LA PRESENCIA DE DIOS EN MEDIO DE LA HISTORIA DEL HOMBRE.



A lo largo de la historia, Dios ha hablado a los hombres de muchas maneras, hoy nos ha hablado por medio de Jesucristo. Él se hace hoy presente en medio de su Iglesia, la Iglesia que él ha querido fundar. Cristo, única promesa de felicidad, se hace presente en la realidad de cada día, en cada hombre y en cada acontecimiento.

Por ello, este blog lo que pretende es reconocer a través de los hechos en la Iglesia, la presencia de Dios en medio de su Pueblo.

jueves, 29 de septiembre de 2011

LA VERDADERA ALEGRÍA

Cierto día el bienaventurado Francisco, estando en Santa María, llamó al hermano León y le dijo:
- Hermano León, escribe:

Este le respondió:

- Ya estoy listo.

- Escribe -le dijo- cuál es la verdadera alegría:

Llega un mensajero y dice que todos los maestros de París han venido a la Orden. Escribe: "No es verdadera alegría".

Y también que han venido a la Orden todos los prelados ultramontanos, arzobispos y obispos; que también el rey de Francia y el rey de Inglaterra. Escribe: "No es verdadera alegría".

Igualmente, que mis hermanos han ido a los infieles y han convertido a todos ellos a la fe. Además, que he recibido yo de Dios una gracia tan grande, que curo enfermos y hago muchos milagros. Te digo que en todas estas cosas no está la verdadera alegría.

- Pero ¿cuál es la verdadera alegría?

- Vuelvo de Perusa y, ya de noche avanzada, llego aquí; es tiempo de invierno, todo está embarrado y el frío es tan grande, que en los bordes de la túnica se forman carámbanos de agua fría congelada que hacen heridas en las piernas hasta brotar sangre de las mismas.

Y todo embarrado, helado y aterido, me llego a la puerta; y, después de estar un buen rato tocando y llamando, acude el hermano y pregunta:

- ¿Quién es?

Yo respondo:

- El hermano Francisco.

Y el dice:

- Largo de aquí. No es hora decente para andar de camino. Aquí no entras.

Y, al insistir yo de nuevo, contesta:

- Largo de aquí. Tú eres un simple y un paleto. Ya no vas a venir con nosotros. Nosotros somos tantos y tales, que no te necesitamos.

- Y yo vuelvo a la puerta y digo:

- Por amor de Dios, acogedme por esta noche.

Y él responde:

- No me da la gana. Vete donde están los mendigos y pide allí.

Te digo: si he tenido paciencia y no he perdido la calma, en esto está la verdadera alegría, y también la verdadera virtud y el bien del alma.

 

lunes, 26 de septiembre de 2011

PROXIMAMENTE: HISTORIAS DE LA HISTORIA DE LA IGLESIA por Alberto Royo Mejía.

A finales de este mes de septiembre, mi párroco Alberto Royo Mejía publicará su primer libro llamado "Historias de la Historia de la Iglesia". Actualmente aparte de párroco y de delegado del diaconado permanente de la diócesis, cabe destacar el de Vicario Judicial  y consultor de la Congregación para las causas de los santos. Alberto ya ha escrito en otras ocasiones otros muchos articulos que han publicado en periodicos digitales como intereconomía ó religión en libertad. Todas las semanas publica en su blog "historiadelaiglesia.com" articulos que nos ayudan a amar a nuestra madre la Iglesia, a conocerla tal cual el, nos hace descubrir como es el Espiritu Santo y no los hombres quien la dirigiren. La Iglesia lleva más de 2010 años de historía existiendo y vemos que lo que es de Dios siempre permanece y lo que es del hombre acaba por extinguirse. Os animo, queridos amigos de Si en la Iglesia, a que adquirais un ejemplar de este libro para ir descubriendo a través de pequeñas historias la belleza de la Iglesia.  

Agradezco de corazón a Alberto la dedicación que ha tenido para sacar adelante esta obra maestra que es fruto de su estudio y de su trabajo, gracias a este libro muchos de nosotros podremos conocer de cerca la historia de la Iglesia de Jesucristo.

Aquí os dejo un video que han hecho sobre esta obra. Más adelante publicará otro libro que se llama "Santos por las calles de Nueva York".



sábado, 24 de septiembre de 2011

“Anda, hijo, ve a trabajar hoy en la viña”.

