Secretario de Estado del Vaticano, el cual, tras consultar a la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos (que así se llamaba hasta que Juan Pablo II les quitó el apelativo de «sagradas» a las congregaciones vaticanas), respondió en modo totalmente favorable.
El siguiente paso fue consultar al clero de Brescia, a la conferencia de los obispos de Lombardía y a la Conferencia Episcopal Italiana. Todas las respuestas fueron ampliamente positivas y a ellas se unió la petición unánime de la Conferencia Episcopal de Latino América, presidida entonces por el Cardenal Antonio Quarracino. Comenzó así a moverse la maquinaria -entonces más lenta, hoy mucho más ligera- de los pasos previos que llevarían años después al Proceso de Canonización, que conllevó el interrogatorio de numerosos testigos: En Roma 63, en Milán 71 y en Brescia 58, entre ellos gran número de cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos y seglares. Sólo a modo de ilustración, nótese que fueron interrogados bastantes más que en el Proceso de Juan Pablo II.
El Proceso, después de seguir los diferentes pasos que especifica la legislación canónica y cuya descripción nos llevaría lejos del propósito de este artículo, concluyó su primera gran fase con la promulgación en el pasado diciembre del decreto por el que se reconoce la heroicidad de sus virtudes. No fue una sorpresa, se esperaba dicho decreto así como se espera pronto la resolución del estudio de un milagro atribuido a su intercesión y que, de ser positiva, abriría las puertas a una próxima Beatificación. Y sin embargo para algunos ha sido una sorpresa pues Pablo VI ha sido en cierto sentido un gran desconocido.
El que escribe estas líneas reconoce no saber mucho de la vida espiritual y las virtudes por parte de Pablo VI que, por otra parte, falleció cuando yo era pequeño y de lo último que me preocupaba era de las cosas de la Iglesia. Por eso, me he acercado a su Proceso de Canonización para poder aprender algo más sobre este gran Pastor de la Iglesia al que le tocó vivir tiempos difíciles y sobre cuya actuación se oyen cosas para todos los gustos. Precisamente sobre esto último el actual Prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, Cardenal Angelo Amato, ha recordado recientemente que el aprobar la heroicidad de las virtudes de Pablo VI no supone aprobar todas y cada una de las acciones de su pontificado, como ocurrió con Juan Pablo II, Juan XXIII, Pío IX o Pío XII, lo cual ya se sabía pero que es bueno recordar para no confundir conceptos.
Y al acercarnos al Proceso de Pablo VI observamos que la heroicidad de sus virtudes ha sido aprobada por los teólogos y los prelados correspondientes con una unanimidad que no obtuvieron en su día otros Pontífices, un consenso casi laudatorio, lo cual se ha debido en gran parte al buen hacer de los Postuladores de la Causa -primero el P. Molinari sj., después el P. Marrazzo cssr- que han allanado el camino planteando todas las posibles dificultades y buscando las respuestas, sin ocultar los problemas, que siempre hay cuando se trata de alguien que se dedicó por tantos años a labores de gobierno y obviamente no siempre contentó a todos.
Pero la imagen más certera de Pablo VI la han transmitido en el Proceso aquellos que mejor lo conocieron, sus más íntimos colaboradores, los cuales hablan de él como un hombre lleno de Dios que tuvo que vivir y gobernar la Iglesia en unos momentos muy difíciles, sea por los cambios internos de la misma, sea por las circunstancias del mundo en aquellos años. Los testigos hablan todos de dichos sufrimientos. Así, por ejemplo, el también Siervo di Dios, cardenal Pironio:
«Creo que ha sido el Papa que más ha sufrido en este siglo. Soy testigo, como predicador de sus ejercicios en 1974 y como colaborador íntimo suyo del 1975 al 1978, de sus sufrimientos morales y espirituales. Las dificultades provenían de dentro de la Iglesia, de miembros de la Curia Romana, pero siempre lo vi firme y confiado, abandonado en las manos de Dios. Pablo VI vivió la ‘gran tribulación’ del postconcilio, pero siempre con serenidad y fortaleza. Creo que sus dos sufrimientos mayores fueron las secularizaciones de sacerdotes y la no comprensión y recta aceptación del Concilio»
Pero, en medio de tanta dificultad, añade el purpurado argentino:
«Su vida y su ministerio manifiestan a un hombre de profunda oración, de particulares experiencias contemplativas, de especial penetración de las Escrituras y los misterios de la Fe. Y lo definiría como un ‘vir contemplativus continuo a Spiritu Sancto ductus’»
Otro de sus grandes colaboradores, el entonces vicario para la diócesis de Roma, cardenal Ugo Poletti, habla en términos parecidos:
«Si hay que subrayar una característica de su pontificado, es el continuo crecimiento de amor y dolor por la Iglesia y por toda la humanidad, alimentado de fe y sabiduría. En el ámbito de la Curia y de la Iglesia, su pontificado fue todo fe, amor, servicio y dolor- Creo poder afirmar que, por lo menos en los últimos diez años de su pontificado, lo vivió todo en una atmósfera espiritual interior que le ayudaba a ver todo ‘sub specie aeternitatis’, con un estilo de oración y ofrecimiento que solamente podían provenir de su íntima unión con Dios»
