LA PRESENCIA DE DIOS EN MEDIO DE LA HISTORIA DEL HOMBRE.



A lo largo de la historia, Dios ha hablado a los hombres de muchas maneras, hoy nos ha hablado por medio de Jesucristo. Él se hace hoy presente en medio de su Iglesia, la Iglesia que él ha querido fundar. Cristo, única promesa de felicidad, se hace presente en la realidad de cada día, en cada hombre y en cada acontecimiento.

Por ello, este blog lo que pretende es reconocer a través de los hechos en la Iglesia, la presencia de Dios en medio de su Pueblo.

martes, 30 de agosto de 2011

JESUCRISTO EN LOS MORMONES

Los mormones creen en Jesucristo y saben que Él es El Salvador y Redentor de todo el género humano. Por medio del sacrificio que Él efectuó, Él pagó por los pecados de todos nosotros para que podamos regresar a vivir a su presencia. Jesucristo es la parte central de La Iglesia Mormona, y toda la doctrina de la Iglesia se basa sobre esta verdad. Esto se demuestra en el nombre de la Iglesia; el nombre oficial es La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Muchas personas siguen creyendo que los mormones no creen en Jesucristo cuando el nombre de la Iglesia lo profesa.

En Doctrina y Convenios, uno de los cuatro libros que los mormones consideran como Escrituras, se encuentra esta declaración: “¡Oíd, oh cielos, escucha, oh tierra, y regocijaos, vosotros los habitantes de ellos, porque el Señor es Dios, y aparte de él no hay Salvador!”
Uno de los Doce Apóstoles de hoy en día, el Élder Jeffery R. Holland dijo estas palabras sobre el papel del Salvador dentro de La Iglesia Mormona:

“En un mundo de agitación y temor, de confusión política y de desviación moral, testifico que Jesús es el Cristo, que Él es el Pan vivo y el Agua viva, todavía y siempre el gran Escudo de seguridad en nuestra vida, la poderosa Roca de Israel, el Ancla de ésta, Su divina Iglesia. Testifico de Sus profetas, videntes y reveladores que constituyen el fundamento constante de esa Iglesia y doy testimonio de que esos oficios y esos oráculos están actualmente en funcionamiento, bajo la dirección del Salvador de todos nosotros, en estos días de tanta necesidad.
(Liahona , Noviembre. 2004).

A causa de La Caída de Adán y Eva todo el género humano es mortal, imperfecto, y capaz de cometer pecado. Este pecado causa una separación entre Dios y el hombre, entre más desobediencia hay a los mandamientos más es la separación entre nosotros y nuestro Padre en los Cielos. Antes de la fundación de este mundo se creó el Plan de Salvación y se organizó la vía por la cual podríamos ser salvos y limpios de toda inmundicia. Este medio lo proveyó Dios dando a Su hijo Primogénito para efectuar la expiación. Esto nos da la oportunidad para labrar nuestra salvación y obtener limpieza por medio de Jesucristo y regresar a vivir a la presencia de nuestro Padre. El sacrificio de Jesucristo también eliminó el pecado original de la Caída de Adán y Eva. Esto significa que el hombre nace puro en este mundo, sin ser tocado por el pecado. Los mormones rechazan la doctrina del Pecado Original.

En Mateo 18:3, Jesucristo dijo a sus discípulos:
“De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”.

Y en El Libro de Mormón explica,
“Porque, si he sabido la verdad, ha habido disputas entre vosotros concernientes al bautismo de vuestros niños pequeños…. He aquí, vine al mundo no para llamar a los justos al arrepentimiento, sino a los pecadores; los sanos no necesitan de médico sino los que están enfermos; por tanto, los niños pequeños son sanos, porque son incapaces de cometer pecado; por tanto, la maldición de Adán les es quitada en mí, de modo que no tiene poder sobre ellos; y la ley de la circuncisión se ha abrogado en mí.” (Moroni 5:5, 8)

José Smith, el profeta fundador de la Iglesia Mormona escribió trece creencias básicas de la Iglesia llamadas los Artículos de Fe. El segundo de éstos dice, “Creemos que los hombres serán castigados por sus propios pecados y no por la transgresión de Adán”.

Jesucristo sufrió por los pecados de todas las personas para que éstas puedan arrepentirse y puedan ser capaces de volver a vivir con Dios. Jesús es la única persona por quien el género humano puede ser salvo de ambas muertes, La Muerte Física y la Muerte Espiritual. Los mormones creen que Jesucristo fue escogido para ser el Salvador del mundo aun antes de nacer.

La Primera Presidencia de la Iglesia Mormona dio este testimonio sobre el Salvador Jesucristo:
 
“Manifestamos nuestro testimonio de la realidad de Su vida incomparable y de la virtud infinita de Su gran sacrificio expiatorio. Ninguna otra persona ha ejercido una influencia tan profunda sobre todos los que han vivido y los que aún vivirán sobre la tierra. Él fue El Gran Jehová del Antiguo Testamento y el Mesías del Nuevo Testamento. Bajo la dirección de Su Padre, Él fue el Creador de la tierra. “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:3). Aun cuando fue sin pecado, fue bautizado para cumplir toda justicia. Él “anduvo haciendo bienes” (Hechos 10:38) y, sin embargo, fue repudiado por ello. Su Evangelio fue un mensaje de paz y de buena voluntad. Él suplicó a todos que siguieran Su ejemplo. Recorrió los caminos de Palestina, sanando a los enfermos, haciendo que los ciegos vieran y levantando a los muertos. Enseñó las verdades de la eternidad, la realidad de nuestra existencia premortal, el propósito de nuestra vida en la tierra y el potencial de los hijos y de las hijas de Dios en la vida venidera.

