LA PRESENCIA DE DIOS EN MEDIO DE LA HISTORIA DEL HOMBRE.



A lo largo de la historia, Dios ha hablado a los hombres de muchas maneras, hoy nos ha hablado por medio de Jesucristo. Él se hace hoy presente en medio de su Iglesia, la Iglesia que él ha querido fundar. Cristo, única promesa de felicidad, se hace presente en la realidad de cada día, en cada hombre y en cada acontecimiento.

Por ello, este blog lo que pretende es reconocer a través de los hechos en la Iglesia, la presencia de Dios en medio de su Pueblo.

domingo, 30 de enero de 2011

"LA RELIGIÓN ES EL OPIO DEL PUEBLO"

Hace unos meses caminando por el puente Bailén en Madrid, cuando iba a los tribunales eclesiásticos, pasaban unas mujeres hablando por mi lado y las oí decir que “la religión era el opio del pueblo”. Esta frase de Marx me hizo caer en la cuenta de varios aspectos.
Si volvemos 2011 años atrás nos encontramos con un pueblo, el pueblo de Israel. Este pueblo yacía en tinieblas y en sombras de muerte. Dios viendo esta situación no quiso quedarse parado, este pueblo vio por pura misericordia una gran luz que empezó a iluminar su camino: Jesucristo. Este pequeño pueblo no fue elegido por ser el más grande de todos los pueblos, sino al contrario, por ser el más pequeño, Dios se fijó en él por puro amor para con ellos.
Jesucristo ha sido enviado a la tierra por el Padre, al seno de una mujer, para llevar a cabo la salvación de todo el género humano. Esta salvación ha querido que se estableciese en el seno de la Iglesia Católica y no fuera de ella, así oímos a Jesucristo decir “tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.
Muchos consideran, y se lo creen verdaderamente, que la religión o incluso la Iglesia es el opio del pueblo. Evidentemente esto no es así. El opio, si miramos su definición, es considerado como una medicina muy importante que se utiliza como analgésico, como un sedante y anestésico. Muchas personas opinan que la religión y la Iglesia católica es utilizada por numerosísimos hombres para sedarse o anestesiarse de la realidad sufriente en la que viven. Como los hombres, a lo largo de la vida, tienen determinados acontecimientos que les hacen sufrir, el único sitio para no sufrir y poder evadirse de la realidad es apoyarse en la religión ó en la Iglesia. La Iglesia sería el mejor anestésico para evadirse de la realidad. Si uno piensa así, se da cuenta de lo absurdo de la frase, porque, como todo anestésico al poco tiempo pierde su efecto y volverá otra vez el dolor, el sufrimiento.