La parábola del Evangelio de hoy nos relata la historia de dos hijos a los cuales el padre dice: “Anda, hijo, ve a trabajar hoy en la viña”. Ante esta súplica imperada del padre, los hijos de la parábola toman actitudes muy distintas. El primero de los hijos da la impresión de ser muy sincero y responde directamente diciendo “no quiero”. Luego, después de la respuesta, recapacita, se arrepiente y obedece. Sin embargo, el segundo hijo hizo lo contrario, dijo “Voy Señor” y luego no fue. “¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?” – pregunta El Señor-.
Jesús a través de esta parábola nos transmite dos enseñanzas claras para nuestra vida cristiana: el arrepentimiento en la vida cristiana y la obediencia plena al Padre.
El primer hijo respondió que no quería ir y luego arrepentido, fue. ¿Qué pudo ocurrir ahí? Claramente podemos decir que se realizó un cambio y una transformación en el modo de pensar “se arrepintió y fue”. A esto lo llamamos conversión. La primera condición para que se lleve a cabo la conversión del corazón es el arrepentimiento, si no tenemos conciencia de que somos pecadores y que necesitamos arrepentirnos para conseguir el perdón de Dios, no lograremos nunca alcanzar la conversión del corazón, porque nos creeremos que somos justos y que no necesitamos el perdón de Dios. Esto verdaderamente nos impide dar los pasos de la autentica conversión. El Señor pide que reconozcamos nuestros pecados, nos arrepintamos y volvamos a él de todo corazón.
La segunda enseñanza que nos transmite la parábola de hoy es la obediencia sin reserva a la voluntad de Dios.
El primer hijo descubrió que no estaba cumpliendo la voluntad de su padre. Algo en su interior le mostraba que estaba desobedeciendo. Al final recapacitó y fue. La figura de este primer hijo se asimila a lo que pasa en nuestras vidas, en ocasiones parece que nos revelamos ante lo que Dios quiere para nosotros, nos revelamos a su voluntad, a sus planes y no nos damos cuenta que en cumplir esta voluntad está el secreto de la autentica felicidad y la salvación de nuestras almas. El motivo suele ser casi siempre el ver que nuestra voluntad no coincide nunca con la de Dios. Esto ya nos lo decía el Señor en el Evangelio: Tus caminos no son mis caminos, ni tus planes mis planes”. Los pensamientos de Dios son siempre distintos al de los hombres. Debemos de pedirle al Señor que nos conceda la gracia de saber siempre aceptar con un corazón dócil su voluntad que se nos manifiesta cada día, a través de nuestras vivencias, situaciones y circunstancias. Esta muchas veces puede llegar a ser dolorosas, nos hará sufrir, pero sabemos con certeza que todo lo que el Señor permite lo hace para bien de aquellos que le amamos con todo el corazón.
María es el modelo perfecto para ver el cumplimiento de este Evangelio. Ella se entregó totalmente como la esclava del Señor a la persona y obra de su Hijo Jesucristo. Respondió a Dios abandonándose plenamente y sin reserva a su voluntad, manifestando su plena disponibilidad al proyecto que Dios tenía preparado para ella, ser la madre del Salvador. Con su obediencia plena al querer de Dios, está dispuesta plenamente a vivir todo lo que el amor divino tiene previsto para su vida, incluso aquellos momentos trágicos que iba a sufrir en primera persona, la muerte de su hijo. María nos enseña a fiarnos completamente de la voluntad de Dios, nos pide que nos adhiramos a ella con plena confianza aunque esta en ocasiones nos resulte dura e incluso incomprensible. María también tuvo momentos en los que no entendía los proyectos que Dios tenía preparado para ella, pero con su “sí” confiando trajo al mundo la salvación, al Hijo de Dios, Jesucristo. Que ella, la Virgen María, interceda por nosotros para que cuando escuchemos la voz del Señor que nos llama a seguirle respondamos siempre con prontitud y generosidad. Amén.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Corazón paciente de Jesús, ruega por nosotros

La paciencia es la confianza y la espera de los fuertes. Corazón paciente es el que sabe sufrir en paz. Sin protestar, sin pedir explicaciones, sin querer entender, sin desear que la prueba pase, sin aceptar ni amar nada que no sea la voluntad de Dios en ese momento. La verdadera paciencia –esa que no es mera resignación humana– nace de la fuerza de Dios, que habita en nosotros.  No es voluntarismo. Ni siquiera es condescendencia, o altruismo. Es fruto de esa caridad, que se alimenta de la contemplación de la paciencia de Cristo. Cuántas veces has experimentado en tu vida esa paciencia divina, que no se cansa de perdonarte siempre las mismas faltas, que sale en cada instante a tu encuentro, cada vez que vuelves cansado y desengañado del hambre de tantas algarrobas falaces y pasajeras.

Sólo el amor que mide sin medida es capaz de atisbar, en las pruebas y dificultades, la misteriosa caricia de la mano providente de Dios Padre. Y cuando parece que esa mano se cierra, o desaparece oculta detrás del denso misterio del dolor y de la prueba, nos queda aún esa otra mano invisible y oscura de la fe, con la que podemos asirnos más fuertemente, si cabe, al amor del Padre. ¿Quieres saber cómo debería ser la medida de tu amor paciente? Mira a la Cruz. Allí tu dolor quedará empequeñecido y tu amor se hará fuerte y magnánimo. Contempla también el corazón paciente de la Virgen Madre, en quien el Verbo encarnado aprendió las formas de su paciencia. El Señor siempre espera. Aprende tú también a tener paciencia, contigo mismo y con los demás, según las formas de Dios. La impaciencia se inquieta por lo que nos molesta, o por lo que no acaba de llegar. La paciencia, en cambio, nos hace estar y permanecer, como María, al pie de la Cruz.
Mater Dei
Archidiócesis de Madrid

martes, 20 de septiembre de 2011

A LA SOMBRA DE CRISTO


            Reiteradamente afirmó san Josemaría que le gustaba plantar árboles, cuya sombra disfrutasen generaciones futuras. Por varios motivos, he recordado esta idea durante la estancia del Papa en España. En primer lugar porque es un hombre de ochenta y cuatro años que lógicamente planta para un futuro que, en buena medida, no será el suyo. También lo he recordado, con el mismo simbolismo, en el olivo plantado en  la Puerta de Alcalá y en el árbol presente en el escenario de Cibeles. Es asentar el futuro por amor a Dios, a las gentes todas que poblamos el mundo.

            Pero el árbol capital es Cristo. Desde sus primeras intervenciones, ha dejado claro que el verdadero árbol, el de la Vida que sana esta vida, el de los frutos imperecederos, el que sombrea las verdes praderas en que nos hace recostar -según palabras de la Escritura- es Jesús de Nazaret o, si se quiere, es el árbol de la cruz en el que estuvo clavada la salvación del mundo, como recuerda la liturgia del Viernes Santo o tal como lo escuchamos en latín tras cada estación del Vía Crucis de la Castellana.

           Aunque escribo sin finalizar la JMJ, la invitación a radicarse en Cristo está siendo constante desde el principio. En Barajas definía así el motivo de su viaje: Llego como Sucesor de Pedro para confirmar a todos en la fe, viviendo unos días de intensa actividad pastoral para anunciar que Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida. Para impulsar el compromiso de construir el Reino de Dios en el mundo, entre nosotros. Para exhortar a los jóvenes a encontrarse personalmente con Cristo Amigo y así, radicados en su Persona, convertirse en sus fieles seguidores y valerosos testigos.

            También el Reino de Dios es comparado en el Evangelio a una pequeña semilla que va convirtiéndose en árbol frondoso, cobijo de aves y hombres. Ese árbol de la vida es la Iglesia, que nos alimenta con la oración, los sacramentos, el dolor asumido como parte de la Cruz liberadora, sea en los grandes males que padece el mundo, sobre todo el pecado, resumen de muchos de ellos -como se recordó particularmente en el piadoso Vía Crucis-, sea también en los sucesos más ordinarios de nuestra vida, dando sentido al trabajo, a las pequeñas contrariedades, a los dolores habituales, a todo.