Instituyó La Santa Cena como recordatorio de Su gran sacrificio expiatorio. Fue arrestado y condenado por acusaciones falsas, se le declaró culpable para satisfacer a la multitud y se le sentenció a morir en la cruz del Calvario. Él dio Su vida para expiar los pecados de todo el género humano. La Suya fue una gran dádiva vicaria en favor de todos los que habitarían la tierra.

Testificamos solemnemente que Su vida, que es fundamental para toda la historia de la humanidad, no comenzó en Belén ni concluyó en el Calvario. Él fue el Primogénito del Padre, el Hijo Unigénito en la carne, el Redentor del mundo.
Otro beneficio que nos da la expiación es poder resucitar o la reunión del cuerpo y el espíritu después de la muerte para ser inmortal, es un obsequio que Jesucristo dio al género humano por medio de su propia resurrección.

Se levantó del sepulcro para ser las “primicias de los que durmieron” (1 Corintios 15:20). Como el Señor Resucitado, anduvo entre aquellos a los que había amado en vida. También ministró entre Sus “otras ovejas” (Juan 10:16) en la antigua América. En el mundo moderno, Él y Su Padre aparecieron al joven José Smith, iniciando así la largamente prometida “dispensación del cumplimiento de los tiempos” (Efesios 1:10).(El Cristo Viviente)

Jesús sobre la cruz


La segunda parte de la Expiación fue la crucifixión del Salvador, por propia voluntad, Jesús sufrió una muerte dolorosa, que en Israel usualmente se reservaba para ladrones y criminales. Jesucristo, siendo El Creador, El Unigénito, El Hijo de Dios, tenía el poder de librarse de las manos de sus captores en cualquier momento.

La Expiacion (El Sacrificio de Jesucristo)


La Expiación es el evento más significante que afecta a todos los hijos de Dios. La Expiación es una palabra que se usa frecuentemente en el Mormonismo, y significa el sacrificio que Jesucristo hizo por todo el género humano. Incluye su sufrimiento en Getsemaní y en la cruz. Es difícil comprender la magnitud de la Expiación y el dolor que sintió Jesucristo.

http://www.losmormones.org

lunes, 29 de agosto de 2011

Corazón hermoso de Jesús, ruega por nosotros

El Evangelio nos describe cómo las muchedumbres seguían a Jesús donde quiera que fuese, atraídas por el atractivo irresistible de su palabra y de su persona. Su trato afable y acogedor, su porte sencillo pero majestuoso, su semblante entrañable y bondadoso, su mirada penetrante, sus silencios elocuentes... Toda la vida de Cristo fue hermosa. Todo en Él expresaba una belleza irresistible, desconocida hasta entonces por los hombres, que manaba de la fuente escondida de su divinidad. Aquella eterna y escondida belleza del Padre se hacía carne en Él para embellecer, con la plenitud de su gracia, la fealdad de nuestra carne de pecado.

La santidad personal nos va configurando con la belleza de Dios. Una vida cristiana que se va dejando transformar por la acción de la gracia es hermosa, y suscita inevitablemente en otros una admiración y un atractivo irresistibles, que hablan por sí solos de Dios. El atractivo de tu virtud y la belleza interior de tu alma dependen, y mucho, de la sinceridad y radicalidad con que vas pareciéndote al Cristo del Evangelio. La hermosura y belleza de tu vida no está tanto en el esplendor de tus obras cuanto en la gracia de Dios, que opera en tu alma y reviste de grandeza los más pequeños detalles de tu pequeña vida diaria.

Cuánta belleza arroparon aquellas pajas de Belén. Qué vida tan hermosa la del Verbo encarnado, escondido en aquella pobre casa de Nazaret. Cuánta belleza en aquella Madre y en aquel seno virginal que concibió a Dios. Cuánta hermosura, sobre todo, en aquel cuerpo de Cristo destrozado de dolor y en aquel rostro cubierto de sangre redentora. Tu vida será hermosa a los ojos de Dios, si dejas que la gracia vaya borrando la fealdad de tu pecado y vas descubriendo la belleza de la Cruz y del dolor.

Mater Dei
Archidiócesis de Madrid

sábado, 27 de agosto de 2011

Corazón de Jesús, descanso del alma, ruega por nosotros

Al caer la tarde, después de una dura jornada de trabajo, José y María descansaban en familia junto a Jesús. En su corazón encontraban la paz y el sosiego interior, que inunda a aquellos que saben contemplar y adorar el rostro de Cristo. En mis trabajos, dudas, agobios, debilidades, caídas y pecados, ¿por qué no acudir al corazón de Cristo y descansar en Él esa cruz que, a veces, tanto me pesa y hasta me aplasta? “Venid a Mí todos los que estáis cansados y agobiados, que Yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mt 11,28-29). En mi oración, también yo soy para Dios su alivio y descanso, si dejo que apoye sobre mí esa cruz de todos los hombres que él lleva a veces muy solo.

Cómo se desgasta el alma cuando se prodiga y desparrama desordenadamente en las numerosas ocupaciones del día a día. Cuántas jornadas que acaban llenas de cosas y de prisas, pero vacías de Dios. Y eso, quizá, en nombre del Evangelio, de la virtud o del apostolado. Nuestros cansancios proceden, muchas veces, de no saber disfrutar de las cosas y personas, en las que no atisbamos a descubrir la acción sutil e invisible de Dios. Aprender a descansar en la Providencia es vivir en paz, con sosiego espiritual, aun en medio de los fracasos y problemas más acuciantes.