Bien sabemos que esto no es así. Precisamente la religión o la Iglesia, no nos evade de la realidad, todo lo contrario, nos hace enfrentarnos a una realidad siempre nueva. La realidad está en nuestras vidas con sus alegrías y tristezas. No podemos saltarnos la realidad. Cristo nos invita a insertarnos en la realidad, a vivir la realidad con lo que nos viene cada día, en cada momento, en cada acontecimiento, a hacerlo verdaderamente nuestro, a darle un sentido nuevo a la vida. Cristo ha venido a hacer nuevas todas las cosas y todas las realidades en las que el hombre se mueve diariamente. Esta es la diferencia, el opio es para evadirnos de la realidad porque no queremos entrar en ella, la religión, la Iglesia Católica nos introduce en la realidad, asumiéndola con todo lo que conlleva, dándole un sentido nuevo y pleno, insertos en esta misma realidad que nos provoca.
La Iglesia es la comunidad de hijos de Dios, querida por el mismo Jesucristo que caminan junto a sus pastores hacia la Vida Eterna. En ella se vive de una forma plena el encuentro con Cristo que nos cambia la vida. Nuestra respuesta a este encuentro personal con Cristo es la fe. La fe es la respuesta del hombre a la entrega de Cristo a los hombre. Es decir sí cada día al Señor, es seguir a Cristo como lo hicieron los Apóstoles. Ellos inmediatamente lo dejaron todo por seguirle. Yo siempre me he preguntado ¿Qué es lo que vieron los discípulos en Cristo para dejar todo y seguirle? Evidentemente podemos decir que ellos descubrieron en el corazón de Cristo la respuesta a todos sus interrogantes, la respuesta a aquello que sus corazones buscaban desde hace mucho tiempo con inquietud: la felicidad.
El seguimiento pleno de Cristo es el verdadero secreto de la felicidad. Quieres ser feliz, sigue a Cristo. El Papa Benedicto XVI decía a los jóvenes que todos tenemos derecho a ser plenamente felices. Él nos recordaba que esta felicidad tiene un rostro concreto y humano: Jesucristo.
El joven rico, siendo joven como cualquier joven de hoy día, con las mismas perspectivas e interrogantes, con las mismas inquietudes de los jóvenes de hoy, acude a aquel que sabe que puede dar respuesta a todo lo que busca. Esto lo sabía porque había oído que en Israel había un hombre diferente que curaba a los ciegos y paralíticos. Su sorpresa fue que aquello que había oído de otros él lo había experimentado en su propia vida, aunque se fue triste porque era rico, el Señor ya le había sanado el corazón, caer en la cuenta de su propia miseria. Este joven buscaba como alcanzar la vida eterna, es decir, como alcanzar la plena felicidad. Cristo le responde a su pregunta que viviendo plenamente los mandamientos. El pobre joven se quedó atónito porque él desde muy pequeño había cumplido los mandamientos de Dios pero le faltaba una cosa fundamental, vender todo lo que tenía, sus seguridades y sus ídolos. Solo de esta forma, despojado de todas sus seguridades, podía seguirle a Jesucristo con entera disposición del corazón. Esta es la felicidad, seguir a Jesús de Nazaret despojado de todo aquello que deja el corazón vacio. Él es la única promesa de felicidad. Por él tiene verdadero sentido nuestra vida. Jesús no es Él opio del pueblo sino la Vida del pueblo.

“Jesucristo debe presentarse en toda su altura y su profundidad. No podemos quedarnos con un Jesús a la moda; por Jesucristo conocemos a Dios y por Dios conocemos a Cristo, y sólo así nos conocemos a nosotros mismos y encontramos respuesta a la pregunta por el sentido del ser humano y por la clave para la felicidad definitiva y permanente” (Benedicto XVI, Jesús de Nazaret)


jueves, 27 de enero de 2011

TESTIGOS DE JEHOVÁ III

Como hemos podido comprobar, no solo hacen una interpretación literal errónea de la Sagrada Escritura, sino que también tienen numerosos errores doctrinales que van aprendiéndose de memoria para luego poder manifestar y convencer a otras personas.

En clase de teología me enseñaban, cuando estudiaba teología, que para ser hereje hay que ser muy inteligente, pues, como podemos comprobar  los testigos son un compendio de las herejías más serias de todos los siglos.

Uno de los errores más importantes de los cuales saldrán todos los demás es la negación de la Santísima Trinidad. Reconocen que hay un solo Dios como nosotros pero no reconocen a las tres Personas divinas. Por ello no pueden ser considerados cristianos por mucho que ellos vayan diciendo. Nosotros sabemos perfectamente que Dios se nos revela en la Sagrada Escritura como Trinidad, así lo vemos en Mt 28,19 donde dice “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

Si niegan la Santísima Trinidad es evidente que también negarán la persona del Espíritu Santo. Si miramos su biblia descubriremos que escriben “Espíritu Santo” en letra minúsculas porque no lo tienen como una persona sino como una “fuerza” de Dios. Si miramos nuestra Biblia descubrimos en Hc 5, 3 que se trata de una persona y no una fuerza porque no podemos mentir a una fuerza sino a una persona: “Pedro le dijo: Ananías, ¿Cómo es que Satanás llenó tu corazón para mentir al Espíritu Santo y quedarte con parte del precio del campo?

Y como no van a negar la divinidad de Jesucristo, sería raro no hacerlo. Niegan lo esencial de nuestra fe, la divinidad de Jesucristo, es decir que es Dios. En su propia revista ¡Despertad! los testigos dicen que Jesús fue la primera y única creación directa del Todopoderoso… Se le llama por ello el “unigénito” de Dios. Si miramos en un diccionario normal, la palabra “unigénito” significa “hijo único”, pero si vamos a la definición inventada por los Testigos sería “primera y única creación directa”. Nuestra fe afirma que Jesús es el Hijo único de Dios, de la misma naturaleza del Padre, es decir, de naturaleza divina. Fue engendrado, no creado que quiso asumir la naturaleza humana y nació de una madre humana: la Virgen María. Él es el primogénito porque es el primero de todos lo que en Él son hijos de Dios. Por lo cual Jesús es Dios. En Juan 1,1 nos lo aclara cuando dice “en el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios”. Ellos mutilaron esta parte de la escritura y leemos “y la palabra era un dios”