Sobre la profundidad de su vida espiritual, una dirigida espiritual suya durante muchos años nos habla de su vida de oración:
«Se puede decir, sin sombra de duda, que además de ser un gran maestro de oración, era en su misma vida una oración viviente; era una llama siempre luminosa porqué estaba alimentada con esa relación con Dios que es la oración y quien acudía a él acerca de ella quedaba siempre iluminado y enfervorecido»
Los testigos van desgranando una por una, las virtudes de este gran Pontífice, entre las que destacan su fe indestructible y su caridad pastoral. Muchas serían las anécdotas que podríamos reproducir, pero nos quedamos con ésta de Mons. Rigali:
«Entre los aspectos de su personalidad que siempre he admirado porque los viví en primera persona, sobre todo en las audiencias privadas en las que hacía de intérprete del inglés, puedo afirmar que están su grandísima caridad pastoral y su profunda claridad apostólica. Recuerdo la audiencia privada concedida al obispo anglicano que era el Secretario de la Comunión Anglicana, el cual apoyaba basándose según él en la Sagrada Escritura, el sacerdocio femenino. Pablo VI lo escuchó con paciencia y con actitud caritativa, pero al final reaccionó con firmeza y me pidió traducir al interlocutor estas palabras: ‘Esto no lo puedo aceptar, porque me llamo Pedro, lo cual quiere decir absoluta fidelidad a Jesucristo’. El prelado anglicano salió muy impresionado por la fuerza de las palabras del Papa y me repitió varias veces: ‘¡Qué hombre!, ¡qué hombre!»
El que fue su secretario personal, Mons. Magee, nos habla de las manifestaciones de esa caridad pastoral para con los equivocados e incluso los malintencionados:
«Un día le dije: ‘Santidad, veo que usted perdona siempre’ y él me respondió: ‘Si, tenemos que perdonar a los demás, es lo primero que hay que hacer cuando se ve algo que no es recto, también es los ambientes vaticanos’. Nunca tenía palabras de condena hacia nadie, intentaba buscar justificaciones. Una vez me dijo: ‘Mira, para un sacerdote esta debe ser siempre la primera virtud porque es el dispensador de la misericordia de Dios. Nosotros debemos sentir los primeros la obra del perdón de Dios dentro de nosotros. Yo no debo condenar a nadie, soy ministro del perdón»
Los testigos del Proceso de Canonización de Papa Montini no han omitido el hablar de las críticas que se le dirigían, como nos cuenta un colaborador suyo en Milán, Mons. Pizzagalli:
«las críticas, muy superficiales, que venían de los que no le conocían bien, eran sobre su seriedad y recogimiento, pues raramente sonreía. Cuando partió para el cónclave, le dije a Mons. Macchi: ‘será elegido Papa, pero recomiéndele que sonría un poco más’. Parece una banalidad, pero lo hacía porque me sentaba mal que no se le reconociese su bondad de ánimo, sus sentimientos exquisitos, pues merecía ser alabado por todos. Su aparente seriedad excesiva me dolía porque no correspondía con la realidad»
Sobre su seriedad nos habla también Mons. Macchi:
«Pablo VI, a diferencia de cómo aparecía en los mass-media que lo han querido presentar como un personaje triste, angustiado o parecido a Hamlet, fue en realidad un hombre de gran sencillez, humildad y serenidad interior. No creo que haya perdido nunca la paz. Evidentemente no podía tener siempre la sonrisa en los labios, entre otras cosas porque las dificultades eran tantas que era fácil aparecer serio, pero él sabía que uno es el que siembra y otro el que recoge.»
Hombre sereno, «acostumbrado al sufrimiento», fue criticado por su supuesta debilidad en el gobierno de la Iglesia, sobre todo en ciertos momentos más espinosos, pero en el Proceso de Canonización han salido a la luz sus actuaciones firmes en el Concilio Vaticano II (véase el artículo del blog «Temas de historia de la Iglesia» llamado «Juan concibió el Concilio, Pablo lo dio a luz»), ante el Catecismo Holandés, en la publicación de la Humanae Vitae, etc, a veces en contra de grandes personalidades de la Iglesia, incluso de enteros episcopados y, por supuesto, en contra normalmente de los mass-media. Sin duda en los 15 años de pontificado hubo otras actuaciones menos firmes, pero sus colaboradores han insistido que no fue por debilidad, sino por intentar salvar lo salvable cuando se trataba de personas.
Para concluir -aunque se podría decir mucho más, son tres volúmenes gordos de declaraciones de los testigos- repetir la expresión de Mons. Luigi Giussani cuando le preguntaron sobre la posibilidad de beatificar a Pablo VI. Respondió: «¿Beatificar a Pablo VI? Pues si no le beatifican a él, ¿A quién van a beatificar?». Está claro que alguno no estará de acuerdo. Me cuentan de una comunidad de monjas tradicionalistas en otro país europeo que poco a poco se iban acercando a la Iglesia pero que cuando oyeron la noticia de la declaración de las virtudes heroicas de Pablo VI cortaron radicalmente dicho acercamiento porque la fundadora del monasterio tuvo hace años una visión de Pablo VI en las calderas de Pedro Botero. Para todos los gustos tiene que haber gente, aunque a veces del buen al mal gusto hay poca distancia y de éste al pésimo, hay un solo paso.