No busques tu descanso fuera de Dios, pues en nada ni en nadie encontrarás mejor alivio y refrigerio que en ese Corazón de Cristo, que tanto conoció los agobios y fatigas de los hombres. Sólo en el regazo de tu Creador, en su mano providente y amorosa, podrás descansar el peso y las cargas de esta vida, en la que el sufrir y el penar nos hablan con añoranza del descanso eterno del Cielo.

Mater Dei
Archidiócesis de Madrid

jueves, 25 de agosto de 2011

El sacerdocio y la Iglesia mormona

El Sacerdocio

La palabra Sacerdocio puede tener un significado diferente en otras iglesias. En La Iglesia Mormona significa el poder y la autoridad de Dios. Por ésta autoridad se crearon los cielos, la tierra, y todo lo que en ellos hay. Las leyes eternas y universales se efectúan por medio del gran poder del sacerdocio. Dios el Padre otorga éste poder a varones dignos para poder actuar en Su nombre. El sacerdocio permite que la persona que lo posee actué en el nombre de Jesucristo para ayudar a llevar a cabo la salvación y la vida eterna del hombre. Pueden predicar, bendecir, y administrar ordenanzas esenciales para heredar el reino de Dios. Se recibe el Sacerdocio por la imposición de manos. En la Biblia el Apostol Pablo enseñó que solo los que son escogidos por el Señor reciben esta autoridad, “Y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón” (Hebreos 5:4).

El sacerdocio se divide en grupos llamados quórumes. Estos grupos se dividen por edades, y por los diferentes oficios del sacerdocio. Los quórumes del sacerdocio se apoyan y se refuerzan para prestar servicio, dar un buen ejemplo y ejercer el liderazgo en las comunidades donde viven.  Las mujeres no reciben el sacerdocio pero también tienen funciones vitales dentro de la organización de la Iglesia.

El sacerdocio tiene dos niveles y en estos dos niveles hay diferentes oficios. El sacerdocio Aarónico es el sacerdocio menor. El sacerdocio de Melquisedec es el sacerdocio mayor. Cada nivel del sacerdocio tiene diferentes funciones y llamamientos.

El Sacerdocio Aaronico


El Sacerdocio Aarónico es el menor de los dos sacerdocios. El Sacerdocio Aarónico está bajo la dirección del sacerdocio mayor, el Sacerdocio de Melquisedec. Se llama así por el hermano de Moisés, Aarón quien descendía de los sacerdotes y los sumos sacerdotes antiguos de Israel.

El Sacerdocio de Melquisedec


El Sacerdocio de Melquisedec es el sacerdocio más alto. Se denomina así por el patriarca y sumo sacerdote Melquisedec. Melquisedec era el rey de Salem y era un hombre increíblemente justo. Se lee en las escrituras que aun Abraham le pagó diezmos. Antes que se llamara el Sacerdocio de Melquisedec se llamaba, el Santo Sacerdocio según el Orden del Hijo de Dios.

La Restauración de los Doce


La organización de los Doce Apóstoles se restauró de nuevo el 14 de Febrero de 1835. El primer quórum de los Doce Apóstoles en esta dispensación fue escogido por los tres testigos del Libro de Mormón (Oliver Cowdery, David Whitmer, y Martin Harris.) 

http://www.losmormones.org

lunes, 22 de agosto de 2011

Corazón humano y divino de Jesús, ruega por nosotros

En el corazón de Cristo cabe todo. Plenitud total de un Corazón en el que lo humano y lo divino se hacen uno. ¿Cómo no asombrarme de experimentar en mi vida esa mezcla de barro y de cielo, de pecado y de gracia, de miseria y de grandeza, tan inseparable de mi condición humana? Cuánta desesperanza y angustia si sólo advirtiera mi pecado, y cuánta soberbia si sólo experimentara la gracia. ¿No es quizá un milagro, y hasta un don, poder vivir mi día a día en tensión amorosa entre ese continuo caer y ese continuo levantarse que tanto agrada al Señor? ¿No vivió así Cristo su día a día en la tierra, uniendo constantemente todo lo humano de los hombres, de mi vida, y todo lo divino del corazón del Padre?

Corazón de Cristo, enamorado de la pecadora condición humana, capaz de encerrar lo infinito y lo eterno en la caducidad de lo humano. Cómo te prodigas en delicadezas de misericordia ante tanta miseria y pecado personal, cómo te enamora esta humanidad, hecha para albergar tanta gracia y tanta gloria de Dios. En tu Corazón de hombre encerró el Padre todo su amor, guardado y contenido durante tantas eternidades. Sabedor de todas las miserias y grandezas de mi alma, gustas de esos pequeños amores, que acierto a darte entre tantos trajines y tareas de mi vida.  Corazón tan divino y tan humano de Cristo, que me esperas y me encuentras en cada recodo de mi vida. Que yo aprenda de Ti a amar lo más humano y lo más divino de los hombres, pues todo lo abrazas con la tierna predilección de un Dios que no deja de hacerse carne, por el solo deseo de gustar y abrazar lo humano. No dejes que las cosas de Dios me aparten nunca de los hombres, ni que las cosas de los hombres me impidan amar las cosas de Dios.
Mater Dei
Archidiócesis de Madrid

viernes, 19 de agosto de 2011

ENCUENTRO CON RELIGIOSAS JÓVENES, SALUDO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI


 
Queridas jóvenes religiosas:

Dentro de la Jornada Mundial de la Juventud que estamos celebrando en Madrid, es un gozo grande poder encontrarme con vosotras, que habéis consagrado vuestra juventud al Señor, y os doy las gracias por el amable saludo que me habéis dirigido. Agradezco al Señor Cardenal Arzobispo de Madrid que haya previsto este encuentro en un marco tan evocador como es el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Si su célebre Biblioteca custodia importantes ediciones de la Sagrada Escritura y de Reglas monásticas de varias familias religiosas, vuestra vida de fidelidad a la llamada recibida es también una preciosa manera de guardar la Palabra del Señor que resuena en vuestras formas de espiritualidad.