Para negar la divinidad de Jesucristo, dicen que antes de venir al mundo y después de la resurrección es el Arcángel Miguel. Mientras estaba en la tierra no era arcángel sino un miembro eminente de los Testigos (los testigos empezaron a existir en el año 1879). Esta afirmación está basada en 1 Tes 4, 16 donde dice que Jesús vendrá “a la orden dada por la voz de un arcángel”. Ellos hacen el siguiente razonamiento, si Jesús viene por la voz de un arcángel, el es ese arcángel. En Hebreos 1,6 dice: “y nuevamente al introducir a su Primogénito en el mundo dice: Y adórenle todos los ángeles de Dios” Los ángeles no pueden adorar a otro ángel sino solo a Dios.

Otro motivo para negar la divinidad de Jesucristo es decir que Jesús no es Dios porque es obediente, sería más bien una criatura. Ellos teniendo la mentalidad del mundo, es decir, que el que obedece es inferior, Jesús nos muestra a seguir otro camino distinto. Él siendo Dios quiso rebajarse, tomando la misma condición humana, se humilló a si mismo obedeciendo hasta la muerte de cruz (Cfr. Fil 2, 6-8)

Los Testigos se resisten que Dios pueda ser amoroso y misericordioso para con el hombre. Ven a Dios desde su omnipotencia y trascendencia sobre el hombre.
En ellos existe otro error, oponerse a la veneración de la cruz. Ellos afirman que Jesús no murió en la cruz sino en un “madero, la cruz es un símbolo pagano que se usaba antes de Cristo e introducido en el  cristianismo en el siglo III. d. C. Ante esta afirmación absurda, tenemos que decir, que a día de hoy nadie duda que la cruz era utilizada por los romanos para sentenciar a muerte. Nosotros veneramos la cruz porque Cristo quiso morir en ella para salvarnos. La palabra “madero” en hc 5,30 se refiere a la materia y no a la forma del instrumento. Se puede decir que Jesús murió en una cruz como también que murió en un madero. El Nuevo Testamento menciona a la cruz 29 veces y hace referencia a ella unas 48 veces. (Cfr. 1Cor 2,2; Fil 3, 18; Gal 6,14). Por eso consideran la veneración de la cruz como una idolatría.

Evidentemente al haber visto que niegan la Trinidad como no van a negar la Resurrección corporal de Jesucristo. Dicen que Jesús resucitó como espíritu sin cuerpo. El cuerpo, según ellos, se pudrió en la tumba. Lo que resucitó fue un espíritu angélico. La Biblia en Mt 28, 6 dice el ángel que él no está aquí, que ha resucitado. El mismo ángel invita a que vean el lugar donde yacía y descubran que el cuerpo no está en la tumba donde debía de estar.

Que decir a cerca de los sacramentos, pues también los rechazan. El bautismo no lo consideran como un don de Dios donde él derrama su gracia para morir al pecado y renacer a una vida nueva (Cfr. Rom 6,4) sino como un símbolo y por tanto no bautizan a los niños. La Eucaristía también es negada porque no creen que Cristo esté realmente presente en la Eucaristía. No es difícil entender esto pues niegan la divinidad de Jesucristo. La verdadera Biblia traducida del griego dice en Mt 26,26  “Esto es mi cuerpo”, la de los Testigos dice en su lugar “esto significa mi cuerpo”. La palabra griega “estín” (es) significa identidad, nunca representación.

Al final del Blog podréis encontrar un vídeo de la desgarradora historia de una ex - testigo de Jehová.


miércoles, 19 de enero de 2011

“YO, HAGO NUEVAS TODAS LAS COSAS”


Todos estos días, haciendo memoria de lo vivido en estas navidades, me venía a la cabeza los acontecimientos vivido en la parroquia y en el seminario. Han sido unas navidades muy distintas, hemos podido ver muy de cerca la mano del Dios que se hace hombre para salvar al mundo entero.  Hemos vivido en muy pocos días el fallecimiento del padre de un catequista, el fallecimiento de la abuela de dos jóvenes de la parroquia y el fallecimiento del padre de un sacerdote muy cercano a mi.