            De otro modo, volvía en la recepción de Cibeles al mismo argumento: Queridos amigos: sed prudentes y sabios, edificad vuestras vidas sobre el cimiento firme que es Cristo. Esta sabiduría y prudencia guiará vuestros pasos, nada os hará temblar y en vuestro corazón reinará la paz. Entonces seréis bienaventurados, dichosos, y vuestra alegría contagiará a los demás. Se preguntarán por el secreto de vuestra vida y descubrirán que la roca que sostiene todo el edificio y sobre la que se asienta toda vuestra existencia es la persona misma de Cristo, vuestro amigo, hermano y Señor, el Hijo de Dios hecho hombre, que da consistencia a todo el universo.

            Así, insistía reiterativamente en la esencia del cristianismo, que no es una teoría, sino el seguimiento e identificación con una Persona: Cristo, el Dios hecho hombre para dar sentido a todo nuestro caminar terreno y permitirnos alcanzar la vida futura. Ha hecho referencias al sacramento de la Confesión -la maravilla de un Dios que perdona- porque ninguno somos perfectos ni impecables. Necesitamos redescubrir a Dios en la confesión personal, auricular y secreta.

            El Papa habló en conceptos substanciosos a sus "colegas", siempre con la misma partitura, adecuada a sus oyentes: Sabemos que cuando la sola utilidad y el pragmatismo inmediato se erigen como criterio principal, las pérdidas pueden ser dramáticas: desde los abusos de una ciencia sin límites, más allá de ella misma, hasta el totalitarismo político que se aviva fácilmente cuando se elimina toda referencia superior al mero cálculo de poder. En cambio, la genuina idea de Universidad es precisamente lo que nos preserva de esa visión reduccionista y sesgada de lo humano. No en vano la fe cristiana creó las universidades buscando una verdad que siempre acaba enraizándose en el Logos, la Verdad creadora de cuanto ha sido hecho y la Palabra que se hace carne por amor al hombre. En Cristo, afirmará san Pablo están todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia. Por eso, jamás puede haber oposición alguna entre razón y fe, se requieren y potencian mutuamente.
           
En la Misa conclusiva se expresaba así: El cuerpo desgarrado y la sangre vertida de Cristo, es decir su libertad entregada, se han convertido por los signos eucarísticos en la nueva fuente de la libertad redimida de los hombres. En Él tenemos la promesa de una redención definitiva y la esperanza cierta de los bienes futuros. Por Cristo sabemos que no somos caminantes hacia el abismo, hacia el silencio de la nada o de la muerte, sino viajeros hacia una tierra de promisión, hacia Él que es nuestra meta y también nuestro principio.

            Un Papa que se marchó contento de España porque pudo sembrar mucho, estar muy acompañado y vivir la más grande manifestación de fe contemplada.
Pablo Cabellos Llorente
Publicado en LP el 23.08.11


lunes, 19 de septiembre de 2011

Corazón crucificado de Cristo, ruega por nosotros

Sólo en la Cruz contemplamos el amor verdadero en extremo. Allí se unen, en un solo corazón, el mayor amor y el mayor dolor. ¡Cómo sostuvo María aquel corazón de Cristo en la Cruz! En aquel regazo de Madre encontraba el Señor su descanso y consuelo. Ella sostuvo, al pie de la Cruz, la redención del hombre, con la misma entereza de Madre con que sostuvo en sus manos la carne infante del Hijo crucificado. Y el Espíritu Santo, misteriosamente oculto para el Hijo sufriente, sostenía aquellos brazos clavados como sostuvo a los inicios la obra creadora del Padre.

Mientras me empeñe en huir de una redención crucificada, y busque continuamente una entrega tibia y acomodada, no gustaré de esa paz y gozo inefables, que sólo llega a saborear quien se deja conducir por caminos de mucha cruz. La Cruz nos repele y, sin embargo, es donde más intimamente tocamos a Dios. No quieras atemperar tu cristianismo con la comodidad mediocre e instalada de quien busca otros caminos de salvación sin cruz, sin renuncia y sin dolor. No pases indiferente ante la cruz de tantos hermanos tuyos, que llevan a cuestas el fardo pesado de un sufrimiento sin sentido. El mundo nunca dejará de escandalizarse ante este Dios clavado y destrozado por tanto amor y tanto pecado. Pero yo no soy del mundo. Corazón crucificado de Cristo, clavado y destrozado por haberte enamorado de la carne pecadora del hombre. Que no tenga miedo de subirme a la cruz con Él. Que no tenga reparo en besar cada una de sus heridas. Que no me canse de contemplar esa Cruz que tanta salvación me trajo. Esa sangre y ese cuerpo, ese Corazón traspadado, esas lágrimas de Madre, han de ser, para mí, mi vida, mi amor, mi descanso y todo mi consuelo.
Mater Dei
Archidiócesis de Madrid

domingo, 18 de septiembre de 2011

Un corazón vacío de Cristo es una predicación vacía.