Queridas hermanas, cada carisma es una palabra evangélica que el Espíritu Santo recuerda a su Iglesia (cf. Jn 14, 26). No en vano, la Vida Consagrada «nace de la escucha de la Palabra de Dios y acoge el Evangelio como su norma de vida. En este sentido, el vivir siguiendo a Cristo casto, pobre y obediente, se convierte en “exégesis” viva de la Palabra de Dios... De ella ha brotado cada carisma y de ella quiere ser expresión cada regla, dando origen a itinerarios de vida cristiana marcados por la radicalidad evangélica» (Exh. apostólica Verbum Domini, 83).

La radicalidad evangélica es estar “arraigados y edificados en Cristo, y firmes en la fe” (cf. Col, 2,7), que en la Vida Consagrada significa ir a la raíz del amor a Jesucristo con un corazón indiviso, sin anteponer nada a ese amor (cf. San Benito, Regla, IV, 21), con una pertenencia esponsal como la han vivido los santos, al estilo de Rosa de Lima y Rafael Arnáiz, jóvenes patronos de esta Jornada Mundial de la Juventud. El encuentro personal con Cristo que nutre vuestra consagración debe testimoniarse con toda su fuerza transformadora en vuestras vidas; y cobra una especial relevancia hoy, cuando «se constata una especie de “eclipse de Dios”, una cierta amnesia, más aún, un verdadero rechazo del cristianismo y una negación del tesoro de la fe recibida, con el riesgo de perder aquello que más profundamente nos caracteriza» (Mensaje para la XXVI Jornada Mundial de la Juventud 2011, 1).Frente al relativismo y la mediocridad, surge la necesidad de esta radicalidad que testimonia la consagración como una pertenencia a Dios sumamente amado.

Dicha radicalidad evangélica de la Vida Consagrada se expresa en la comunión filial con la Iglesia, hogar de los hijos de Dios que Cristo ha edificado. La comunión con los Pastores, que en nombre del Señor proponen el depósito de la fe recibido a través de los Apóstoles, del Magisterio de la Iglesia y de la tradición cristiana. La comunión con vuestra familia religiosa, custodiando su genuino patrimonio espiritual con gratitud, y apreciando también los otros carismas. La comunión con otros miembros de la Iglesia como los laicos, llamados a testimoniar desde su vocación específica el mismo evangelio del Señor.

Finalmente, la radicalidad evangélica se expresa en la misión que Dios ha querido confiaros. Desde la vida contemplativa que acoge en sus claustros la Palabra de Dios en silencio elocuente y adora su belleza en la soledad por Él habitada, hasta los diversos caminos de vida apostólica, en cuyos surcos germina la semilla evangélica en la educación de niños y jóvenes, el cuidado de los enfermos y ancianos, el acompañamiento de las familias, el compromiso a favor de la vida, el testimonio de la verdad, el anuncio de la paz y la caridad, la labor misionera y la nueva evangelización, y tantos otros campos del apostolado eclesial.

Queridas hermanas, este es el testimonio de la santidad a la que Dios os llama, siguiendo muy de cerca y sin condiciones a Jesucristo en la consagración, la comunión y la misión. La Iglesia necesita de vuestra fidelidad joven arraigada y edificada en Cristo. Gracias por vuestro “sí” generoso, total y perpetuo a la llamada del Amado. Que la Virgen María sostenga y acompañe vuestra juventud consagrada, con el vivo deseo de que interpele, aliente e ilumine a todos los jóvenes.

Con estos sentimientos, pido a Dios que recompense copiosamente la generosa contribución de la Vida Consagrada a esta Jornada Mundial de la Juventud, y en su nombre os bendigo de todo corazón. Muchas gracias.

FIESTA DE ACOGIDA DE LOS JÓVENES, DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI


Queridos amigos:

Agradezco las cariñosas palabras que me han dirigido los jóvenes representantes de los cinco continentes. Y saludo con afecto a todos los que estáis aquí congregados, jóvenes de Oceanía, África, América, Asia y Europa; y también a los que no pudieron venir. Siempre os tengo muy presentes y rezo por vosotros. Dios me ha concedido la gracia de poder veros y oíros más de cerca, y de ponernos juntos a la escucha de su Palabra.

En la lectura que se ha proclamado antes, hemos oído un pasaje del Evangelio en que se habla de acoger las palabras de Jesús y de ponerlas en práctica. Hay palabras que solamente sirven para entretener, y pasan como el viento; otras instruyen la mente en algunos aspectos; las de Jesús, en cambio, han de llegar al corazón, arraigar en él y fraguar toda la vida. Sin esto, se quedan vacías y se vuelven efímeras. No nos acercan a Él. Y, de este modo, Cristo sigue siendo lejano, como una voz entre otras muchas que nos rodean y a las que estamos tan acostumbrados. El Maestro que habla, además, no enseña lo que ha aprendido de otros, sino lo que Él mismo es, el único que conoce de verdad el camino del hombre hacia Dios, porque es Él quien lo ha abierto para nosotros, lo ha creado para que podamos alcanzar la vida auténtica, la que siempre vale la pena vivir en toda circunstancia y que ni siquiera la muerte puede destruir. El Evangelio prosigue explicando estas cosas con la sugestiva imagen de quien construye sobre roca firme, resistente a las embestidas de las adversidades, contrariamente a quien edifica sobre arena, tal vez en un paraje paradisíaco, podríamos decir hoy, pero que se desmorona con el primer azote de los vientos y se convierte en ruinas.