Ante esta situación, uno puede vivirlo desde el punto de vista de la fe o desde un punto de vista mundano. Pero ante esta realidad a la que nos enfrentamos, el Señor nos recuerda “he venido a hacer nuevas todas las cosas”. Estas palabras del Señor no pueden dejar  indiferentes a las vidas de las personas. Cristo no nos deja nunca indiferentes, nos muestra verdaderamente que viene, hecho hombre, a hacer nuevas todas nuestras situaciones, vivencias y acontecimientos cotidianos. Cristo viene a dar sentido a la muerte, que visto desde el punto de vista mundano, es un sufrimiento inhumano e insoportable. “Yo hago nueva todas las cosas” Es una promesa que recibimos del Señor en el Evangelio y el Evangelio no es solamente una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos que verdaderamente cambian la vida.

Hoy vuelve a resonar en nuestro corazón “Que no tiemble vuestro corazón confiad en mi”. Y ¿Dónde está nuestra esperanza sino es en Él? ¿Qué podemos hacer si Él no está presente en nuestras vidas? ¿Quién puede venir a dar sentido pleno a la vida si el Señor no es el centro de la vida? Todas estas preguntas tienen una respuesta expresa: JESUCRISTO.

Jesucristo no viene a quitar el sufrimiento del hombre, sería inhumano, sino que viene a hacer nuevo este sufrimiento. La muerte sin Cristo, sin esperanza, se hace insostenible, se hace insoportable. Cuando llegamos a conocer a Cristo y su plan para cada uno de nosotros recibimos la fuerza y la esperanza para poder llevar la situación.

Todos estamos llamados a ir a esas estancias que el Señor nos tiene reservado, donde ya no habrá sufrimiento ni dolor, ni angustia, donde todo será alegría, gozo, tranquilidad y paz. Esta debe ser nuestra única esperanza que después de cerrar los ojos en esta tierra los abriremos a la tierra nueva, al nuevo cielo, después de esta vida hay Vida, vida verdadera. No una vida como nosotros vivimos hoy. Como dice Benedicto XVI en su Encíclica Spe Salvi “lo que cotidianamente llamamos vida en verdad no lo es. La verdadera vida es una vida distinta marcada por la presencia definitiva de nuestro Señor. Nosotros somos huéspedes y peregrinos en la tierra, añoramos la patria futura. Esta sociedad nuestra, marcada por el pecado, no es nuestro ideal, no es nuestro destino, nosotros pertenecemos, aunque todavía tengamos que vivir en la tierra, a una sociedad nueva que es el cielo hacia el cual nos dirigimos”.

La muerte no es el fin del camino es el inicio de una vida nueva marcada por el amor de Dios. Allí veremos al Señor tal cual es y estaremos toda la eternidad contemplando su rostro radiante. Esta debe ser nuestra alegría, nuestra fuerza, el sentido de la muerte y nuestra esperanza. Esta es nuestra fe, vivir buscando el cielo aquí en la tierra.

Pero para poder gozar de esta tierra nueva, de este cielo nuevo tenemos que vivir aquí en la tierra mereciendo los bienes del cielo. No podemos vivir aquí en la tierra buscando los bienes terrenos, el bien estar, el libertinaje y luego querer vivir en el cielo. ¿Cómo pretendemos acercarnos al Padre? ¿Con qué manos? ¿con una vida de fracaso o con una vida marcada por la presencia de Cristo? Tenemos que vivir en la tierra en unión con Cristo, de esta manera la vida será bella, apasionante, donde todo tendrá un sentido, incluso la muerte. Todos esperamos el momento glorioso, el encuentro definitivo con Cristo, nuestro Salvador y nuestro Señor.