Las lecturas que se proclaman cada domingo en la Eucaristía son fragmentos recogidos de los libros bíblicos. Estos fragmentos deben de ser entendidos siempre dentro del contexto en el que fueron escritos. La primera lectura del libro Isaías, leyéndolo a simple vista puede resultarnos algo complicado de entender. Sin embargo si vamos a su contexto podremos entenderla perfectamente. Isaías se dirige al pueblo de Israel que ha vuelto del destierro babilónico. Isaías les está invitando a reconocer la presencia de Dios en los acontecimientos imprevisibles de la vida, les invita a ver todo, incluso lo que nos pueda resultar doloroso o negativo como obra de la mano providente de Dios. Nos recuerda la lectura “buscarlo porque se deja encontrar” “invocarlo porque está cerca”. Fijaos, está tan cerca de nosotros nuestro Dios que no nos puede dejar indiferentes, su presencia cuestiona la vida del hombre en su forma de vivir y de actuar. Dios se ha dejado encontrar en Jesucristo, se ha hecho hombre, se ha hecho humano, semejante a nosotros menos en el pecado, habla el mismo lenguaje que nosotros y todo para que encontremos el camino de la vida. El Señor nos sale al encuentro, nos habla cada día, en cada momento a través de los acontecimientos cotidianos, ya sean buenos o malos, negativos o positivos, tristes o alegres, Jesús me habla a mi en estas realidades. Por nuestra parte debemos aprender a reconocerle siempre en estas circunstancias. Dios es tan grande que se ha hecho nuestro compañero de camino.
Nuestra respuesta a esta manifestación amorosa de Dios debe de ser la de adherirnos plenamente a su persona, entregar nuestras vidas para poder descubrir cuál es su voluntad para con nosotros. Solo podremos descubrirla a través de una escucha atenta de su palabra, en el silencio de la oración, del corazón. Cerca está el Señor de los que lo invocan decía el Salmo, invoquémosle para descubrir en nuestra vida su cercanía, su anhelo sobre nuestras vidas. Muchas veces pensamos que sabemos cuál es la voluntad de Dios sobre nuestras vidas y no nos damos cuenta que como dice el Señor “Mis planes no son vuestros planes, mis caminos no son vuestros caminos”. El camino que Dios quiere para ti y para mi es el camino de la conversión del Corazón.

El Señor en el Evangelio ya nos ha revelado un poquito cual es nuestra misión. Hemos sido llamados por él, cada uno con su nombre y apellido, para trabajar en su viña independientemente de cuál sea nuestro salario. Esta llamada a trabajar en su viña es algo precioso que nos hace descubrir una vez más la confianza que Jesús deposita en cada uno de nosotros. Nosotros somos la esperanza de la Iglesia, los santos del siglo XXI decía el Papa. Jesucristo ha confiado en nosotros a pesar de nuestra condición débil y nos ha encomendado la tarea más preciosa que un hombre puede hacer, anunciar su Palabra a todo hijo de Dios de buena voluntad que quiera escucharla. Este anuncio del Evangelio debe brotar del encuentro personal con Cristo, de la meditación asidua de su palabra, de la participación frecuente en la Eucaristía, un corazón vació de Cristo es un anuncio vacío. Al final de nuestra jornada, de nuestra peregrinación por esta vida recibiremos el salario que nos merecemos, un salario que es muy diferente al de los demás porque para Dios cada uno somos únicos, diferentes.

Un peligro que veo en nuestras vidas es el de trabajar por el reino para que Dios nos conceda aquello que pedimos, de tal forma que si no nos lo concede nos quejamos y decimos que Dios es injusto: “como puede ser, yo que me he matado por hacer esto o lo otro en la parroquia y aquel se le concede esto y a mí no”. Esta puede ser nuestra tentación, hacer las cosas para recibir. El Señor ante esta actitud nos debe de decir, ¿Qué pasa es que yo no puedo ser bueno? A cada uno el Señor nos da lo que necesitamos para nuestra santificación. Esa debe ser nuestra confianza, que Dios sabe bien lo que nos conviene a cada uno y así el nos da según nuestra necesidad. Porque vivir agobiados de si uno recibe más o menos, Dios es providente y él sabe bien lo que nos conviene en cada momento. Como vemos la forma de actuar de Dios no es la del hombre, lo que es injusto para el hombre es justo para Dios, todo está en la mente de Dios, en su providencia. Debemos pedirle al Señor que nos ayude a cambiar nuestros criterios mundanos y nos conceda pensar y actuar según los criterios de Dios, ver todo desde lo sobrenatural, desde la providencia de Dios que todo lo hace para bien de aquellos que le aman.

Queridos amigos, trabajar por el reino de Dios, respondiendo a su llamada con alegría, esforzándose por trabajar en su viña y esperar la recompensa del modo que él quiera y disponga, es lo que verdaderamente llena nuestro corazón. Dice S. Pablo “Ay de mi si no evangelizará sería triste y no podría vivir” porque “para mí – dice S. Pablo - la vida es Cristo”. Esa experiencia de amor de S. Pablo no puede quedarse con ella, él ve que irse al cielo porque estará cerca de Cristo, pero ve más necesario permanecer en la tierra para anunciar la buena nueva y que otros puedan conocer a Cristo Jesús. Teniendo esta experiencia personal podremos decir en primera persona como S. Pablo  “para mí la vida es Cristo”

sábado, 17 de septiembre de 2011

Corazón callado de Jesús, ruega por nosotros

Jesús, acusado ante el Sanedrín, sólo respondió con el silencio. Presentado ante Herodes, burlado y despreciado por su guardia, Jesús volvió a callar. Antes, había entrado triunfante en Jerusalén, y ante la aclamación exaltada de la muchedumbre también el Señor calló. Aquel que era la Palabra del Padre y que descansaba entre la gente contándoles las parábolas del Reino, también sabía hablar con el silencio.
El silencio es una delicada expresión de acogida interior. Si el lenguaje auténtico es el que nace del amor, también el amor se mide con el silencio. Amor de silencio es el lenguaje de Cristo en tantos sagrarios solitarios. Amor de silencio es el Espíritu Santo actuando ocultamente en las almas. Amor de silencio y de acogida fue María en la Encarnación del Verbo. Amor de silencio habló el Verbo oculto en el seno virginal de María. Amor de silencio fue el de Cristo sepultado, esperando oculto en el seno de la tierra. Amor de silencio es también el que se esconde detrás de tanto pecado de los hombres. ¡Cuántos silencios hablan de sosiego y delicadeza en el amor! ¡Cuántas palabras ociosas y vacías, que no dicen nada, por las que se nos desparrama ese poco de vida interior que nos quedaba! ¡Cuánto ruido interior hace a veces ese «yo» que reclama a gritos sus pretendidos derechos y su ilegítimo señorío! Has de aprender a callar, si quieres aprender a ser otro Cristo. Has de hacer silencio en el alma, si quieres que resuene en ti el Espíritu, la voz del Padre. Sólo en el silencio de tu alma aprenderás a oír esos silencios de Cristo, en los que tanto nos habla su Corazón enamorado. Jesús, Dios callado y silencioso, que buscas el silencio de mi alma para hablarme allí toda tu intimidad. Enseñame esas hablas divinas, que tanto gustan a quien las llega a alcanzar.