Queridos jóvenes, escuchad de verdad las palabras del Señor para que sean en vosotros «espíritu y vida» (Jn 6,63), raíces que alimentan vuestro ser, pautas de conducta que nos asemejen a la persona de Cristo, siendo pobres de espíritu, hambrientos de justicia, misericordiosos, limpios de corazón, amantes de la paz. Hacedlo cada día con frecuencia, como se hace con el único Amigo que no defrauda y con el que queremos compartir el camino de la vida. Bien sabéis que, cuando no se camina al lado de Cristo, que nos guía, nos dispersamos por otras sendas, como la de nuestros propios impulsos ciegos y egoístas, la de propuestas halagadoras pero interesadas, engañosas y volubles, que dejan el vacío y la frustración tras de sí.

Aprovechad estos días para conocer mejor a Cristo y cercioraros de que, enraizados en Él, vuestro entusiasmo y alegría, vuestros deseos de ir a más, de llegar a lo más alto, hasta Dios, tienen siempre futuro cierto, porque la vida en plenitud ya se ha aposentado dentro de vuestro ser. Hacedla crecer con la gracia divina, generosamente y sin mediocridad, planteándoos seriamente la meta de la santidad. Y, ante nuestras flaquezas, que a veces nos abruman, contamos también con la misericordia del Señor, siempre dispuesto a darnos de nuevo la mano y que nos ofrece el perdón en el sacramento de la Penitencia.

Al edificar sobre la roca firme, no solamente vuestra vida será sólida y estable, sino que contribuirá a proyectar la luz de Cristo sobre vuestros coetáneos y sobre toda la humanidad, mostrando una alternativa válida a tantos como se han venido abajo en la vida, porque los fundamentos de su existencia eran inconsistentes. A tantos que se contentan con seguir las corrientes de moda, se cobijan en el interés inmediato, olvidando la justicia verdadera, o se refugian en pareceres propios en vez de buscar la verdad sin adjetivos.

Sí, hay muchos que, creyéndose dioses, piensan no tener necesidad de más raíces ni cimientos que ellos mismos. Desearían decidir por sí solos lo que es verdad o no, lo que es bueno o malo, lo justo o lo injusto; decidir quién es digno de vivir o puede ser sacrificado en aras de otras preferencias; dar en cada instante un paso al azar, sin rumbo fijo, dejándose llevar por el impulso de cada momento. Estas tentaciones siempre están al acecho. Es importante no sucumbir a ellas, porque, en realidad, conducen a algo tan evanescente como una existencia sin horizontes, una libertad sin Dios. Nosotros, en cambio, sabemos bien que hemos sido creados libres, a imagen de Dios, precisamente para que seamos protagonistas de la búsqueda de la verdad y del bien, responsables de nuestras acciones, y no meros ejecutores ciegos, colaboradores creativos en la tarea de cultivar y embellecer la obra de la creación. Dios quiere un interlocutor responsable, alguien que pueda dialogar con Él y amarle. Por Cristo lo podemos conseguir verdaderamente y, arraigados en Él, damos alas a nuestra libertad. ¿No es este el gran motivo de nuestra alegría? ¿No es este un suelo firme para edificar la civilización del amor y de la vida, capaz de humanizar a todo hombre?

Queridos amigos: sed prudentes y sabios, edificad vuestras vidas sobre el cimiento firme que es Cristo. Esta sabiduría y prudencia guiará vuestros pasos, nada os hará temblar y en vuestro corazón reinará la paz. Entonces seréis bienaventurados, dichosos, y vuestra alegría contagiará a los demás. Se preguntarán por el secreto de vuestra vida y descubrirán que la roca que sostiene todo el edificio y sobre la que se asienta toda vuestra existencia es la persona misma de Cristo, vuestro amigo, hermano y Señor, el Hijo de Dios hecho hombre, que da consistencia a todo el universo. Él murió por nosotros y resucitó para que tuviéramos vida, y ahora, desde el trono del Padre, sigue vivo y cercano a todos los hombres, velando continuamente con amor por cada uno de nosotros.

Encomiendo los frutos de esta Jornada Mundial de la Juventud a la Santísima Virgen María, que supo decir «sí» a la voluntad de Dios, y nos enseña como nadie la fidelidad a su divino Hijo, al que siguió hasta su muerte en la cruz. Meditaremos todo esto más detenidamente en las diversas estaciones del Via crucis. Y pidamos que, como Ella, nuestro «sí» de hoy a Cristo sea también un «sí» incondicional a su amistad, al final de esta Jornada y durante toda nuestra vida. Muchas gracias.

FIESTA DE ACOGIDA DE LOS JÓVENES, SALUDO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI



Queridos amigos:

Es una inmensa alegría encontrarme aquí con vosotros, en el centro de esta bella ciudad de Madrid, cuyas llaves ha tenido la amabilidad de entregarme el Señor Alcalde. Hoy es también capital de los jóvenes del mundo y donde toda la Iglesia tiene puestos sus ojos. El Señor nos ha congregado para vivir en estos días la hermosa experiencia de la Jornada Mundial de la Juventud. Con vuestra presencia y la participación en las celebraciones, el nombre de Cristo resonará por todos los rincones de esta ilustre Villa. Y recemos para que su mensaje de esperanza y amor tenga eco también en el corazón de los que no creen o se han alejado de la Iglesia. Muchas gracias por la espléndida acogida que me habéis dispensado al entrar en la ciudad, signo de vuestro amor y cercanía al Sucesor de Pedro.