P. Alberto Royo Mejía, sacerdote

jueves, 10 de enero de 2013

¿te asusta la cruz?

Si te asusta, quizá es porque en tu oración no la contemplas lo suficiente. ¿Crees, acaso, que un cristianismo sin cruz es posible? Eso que te cuesta, las renuncias y molestias de cada día, los imprevistos, tus luchas y caídas, las humillaciones e incomprensiones, las dificultades y trabajos, los dolores, fracasos, enfermedades, todo, todo puede ser semilla de una gran fecundidad apostólica si sabes vivirlo no con simple resignación, ni siquiera con serena aceptación, sino como aquel que quiere clavarse con su Cristo en la misma cruz. Pídele, sin miedo, que te conceda el gozo de la cruz y no quieras dejar atrás ninguna puerta abierta a la entrega mediocre y a los fáciles consuelos humanos. Abraza la cruz de tu día a día, esa que Dios ha hecho a tu medida, y verás que en ella serás abrazado, consolado por el Cristo que sufre contigo y se crucifica en ti. Algo faltará siempre a la cruz de Cristo mientras tu sigas empeñado en buscar una entrega a medias, acomodada, sin oscuridades ni pruebas. Allí, en el Gólgota, muchos abandonaron al Maestro crucificado por el escándalo de la cruz. ¿Y tu? ¿Huirás también, como ellos? No te asuste permanecer firme al pie de la cruz, como María, con María, aunque, como Ella, no entiendas por qué el camino de la redención haya de ser camino de cruz. 

Mater Dei
Archidiócesis de Madrid

martes, 8 de enero de 2013

"si no os hacéis como niños..."