Mater Dei
Archidiócesis de Madrid

jueves, 15 de septiembre de 2011

Tú, que permaneciste intrépida junto al altar de la Cruz, ruega por nosotros



La valentía no es cuestión de voluntarismo. Demostrar lo que uno es capaz de llevar a cabo, sólo a fuerza de puños, no es argumento para que otros confíen en nosotros. Cuanto más creemos que nuestro arrojo y coraje son fruto del ejercicio de nuestra voluntad, más nos equivocamos y equivocamos a otros. En cambio, hay una valentía que está más allá de nuestros límites, humanamente inexplicable, porque la recibimos de Dios. Toda la vida de María fue una entrega confiada a la voluntad de Dios, no a la suya propia. Ahí está la paradoja: que, con su abandono a la gracia divina, María vivió como nadie esa libertad propia de los que viven en la intimidad de los hijos de Dios.

La Virgen estuvo junto a la Cruz de su Hijo. No de manera hierática, o como un convidado de piedra. Su sufrimiento y su dolor no eran óbice para permanecer con una fidelidad inimaginable ante la muerte de su Hijo. La valentía de la Virgen, fruto de la gracia de Dios que inundaba su alma, hizo que su amor se anticipara a cualquier condicionamiento humano. Ella estaba allí, y el Espíritu Santo, como a Aquel que permanecía en el ara del suplicio, llenaba su alma de una fortaleza que sólo provenía de Dios.

Cuántas veces nos cuesta dar testimonio de nuestra fe, porque nos acomplejamos por la opinión de la mayoría, por el qué dirán, por los respetos humanos. Pero, más allá de esas circunstancias que tanto nos condicionan al actuar, poseemos el don de la fuerza del Espíritu Santo, que nos da la valentía sobrenatural necesaria para testimoniar a Dios allí donde estemos. Fiarnos de Él es actuar con la certeza de que el Señor ha depositado en nuestros corazones una valentía que no es fruto de nuestros esfuerzos, sino del amor que nos tiene.

Mater Dei
Archidiócesis de Madrid

miércoles, 14 de septiembre de 2011

La cruz de Cristo, el mayor fracaso de la historia.

Celebrar la fiesta de la Santa Cruz es celebrar nuestra salvación y redención. Es recordar lo que hizo Jesucristo por amor a todos los hombres. Después de ser juzgado en el Sanedrín, Jesucristo, aceptando la voluntad del Padre, fue camino del monte llamado “calvario” a morir en una cruz por la salvación de toda la humanidad. Cristo entregó su vida por todos los hombres de buena voluntad y por aquellos que le niegan y le persiguen cada día. El amor de Dios es tan grande que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Tanto amó Dios al mundo, que envió a su hijo único para que este se salve por medio de él.

En esta cruz santa y gloriosa, Cristo nuestro Señor pagó un rescate, un caro rescate que no consiste en pagar unas cuantas monedas de oro o plata sino pagó su propia vida, su propia sangre. Nosotros estábamos esclavizados por nuestros pecados, por los pecados que tanto nos hacen sufrir y que nos lleva a la desesperanza. Este pecado ya no tiene fuerza en nosotros, hemos sido liberados de esta esclavitud gracias a la sangre de Cristo derramada en la cruz, gracias a la sangre que brotó de su costado abierto.

Cuando uno es esclavo del mal acaba siendo dominando, acaba siendo dependiente del pecado y esto es causa de sufrimiento para todos. Pero Cristo ha venido a vencer esta esclavitud. Con su sangre derramada por todos los hombres a vencido el pecado del mundo. El pecado ya no tiene poder en nuestra vida porque ha sido vencido por la muerte de Cristo. Este es el precio que Cristo a entregado por ti y por mi. Y yo me hago una pregunta ¿Cómo podría pagar todo este bien que me ha hecho?

Cristo, para eliminar este pecado de nuestras vidas, ha entregado a la Iglesia el sacramento de la Confesión. Allí entregamos nuestra miseria y recibimos la misericordia. La confesión es el amor de Dios derramado en nuestros corazones. No podemos dejar que el pecado domine nuestra vida. El pecado ha sido vencido y podemos los cristianos siempre empezar de nuevo en nuestra relación con Dios.  

La cruz es el signo de amor de Dios para con nosotros. Dice S. Andrés de Creta “Si Cristo no hubiese sido clavado, no hubiese manado de su costado la sangre y el agua que purifican al mundo. No hubiéramos sido declarados libres después de la deuda contraída por nuestros pecados. Sin la cruz, no hubiera sido derrotada la muerte, ni despojado el lugar de los muertos”.

Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos porque con tu cruz has redimido al mundo.
Nosotros también participamos de la muerte de Cristo. Cuando nos bautizaron fuimos sumergidos en la muerte y resurrección de Cristo.  Como discípulos del único maestro, los cristianos participamos también de la cruz de Cristo, nos asemejamos al sufrimiento de Cristo en la cruz. Es la respuesta al sufrimiento de Cristo en la Cruz. Tu Señor que has sufrido por mí en la cruz quiero responderte y pagarte tanto amor cargando con mi sufrimiento de cada día. Los cristianos estamos llamados a cargar con la cruz de cada día aunque nos cueste. Si quieres seguirme, dice el Señor, niégate a ti mismo, carga con la cruz de cada día y sígueme. La cruz significa para nosotros gracia, fortaleza, don de Dios, pero también significa sufrimiento.