Saludo al Señor Cardenal Stanislaw Rylko, Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, y a sus colaboradores en ese Dicasterio, agradeciendo todo el trabajo realizado. Asimismo, doy las gracias al Señor Cardenal Antonio María Rouco Varela, Arzobispo de Madrid, por sus amables palabras y el esfuerzo de su archidiócesis, junto con las demás diócesis de España, en preparar esta Jornada Mundial de la Juventud, para la que se ha trabajado con generosidad también en tantas otras Iglesias particulares del mundo entero. Agradezco a las autoridades nacionales, autonómicas y locales su amable presencia y su generosa colaboración para el buen desarrollo de este gran acontecimiento. Gracias a los hermanos en el episcopado, a los sacerdotes, seminaristas, personas consagradas y fieles que están aquí presentes y han venido acompañando a los jóvenes para vivir estos días intensos de peregrinación al encuentro con Cristo. A todos os saludo cordialmente en el Señor y os reitero que es una gran dicha estar aquí con todos vosotros. Que la llama del amor de Cristo nunca se apague en vuestros corazones.

Saludo en francés

Chers jeunes francophones, vous avez répondu nombreux à l’appel du Seigneur à venir le rencontrer à Madrid. Je vous en félicite ! Bienvenue aux Journées Mondiales de la Jeunesse ! Vous portez en vous des questions et vous cherchez des réponses. Il est bon de chercher toujours. Recherchez surtout la Vérité qui n’est pas une idée, une idéologie ou un slogan, mais une Personne, le Christ, Dieu Lui-même venu parmi les hommes ! Vous avez raison de vouloir enraciner votre foi en Lui, de vouloir fonder votre vie dans le Christ. Il vous aime depuis toujours et vous connaît mieux que quiconque. Puissent ces journées riches de prière, d’enseignement et de rencontres vous aider à le découvrir encore pour mieux l’aimer. Que le Christ vous accompagne durant ce temps fort où, tous ensemble, nous allons le célébrer et le prier!

[Traducción española: Queridos jóvenes de lengua francesa. Os felicito porque habéis venido en gran número a este encuentro de Madrid. Sed bienvenidos a las Jornadas Mundiales de la Juventud. Tenéis interrogantes y buscáis respuestas. Es bueno buscar siempre. Buscar sobre todo la Verdad que no es una idea, una ideología o un eslogan, sino una Persona, Cristo, Dios mismo que ha venido entre los hombres. Tenéis razón de querer enraizar vuestra fe en Él, y fundar vuestra vida en Cristo. Él os ama desde siempre y os conoce mejor que nadie. Que estas jornadas llenas de oración, enseñanza y encuentros, os ayuden a descubrirlo para amarlo más. Que Cristo os acompañe durante este tiempo intenso en el que todos juntos lo celebreramos y le rezaremos].

Saludo en inglés

I extend an affectionate greeting to the many English-speaking young people who have come to Madrid. May these days of prayer, friendship and celebration bring us closer to each other and to the Lord Jesus. Make trust in Christ’s word the foundation of your lives! Planted and built up in him, firm in the faith and open to the power of the Spirit, you will find your place in God’s plan and enrich the Church with your gifts. Let us pray for one another, so that we may be joyful witnesses to Christ, today and always. God bless you all!

[Traducción española : Dirijo un saludo afectuoso a los numerosos jóvenes de lengua inglesa que han venido a Madrid. Que estos días de oración, amistad y celebración os acerquen entre vosotros y al Señor Jesús. Poned en Cristo el fundamento de vuestras vidas. Arraigados y edificados en él, firmes en la fe y abiertos al poder del Espíritu, encontraréis vuestro puesto en el plan de Dios y enriqueceréis a la Iglesia con vuestros dones. Recemos unos por otros, para que hoy y siempre seamos testigos gozosos de Cristo. Que Dios os bendiga].

Saludo en alemán

Liebe Freunde deutscher Sprache! Sehr herzlich grüße ich euch alle. Ich freue mich, daß ihr so zahlreich gekommen seid. Gemeinsam wollen wir in diesen Tagen unseren Glauben an Jesus Christus bekennen, vertiefen und weitergeben. Immer wieder erfahren wir: Er ist es, der unserem Leben wirklich Sinn gibt. Öffnen wir Christus unser Herz. Er schenke uns allen eine frohe und gesegnete Zeit hier in Madrid.

[Traducción española: Queridos jóvenes de lengua alemana. Os saludo con afecto y me alegra que hayáis venido en tan gran número. En estos días, juntos confesaremos, profundizaremos y transmitiremos nuestra fe en Cristo. Tendremos nuevamente esta experiencia: es Él quien da verdadero sentido a nuestra vida. Abramos nuestro corazón a Cristo. Que aquí en Madrid Él nos conceda un tiempo colmado de gozo y bendición].

Saludo en italiano

Cari giovani italiani! Vi saluto con grande affetto e mi rallegro per la vostra partecipazione così numerosa, animata dalla gioia della fede. Vivete queste giornate con spirito di intensa preghiera e di fraternità, testimoniando la vitalità della Chiesa in Italia, delle parrocchie, delle associazioni, dei movimenti. Condividete con tutti questa ricchezza. Grazie!

[Traducción española: Queridos jóvenes italianos. Os saludo con gran afecto y me alegro por vuestra participación tan numerosa, animada por el gozo de la fe. Vivid estos días con espíritu de oración intensa y de fraternidad, dando testimonio de la vitalidad de la Iglesia en Italia, de las parroquias, asociaciones, movimientos. Compartid con todos esta riqueza. Gracias].