Fíjate en los niños. Son sacramentos de Dios. El Señor afirmó, ante la mirada escandalizada y desconcertada de sus discípulos, que "de los que son como ellos es el Reino de los cielos" (Mc 10,14-15). Los niños dependen en todo del amor de sus padres. Aman y son amados, y en eso consiste todo su vivir. Su atractivo irresistible nace de la sencillez con que viven una confianza ciega, inaudita, en el amor del padre y de la madre. ¿Por qué no puede ser ése tu camino de santidad? María fue Madre de Cristo porque supo mantenerse siempre Niña ante Dios Padre. Fue la “pequeña del Padre”. Su maternidad no se entiende sin su filiación. Para vivir como Ella la maternidad espiritual hay que permanecer siempre niños, pequeños, hijos. La espiritualidad de la infancia espiritual no tiene nada de blandenguería ni es un camino de santidad de segunda categoría. Con ser pequeño en las formas, ese "caminito" –como gustaba de llamarlo Teresa de Lisieux– va forjando almas grandes en la entrega y en el amor. No te apoyes en tus méritos, cualidades, planes y pronósticos, en tus juicios y valoraciones, en tus estados de ánimo o en tus dotes y virtudes espirituales. Sólo quien vive el más confiado abandono en el amor del Padre y de la Madre es capaz de gustar y contagiar la paz y la alegría de los niños.

Mater Dei
Archidiócesis de Madrid

viernes, 4 de enero de 2013

El espíritu santo, alma de todo apostolado

¿Cómo pretendes ver frutos en tu dedicación apostólica si prescindes del Espíritu Santo? Si quieres resucitar tu fe y tu vida mortecinas, el Espíritu Santo es alma que da vida a tus obras muertas. Si quieres curar tus cegueras, sanar las costras de tus pecados, aliviar las dolencias de tus miserias y debilidades, invoca al Espíritu Santo y verás cómo te inunda el bálsamo de su presencia. El Espíritu Santo fecunda el seno de las vírgenes. Por obra del Espíritu Santo María fue Madre de Dios. Por su maternidad virginal, María fue cauce, en su Hijo, del don universal del Espíritu. Lo materno es obra del Espíritu, adorado como Señor y dador de vida. No te canses de invocar el don del Espíritu Santo a diario, en toda circunstancia, en cualquier necesidad, sobre las personas que quieres, sobre los que tienen necesidad, sobre aquellos que han caído en pecado, sobre aquellos vencidos por el desánimo, sobre los que dudan de su vocación... ¡Ven, Espíritu Santo! ¡Ven, Espíritu Santo! Y a cada invocación una gota de vida divina caerá sobre la tierra reseca y marchita de muchos corazones, también del tuyo. Tu mejor compañero de apostolado ha de ser este Espíritu consolador y dador de vida. Verás cómo, al calor de su presencia, las situaciones más difíciles y las almas más pertinaces se ablandan como la cera encendida. 


Mater Dei
Archidiócesis de Madrid

miércoles, 2 de enero de 2013

Imprégnalo todo de sencillez

La lógica del mundo es complicada y rebuscada, llena de recovecos, caretas y artificios simulados, todo para conseguir tan sólo unas migajas de prestigio, de influencia, de poder o de dinero. Cuánta hipocresía y falsedad allí donde crees encontrar aprecio, interés y afable cortesía. Cuánta política de intereses, cuánto egoísmo y cuánta egolatría detrás de fines buenos e, incluso, de apariencia muy cristiana. ¿Crees, acaso, que el corazón del hombre, abandonado a sí mismo, es capaz de algo bueno sin Dios y sin su gracia? La sencillez, en cambio, cautiva y atrae los corazones más endurecidos, suaviza las situaciones más tensas, suscita la confianza de los demás, gana amistades y afectos. Sencillez en el trato con los demás, en tu oración, en tu alegría, en tu saber estar, en tu quehacer laboral, en tu entrega apostólica. Simplicidad, sobre todo, en tu vida espiritual y en tu relación con Dios, pues cuanto más sencillo es todo más lleva la huella y la presencia de Dios. En las circunstancias más anodinas e insustanciales, en las más aparentemente ineficaces, en la sencillez de lo más ordinario, ahí se te da el Señor con una plenitud capaz de desbordar y traspasar los pequeños límites de cada acontecimiento. Imprégnalo todo de sencillez, allana esos senderos tortuosos y escarpados de tu alma y contagiarás a muchos ese suave aroma de la presencia de Dios.

Mater Dei
Archidiócesis de Madrid