Cuando cargamos con la cruz nos estamos identificando con Cristo que sufrió la cruz voluntariamente. También debíamos vivirla nosotros no como el momento oportuno para separarnos de él sino el momento propicio para unirnos más a él. Nosotros respondemos al amor de Dios a través de la cruz de cada día. Cada día podemos ofrecer nuestra cruz por la salvación de todos los  hombres. Nosotros somos corredentores con Cristo. Ayudamos a Cristo a salvar al mundo, podemos ofrecer nuestros sufrimientos por la salvación de todos los miembros de la Iglesia. Por eso Cristo nos pide ayuda para participar en la redención del mundo. Una de las maneras de colaborar es aceptando la cruz de cada día por amor a Dios y ofrecerla a Dios por los hombres, por el mundo entero.

Por eso tenemos que aceptar cada día la cruz, no tener miedo de ella, ella es salvación aunque sea o nos parezca dolorosa.

Pidamos al Señor que nos conceda amar y abrazar la cruz de cada día, que podamos entender que la cruz es salvación para nuestras vidas. María es la que nos tiene que enseñar el significado de la cruz en la vida, ella lo vivió en primera persona. María enséñanos a carga con la cruz de cada día.

lunes, 12 de septiembre de 2011

“El nombre de la virgen era María” (Lc 1,27)

En el nombre se dice la persona. En el nombre de María, además, se dice todo el misterio de Dios. María, Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo, Esposa de Dios Espíritu Santo. El evangelista Lucas la llama «María»; el ángel, en cambio, la llama «Llena de gracia». San Juan gusta de llamarla a menudo «Madre», mientras que el evangelista Mateo la llama «Esposa de José». Su prima Isabel se dirige a ella llamándola «Madre de mi Señor» y «La que ha creído». Y en el cántico del Magníficat, María se llama a sí misma «Esclava del Señor», al tiempo que profetiza que todas las generaciones la llamarán «Bienaventurada». Todos los nombres y títulos de María resultan insuficientes para compendiar la grandiosa maternidad virginal que en Ella se cumple.

Pronunciar despacio el nombre de María, dejando que el corazón se pare en la contemplación de esta Madre tan querida, es una forma sencilla y profunda de orar. Cómo se embelesa el alma al ponderar ese nombre santo, que enamoró el corazón de Dios, en los albores de la encarnación de Cristo. Cómo descansa el corazón en este dulce nombre, que tanto alivia nuestros sufrimientos y descansa nuestros afanes. Cuando emprendas tareas especialmente delicadas y difíciles, cuando te topes con problemas que te superan, con personas difíciles, con situaciones de dolorosa lejanía de Dios, en tus labores más cotidianas, al salir de casa, al levantarte y acostarte, dí ¡…María…! María, siempre y en todo. Acostúmbrate a repetir suplicante ese nombre delicioso, en cualquier circunstancia y momento, y verás que tus días se colman de esa dulce presencia que también llenaba la casa sagrada de Nazareth. María ha de ser la Madre de esa casa de tu alma, en la que Dios quiere habitar y descansar. No hay nombre que más llene y embellezca el alma que el nombre santo de María, cuando se pronuncia y saborea en el silencio de la contemplación.
 
Mater Dei
Archidiócesis de Madrid

sábado, 10 de septiembre de 2011

Lo que es de Dios siempre da fruto.

Todavía sigue respirándose en el ambiente de nuestros pueblos la Jornada Mundial de la Juventud. Esta fiesta de la fe ha sido un gran evento histórico que no ha podido dejar indiferente a ninguna persona.

Semanas antes de la jornada se escuchaba a través de los medios de comunicación e incluso dentro de ambientes de Iglesia el fracaso que iba a suponer dicha jornada. Sin embargo lo que es de Dios siempre da fruto, en este aparente fracaso el Señor ha querido lucirse y reunir en torno al sucesor de Pedro a 2.000.000 de jóvenes que han mostrado al mundo entero la necesidad y la sed que tienen de Dios. Jóvenes que han dado un grito de esperanza, jóvenes que han pedido a gritos el alimento espiritual que sacia el corazón del hombre, jóvenes que han pedido encontrarse con Jesucristo. Todos ellos buscan respuestas a los interrogantes de sus vidas, a sus inquietudes personales, el Papa nos ha recordado que la Verdad, la Verdad de nuestra vida no es una idea ni una ideología sino una Persona, Jesucristo. Estos jóvenes han acudido con confianza al Sucesor de Pedro para que les muestre el camino que deben de seguir para alcanzar una nueva vida que sea distinta a la que pueden encontrar en el mundo.
Esta avalancha de la juventud que busca a Cristo nos debe hacer caer en la cuenta de que verdaderamente la gente ama a Cristo y a su Iglesia, necesitan a Dios y lo buscan con toda el alma. Los medios quieren anestesiarnos y mostrarnos una realidad que no es verdad, la Iglesia es una realidad joven, los hombres hoy siguen buscando a Dios, el problema está en que existen cuatro que se les oye más que a nosotros porque se les da mucha más autoridad.

Ante esta realidad que se encontró el Papa, emocionado y feliz, invitó a los jóvenes a ir a las parroquias para encontrar esa nueva vida que sacia el corazón el hombre. Allí encontrareis a Cristo que dará sentido a vuestras vidas. Abridle las puertas de vuestro corazón – decía el Papa -.
Efectivamente muchos han hecho caso a estas palabras del Papa, cuántas personas están volviendo otra vez a las parroquias a confesarse, a empezar de nuevo esta relación de amistad después de tantos años de relación apagada, quieren incorporarse en los grupos para empaparse de su palabra, todos ellos vienen con un deseo claro, volver a encontrarse con Jesucristo. ¡Cuántas gracias a Dios debemos de dar por ello!.
El mensaje que el Papa nos ha traído, como hemos podido comprobar, no está destinado solo para la juventud, es un mensaje para toda la Iglesia. Son pautas para vivir nuestro camino de fe y llegar así a estar arraigados y edificados en Cristo Jesús.
Lo primero que debemos de hacer, dice el Papa, es poner en Cristo el fundamento de nuestras vidas, construir nuestra casa en una piedra solida, que ninguna riada ni ninguna corriente de aire pueda destruir. Si ponemos nuestro fundamento en Cristo encontraremos nuestro puesto en el plan de Dios.