Saludo en portugués

Queridos jovens dos diversos países de língua oficial portuguesa e quantos vos acompanham, bem-vindos a Madrid! A todos saúdo com grande amizade e convido a subir até à fonte eterna da vossa juventude e conhecer o protagonista absoluto desta Jornada Mundial e – espero – da vossa vida: Cristo Senhor. Nestes dias ouvireis pessoalmente ressoar a sua Palavra. Deixai que esta Palavra penetre e crie raízes nos vossos corações, e sobre ela edificai a vossa vida. Firmes na fé, sereis um elo na grande cadeia dos fiéis. Não se pode crer sem ser amparado pela fé dos outros, e pela minha fé contribuo também para amparar os outros na fé. A Igreja precisa de vós, e vós precisais da Igreja.

[Traducción española: Queridos jóvenes de los diversos países de lengua oficial portuguesa, y todos cuantos os acompañan, sed bienvenidos a Madrid. Os saludo con gran amistad y os invito a subir hasta la fuente eterna de vuestra juventud y conocer al protagonista absoluto de esta Jornada Mundial y, espero, de vuestra vida: Cristo Señor. En estos días, escucharéis resonar personalmente su Palabra. Dejad que esta Palabra entre y eche raíces en vuestros corazones y, sobre ella, edificad vuestra vida. Firmes en la fe, seréis un eslabón en la gran cadena de los fieles. No se puede creer sin estar amparado por la fe de los demás, y con mi fe contribuyo también a ayudar la fe de los demás. La Iglesia necesita de vosotros y vosotros tenéis necesidad de la Iglesia].

Saludo en polaco

Pozdrawiam młodzież z Polski, rodaków błogosławionego Jana Pawła II, inicjatora Światowych Dni Młodzieży. Cieszę się waszą obecnością tu w Madrycie! Życzę wam dobrych dni, dni modlitwy i umocnienia więzi z Jezusem. Niech Boży Duch was prowadzi.

[Traducción española: Saludo a los jóvenes procedentes de Polonia, compatriotas del Beato Juan Pablo II, el iniciador de las Jornadas Mundiales de la Juventud. Me alegra que estéis aquí en Madrid. Os deseo unos días felices, días de oración y de fortalecimiento de vuestros lazos con Jesús. Que os guíe el Espíritu de Dios].

CEREMONIA DE BIENVENIDA, DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI



Majestades, Señor Cardenal Arzobispo de Madrid,Señores Cardenales,Venerados hermanos en el Episcopado y el Sacerdocio,Distinguidas Autoridades Nacionales, Autonómicas y Locales, Querido pueblo de Madrid y de España entera


Gracias, Majestad, por su presencia aquí, junto con la Reina, y por las palabras tan deferentes y afables que me ha dirigido al darme la bienvenida. Palabras que me hacen revivir las inolvidables muestras de simpatía recibidas en mis anteriores visitas apostólicas a España, y muy particularmente en mi reciente viaje a Santiago de Compostela y Barcelona. Saludo muy cordialmente a los que estáis aquí reunidos en Barajas, y a cuantos siguen este acto a través de la radio y la televisión. Y también una mención muy agradecida a los que con tanta entrega y dedicación, desde instancias eclesiales y civiles, han contribuido con su esfuerzo y trabajo para que esta Jornada Mundial de la Juventud en Madrid se desarrolle felizmente y obtenga frutos abundantes.

Deseo también agradecer de todo corazón la hospitalidad de tantas familias, parroquias, colegios y otras instituciones que han acogido a los jóvenes llegados de todo el mundo, primero en diferentes regiones y ciudades de España, y ahora en esta gran Villa de Madrid, cosmopolita y siempre con las puertas abiertas.

Vengo aquí a encontrarme con millares de jóvenes de todo el mundo, católicos, interesados por Cristo o en busca de la verdad que dé sentido genuino a su existencia. Llego como Sucesor de Pedro para confirmar a todos en la fe, viviendo unos días de intensa actividad pastoral para anunciar que Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida. Para impulsar el compromiso de construir el Reino de Dios en el mundo, entre nosotros. Para exhortar a los jóvenes a encontrarse personalmente con Cristo Amigo y así, radicados en su Persona, convertirse en sus fieles seguidores y valerosos testigos.
¿Por qué y para qué ha venido esta multitud de jóvenes a Madrid? Aunque la respuesta deberían darla ellos mismos, bien se puede pensar que desean escuchar la Palabra de Dios, como se les ha propuesto en el lema para esta Jornada Mundial de la Juventud, de manera que, arraigados y edificados en Cristo, manifiesten la firmeza de su fe.

Muchos de ellos han oído la voz de Dios, tal vez solo como un leve susurro, que los ha impulsado a buscarlo más diligentemente y a compartir con otros la experiencia de la fuerza que tiene en sus vidas. Este descubrimiento del Dios vivo alienta a los jóvenes y abre sus ojos a los desafíos del mundo en que viven, con sus posibilidades y limitaciones. Ven la superficialidad, el consumismo y el hedonismo imperantes, tanta banalidad a la hora de vivir la sexualidad, tanta insolidaridad, tanta corrupción. Y saben que sin Dios sería arduo afrontar esos retos y ser verdaderamente felices, volcando para ello su entusiasmo en la consecución de una vida auténtica. Pero con Él a su lado, tendrán luz para caminar y razones para esperar, no deteniéndose ya ante sus más altos ideales, que motivarán su generoso compromiso por construir una sociedad donde se respete la dignidad humana y la fraternidad real. Aquí, en esta Jornada, tienen una ocasión privilegiada para poner en común sus aspiraciones, intercambiar recíprocamente la riqueza de sus culturas y experiencias, animarse mutuamente en un camino de fe y de vida, en el cual algunos se creen solos o ignorados en sus ambientes cotidianos. Pero no, no están solos. Muchos coetáneos suyos comparten sus mismos propósitos y, fiándose por entero de Cristo, saben que tienen realmente un futuro por delante y no temen los compromisos decisivos que llenan toda la vida. Por eso me causa inmensa alegría escucharlos, rezar juntos y celebrar la Eucaristía con ellos. La Jornada Mundial de la Juventud nos trae un mensaje de esperanza, como una brisa de aire puro y juvenil, con aromas renovadores que nos llenan de confianza ante el mañana de la Iglesia y del mundo.

Ciertamente, no faltan dificultades. Subsisten tensiones y choques abiertos en tantos lugares del mundo, incluso con derramamiento de sangre. La justicia y el altísimo valor de la persona humana se doblegan fácilmente a intereses egoístas, materiales e ideológicos. No siempre se respeta como es debido el medio ambiente y la naturaleza, que Dios ha creado con tanto amor. Muchos jóvenes, además, miran con preocupación el futuro ante la dificultad de encontrar un empleo digno, o bien por haberlo perdido o tenerlo muy precario e inseguro. Hay otros que precisan de prevención para no caer en la red de la droga, o de ayuda eficaz, si por desgracia ya cayeron en ella. No pocos, por causa de su fe en Cristo, sufren en sí mismos la discriminación, que lleva al desprecio y a la persecución abierta o larvada que padecen en determinadas regiones y países. Se les acosa queriendo apartarlos de Él, privándolos de los signos de su presencia en la vida pública, y silenciando hasta su santo Nombre. Pero yo vuelvo a decir a los jóvenes, con todas las fuerzas de mi corazón: que nada ni nadie os quite la paz; no os avergoncéis del Señor. Él no ha tenido reparo en hacerse uno como nosotros y experimentar nuestras angustias para llevarlas a Dios, y así nos ha salvado.

En este contexto, es urgente ayudar a los jóvenes discípulos de Jesús a permanecer firmes en la fe y a asumir la bella aventura de anunciarla y testimoniarla abiertamente con su propia vida. Un testimonio valiente y lleno de amor al hombre hermano, decidido y prudente a la vez, sin ocultar su propia identidad cristiana, en un clima de respetuosa convivencia con otras legítimas opciones y exigiendo al mismo tiempo el debido respeto a las propias.

Majestad, al reiterar mi agradecimiento por la deferente bienvenida que me habéis dispensado, deseo expresar también mi aprecio y cercanía a todos los pueblos de España, así como mi admiración por un País tan rico de historia y cultura, por la vitalidad de su fe, que ha fructificado en tantos santos y santas de todas las épocas, en numerosos hombres y mujeres que dejando su tierra han llevado el Evangelio por todos los rincones del orbe, y en personas rectas, solidarias y bondadosas en todo su territorio. Es un gran tesoro que ciertamente vale la pena cuidar con actitud constructiva, para el bien común de hoy y para ofrecer un horizonte luminoso al porvenir de las nuevas generaciones. Aunque haya actualmente motivos de preocupación, mayor es el afán de superación de los españoles, con ese dinamismo que los caracteriza, y al que tanto contribuyen sus hondas raíces cristianas, muy fecundas a lo largo de los siglos.

Saludo desde aquí muy cordialmente a todos los queridos amigos españoles y madrileños, y a los que han venido de tantas otras tierras. Durante estos días estaré junto a vosotros, teniendo también muy presentes a todos los jóvenes del mundo, en particular a los que pasan por pruebas de diversa índole. Al confiar este encuentro a la Santísima Virgen María, y a la intercesión de los santos protectores de esta Jornada, pido a Dios que bendiga y proteja siempre a los hijos de España. Muchas gracias.

jueves, 18 de agosto de 2011

Primicia de la nueva creación, ruega por nosotros

Eva, nuestra madre primigenia, fue tentada para “intentar” desbaratar la hermosa obra creadora de Dios. La humanidad, Adán y Eva, parecía sucumbir ante un proyecto impresionante. La misma imagen de Dios en el mundo, puesta en la creación para llevar a término la gloría del Altísimo, quedaba emborronada a causa del pecado.

¿Quién podría recobrar semejante orden perdido? Dios, una vez que Adán le da a conocer su desnudez, da comienzo su gran plan de salvación. Después de condenar a la serpiente a ese arrastrarse sobre la tierra, bendice a la mujer para ser la portadora de la nueva condición humana. Vemos en ella a María, la que también será perseguida por el dragón en el Apocalipsis. Sin embargo, será la crónica de una muerte anunciada, porque el mal ya no tendrá cabida en ese nuevo orden.

La Virgen es la Nueva Eva. En Ella, da comienzo la nueva creación. Lleva en su vientre el destino de toda la humanidad. El fruto en María, ya no es la manzana de aquel Paraíso perdido, sino el mismo Dios hecho carne. Ese mismo misterio de la Encarnación será, una vez más, entregado a todos los hombres para que sea el alimento definitivo. Por eso, vemos también en la Virgen el origen de la Eucaristía. A través de esa entrega sin condiciones, la Madre de Dios tuvo en su seno ese primer Sagrario, fruto de un amor total al Padre, y que hizo, en esa donación al Espíritu Santo, ser portadora de la única salvación posible para todos. Jesucristo, asumiendo la radicalidad de su condición humana, se hace comida y bebida para alcanzarnos la vida eterna… ¡Es de la misma sangre de María!, la Nueva Eva por la que obtenemos las primicias de la nueva creación.

Mater Dei
Archidiócesis de Madrid