La segunda cosa necesaria que debemos hacer para cultivar nuestra vida espiritual es empaparnos de su Palabra a través de la meditación personal, a través del contacto intimo con Jesucristo en la oración. Solo así los criterios de nuestro corazón serán los criterios de Cristo. Que su Palabra sea siempre la norma de nuestra vida. Elemental es también para vivir la relación con Cristo la participación en la Eucaristía dominical y la recepción frecuente del sacramento del perdón, esto debe ser siempre una necesidad en nuestra vida.
Este gran tesoro que hemos descubierto y que nos ha cambiando la vida no puede quedarse solo en nuestro interior “lo que habéis recibido gratis dadlo gratis” – dice el Señor-. Debemos de dar siempre y en todo momento testimonio de todo lo que ha ocurrido en nuestra vida.
Queridos amigos, el Papa nos recuerda que frente al relativismo y la mediocridad, en torno a una sociedad que intenta anestesiar a Dios, surge la necesidad de la radicalidad, de la fidelidad. Tenemos que ser radicales y fieles a Cristo. No antepongamos nada al amor de Dios, no dejemos que Jesús sea siempre el segundo plato. Nuestra vida espiritual tiene que estar nutrida por ese encuentro precioso de intimidad personal con Cristo, si no es así nuestra fe acaba muriéndose.
Tanto esfuerzo y tanta dificultad durante estos días de preparación han merecido la pena.
Acabo con las palabras del papa: “La Iglesia necesita de vosotros y vosotros tenéis necesidad de la Iglesia”. “La Iglesia necesita de vuestra fidelidad arraigada y edificada en Cristo Jesús”.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Monseñor D. Rafael Zornoza Boy, nuevo Obispo de Cádiz - Ceuta.


Su Santidad Benedicto XVI ha nombrado nuevo obispo de las diócesis de Cádiz y Ceuta a don Rafael Zornoza Boy, hasta la fecha obispo auxiliar de Getafe. El nombramiento se ha hecho público el martes 30 de agosto, a las 12 del mediodía.

La noticia ha sido recibida en el Obispado de Getafe en una reunión fraterna, presidida por el obispo de Getafe, don Joaquín López de Andújar, en presencia de la curia diocesana, de algunos delegados y arciprestes y del mismo don Rafael.

Don Joaquín ha iniciado el acto con palabras de agradecimiento hacia don Rafael por su servicio. Le ha felicitado de corazón por su nuevo nombramiento y ha recordado su trayectoria desde que fue creada la Diócesis de Getafe en 1991.

A continuación, don Rafael ha dirigido unas palabras a todos los presentes. Ha querido agradecer, en primer lugar, al Santo Padre, por la confianza depositada en su persona para llevar a cabo esta nueva misión al frente de las diócesis de Cádiz y Ceuta. Se ha mostrado alegre al saberse enviado por el Señor a servir a los fieles de ambas diócesis, por quienes ya reza todos los días. Ha mostrado su gozo de poder vivir en el seno de la Iglesia, misterio de comunión para la misión, y por pertenecer a Cristo y a María, Estrella de los Mares. Don Rafael se ha puesto ha disposición de todos los fieles de las diócesis de Cádiz y Ceuta, de sus sacerdotes, de los religiosos y religiosas y de todos las Hermandades, Asociaciones y Movimientos, así como de los que trabajan en labores de caridad, de los emigrantes, presos y desfavorecidos. Don Rafael ha pedido oraciones a todos, especialmente a los monasterios, para que sepa hacer presente a Cristo, Buen Pastor.

También ha querido expresar su tristeza por la separación de su amada diócesis de Getafe, donde ha dejado su vida y ha aprendido a ser obispo. En Getafe ha ejercido el ministerio episcopal, compenetrado con el obispo diocesano y el presbiterio, así como con el primer obispo de la diócesis, don Francisco José Pérez y Fernández-Golfín, fallecido en febrero del 2004. Ha querido expresar su agradecimiento a don Joaquín, de quien ha aprendido el gobierno pastoral de una diócesis. Don Rafael se siente honrado de pertenecer a Getafe, de su Iglesia Apostólica, con un clero tan celoso, de tanta devoción a la Virgen. Ha querido tener también palabras de agradecimiento para los sacerdotes, el seminario, los jóvenes y las familias de la diócesis de Getafe.

Don Rafael ha continuado sus palabras mirando hacia el futuro. Le espera una iglesia rica en historia, en la cual han ejercido el episcopado grandes figuras. Ha mostrado su deseo de imitarles para responder al designio de Dios y a las esperanzas del mundo. Está deseando conocer a sus nuevos diocesanos y compartir las inquietudes de seminaristas, consagrados de vida activa y contemplativa y fieles laicos, especialmente con los que sufren la enfermedad, el dolor moral, la marginación, la pérdida de libertad o la pérdida del trabajo. Por último, don Rafael ha mostrado su interés por los jóvenes, con quienes ha compartido siempre su experiencia y su amor al Señor.

El acto ha concluido con un fuerte aplauso para don Rafael. Todos le han mostrado su cercanía y han querido darle ánimos para su nueva tarea.

Fuente: Diocesis de Getafe.

lunes, 5 de septiembre de 2011

SIN MIEDO A LA VERDAD.


En el Gran Teatro del Mundo, conocido auto sacramental de Calderón, el Autor distribuye a unos personajes su papel en la vida; el Mundo otorga los atributos correspondientes y cada uno pasa a representar su cometido. Como es frecuente en este tipo de teatro, se pueden ver personajes confrontados por parejas: Pobre-Rico, Rey-Labrador, Discreción-Hermosura, más un Niño que no llega a nacer. Cuando finaliza la vida se les pide la devolución de sus símbolos y se les da su merecido: el Pobre y la Discreción son enviados al cielo, la Hermosura, el Rey y el Labrador son remitidos al purgatorio y el Rico es destinado al infierno.

Todos los grandes literatos transmiten ideas profundas, y Calderón lo hace siempre. Es un valor de las buenas lecturas: de modo ameno y bello, y con un pensamiento coherente, van configurando nuestro intelecto. En buena medida, lo que leemos nos estructura o nos descentra. Pero no voy a escribir sobre literatura. Solamente tomo pie de esta gran obra para tratar de repensar nuestro papel en el mundo: si estamos representando un gran teatro por realizar honestamente lo que nos corresponde vivir o si estamos continuamente sobre las tablas para personificar lo que no somos. Esto último se recoge en la expresión: no me hagas teatro, es decir, no actúes con falsía.

No ser falaces significa amar la verdad aunque, en ocasiones, sea amarga. Tampoco voy a referirme ahora a la verdad transcendente, que negaría un relativista, ni siquiera a la verdad de nuestras convicciones humanas, tantas veces opinables. Quiero compartir algo más sencillo, aunque la experiencia nos dice que no es tan común aunque sea elemental. Voy a decirlo de un modo, vulgar si se quiere, que escuché alguna vez a la gente llana del pueblo: "lo que es, es; y a lo que venimos, venimos". Si se desea, también podría decirse como  los filósofos clásicos: algo no puede ser y no ser, a la vez, bajo el mismo respecto. Pero resulta que tampoco es tan simple porque cada día contemplamos el intento de armonizar los contrarios.

Para empezar por la propia casa, encontramos personas que se dicen religiosas y tienen comportamientos extremadamente malos. Vemos empresarios, cuyo fin no es crear riqueza y empleo, sino enriquecerse ellos. Observamos que existen políticos que dicen servir a la sociedad y se sirven de ella. Se puede atestiguar de gentes que se creen con derechos sobre la fama ajena alegando un favor a la información.  Hay trabajadores que, paradójicamente, no trabajan. Consta de sindicalistas que  prosperan  con el paro. Generalizando un poco más, comprobamos que muchas personas viven ese mal teatro   consistente en aparentar lo que no se es. Y no digamos de lo políticamente correcto que, en cuanto nos descuidamos, nos afecta a todos: hay asuntos que no se pueden expresar porque van contra una especie de dogma establecido, el pensamiento de moda. Si lo trasgredes, serás machacado.

Esas actitudes, u otras semejantes, paralizan el amor natural a la verdad que toda persona posee, falsifican la convivencia, hacen difícil la libertad, corroen la democracia, no se piensa en el fondo de las cuestiones, despachadas frecuentemente con un epíteto despectivo, que nada dice con seriedad de lo que hay allí. Falta apertura de mente.

Muchas actitudes parlamentarias, de comunicadores, de la vida social de cualquier tipo, del mundo económico, etc., están corroídas por la falsedad, la apariencia, la escasez de razones; penuria procedente de la insuficiencia de razonamiento en no pocos casos. Me parece que uno de los grandes males de esta sociedad nuestra es la falta de una actividad mental seria: que estudia los asuntos, busca consejo -no del que puede engañar mejor-, indaga las causas de lo que acontece, reconoce los aciertos y errores propios, investiga medidas para arreglar los males que nos atenazan realmente, decide soluciones y las ejecuta. Aunque el corazón también cuenta y entiende. Por eso se deteriora tanto el amor cuando el mundo marcha así. Necesitamos abrirnos a la verdad.

Sigo pensando que nuestra crisis actual no es solo, ni principalmente, pura cuestión económica -sin despreciar que existe  muy fuertemente-; es un problema de la razón dañada, que se resiste a indagar la verdad de lo que sucede, a reconocerla y a decirla. Es un problema del hombre, del ser humano que hemos ido esculpiendo en falso. Así tampoco va bien a los cristianos porque las patologías de la razón acaban siendo patologías de la fe y del amor. Pero tenemos arreglo.

Benedicto XVI dijo ante un respetuosísimo parlamento británico que las normas objetivas para una acción justa de gobierno son accesibles a la razón y que el papel de la religión en el debate político es ayudar a purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de principios morales objetivos, cosa no siempre bien recibida porque  existen expresiones deformadas de la religión como el sectarismo y el fundamentalismo. Por ahí, ofertando lo natural, bien puede ayudar la Iglesia a recuperar al hombre. Sirve aquello de Camino: "No tengas miedo a la verdad, aunque la verdad te acarree la muerte".

Pablo Cabellos Llorente
Publicado en LP el 16.07.11

viernes, 2 de septiembre de 2011

Corazón misericordioso de Cristo, ruega por nosotros


Quien no se ha sentido perdonado una y otra vez no ha empezado aún a gustar las delicias del amor misericordioso de Dios. Quien desespera de sí mismo ante la propia debilidad y miseria, quien cae derrotado ante el peso del propio pecado, quien da paso a la desconfianza y al desánimo cuando amenazan el cansancio espiritual o la desgana... aún no ha llegado a comprender que el amor hace ‘uno’ a los amantes. ¿Por qué encerrarse en la autocompasión del propio dolor y de las propias lágrimas, en vez de mirar cara a cara ese rostro divino, que ansía enamorado nuestra debilidad y nuestra nada? ¿Cómo no confiar hasta lo heroico en ese corazón misericordioso, que se dejó clavar así en la Cruz, sólo porque me amaba hasta el extremo?

Nos cuesta confiar hasta el abandono total en esa misericordia infinita de Dios porque nos empeñamos en encerrarla en la lata de los esquemas demasiado humanos de la justicia, del perdón o del rencor. Tampoco creas que esa confianza ilimitada en el amor misericordioso de Dios te exime de colaborar con la gracia y de sudar con esfuerzo el trabajo de tu propia conversión. Pero, lo que hace a Dios ser Dios es, sobre todo, esa inaudita e infatigable misericordia, capaz de amar en ti todo lo que eres. No dejes que tus pecados, tus defectos, tus dudas, tus desesperanzas, logren alejarte de ese amor misericordioso de Cristo. Tampoco pactes con tus limitaciones y pecados, pues impedirías que la misericordia divina se manifestara abiertamente en tu miseria. Adoremos hoy esa misericordia infinita, inmutable, de Dios, capaz de revestir de gracia y de gloria todos, absolutamente todos, los pecados de mi vida. Saboréala cada vez que te levantes del polvo de tus caídas, sin miedo a que ese Corazón divino se canse de perdonarte.
Mater Dei
Archidiócesis de Madrid