Nuestra Resurrección, dice el Catecismo de la Iglesia Católica, “sobrepasa nuestra imaginación y nuestro entendimiento; no es accesible más que en la fe”. Cristo resucitó con su propio cuerpo:“Mirad mis manos y mis pies; soy Yo mismo” (Lc.24,39); pero El no volvió a una vida terrenal. En El todos resucitarán con su propio cuerpo, el que tienen ahora, pero este cuerpo será “transfigurado en cuerpo de gloria” (Flp.3,21), “en cuerpo espiritual" (1Cor. 15,44)

Pero ¿Quiénes resucitarán? El catecismo de la iglesia nos recuerda en el número 998 que todos los hombres que han muerto. Unos para la condenación y otros para la salvación. Es decir, todos resucitaremos: salvados y condenados. Unos para una resurrección de gloria y de felicidad eternas. Otros para una resurrección de condenación e infelicidad eternas

El misterio de la Asunción de la Santísima Virgen María al Cielo nos recuerda el sentido de nuestra vida en la tierra y lo que nos espera después de la muerte. El hecho de que la Santísima Virgen fuera llevada en cuerpo y alma al Cielo, cuestión que es dogma de fe para el católico, es un verdadero signo de esperanza para todos. La Virgen María nos muestra, con su vida en la tierra y su Asunción al Cielo, el camino que hemos de recorrer todos nosotros total identificación de nuestra voluntad con la Voluntad de Dios en esta vida y luego el paso a la otra Vida, al Cielo que Dios Padre nos tiene preparado desde toda la eternidad. Allí estaremos en cuerpo y alma gloriosos, como está María, porque seremos resucitados, tal como Cristo resucitó y tal como El lo tiene prometido a todo el que cumpla la Voluntad del Padre (cfr. Juan 5,29 y 6,40).

Explicaba el Papa Juan Pablo II en su libro Cruzando el Umbral de la Esperanza, que la condenación es lo opuesto a la salvación, pero que tienen en común que ambas son eternas. El peor mal es la condenación eterna: el rechazo del hombre por parte de Dios, como consecuencia del rechazo de Dios por parte del hombre. Pero el mayor bien es la salvación eterna: la felicidad que proviene de la unión con Dios. Es el gozar de la llamada Visión Beatífica, es decir, el ver a Dios mismo "cara a cara" (1Cor. 13, 12). De esto se trata el Cielo, que es un estado, un sitio indescriptible con nuestros limitados conocimientos humanos, pero sabemos que es mucho más de lo que podemos anhelar o imaginar. Por eso dice San Pablo: "ni el ojo vio, ni el oído escuchó, ni el corazón del humano pudo imaginar lo que Dios ha preparado para aquéllos que le aman" (1Cor. 2, 9).

La Eucaristía es el cielo en la tierra. 
Verdaderamente el Señor hace nuevas todas las cosas ¡Gracias Señor!

Bajo tu protección nos acogemos, Santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita. Ruega por nosotros santa Madre de Dios. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.

miércoles, 12 de enero de 2011

TESTIGOS DE JEHOVÁ (II)


En el artículo anterior vimos que Russel, sin estudiar teología, se autodenominaba “pastor” y llegaba a la conclusión de que todos los cristianos de la Iglesia Católica interpretaban erróneamente la Biblia. Solamente él y aquellos que le seguían eran los grandes interpretadores de la Biblia. Pues si ojeamos la Biblia traducida por los testigos de Jehová nos encontramos con una Biblia mutilada. Su Biblia es una traducción falsa con muchos pasajes intencionalmente cambiados para justificar sus doctrinas falsas. Para ajustar la Biblia a la conveniencia de la secta, el Señor Knorr, tercer presidente de los Testigos, mandó a un comité anónimo a producir una nueva traducción.  Un ejemplo de lo que estamos hablando, lo encontramos en Jn 1,1. En nuestra Biblia se proclama “el Verbo era Dios”, los Testigos ponen  “el verbo era un dios”. Como vemos interpretan a su manera su propia Biblia para justificar las doctrinas de sus lideres.


Nosotros los católicos proclamamos que solo la Iglesia Católica fundada por Jesucristo y guiada por el Papa, tiene autoridad divina para interpretar la Biblia. Esto es así porque Jesucristo dice en el Evangelio: “tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. Ellos dicen que la autoridad la tienen los Testigos de Jehová. Yo me pregunto ¿cómo puede ser si fueron fundados por el Sr. Russell en 1879?

Veamos ahora algunos ejemplos de interpretación literal de la Biblia que hacen los Testigos de Jehová:

Solo irán al cielo 144.000

Se apoyan en Apocalipsis 7,4-8. Dicen que estos son los elegidos que irán al cielo como espíritus sin cuerpo. El resto de los fieles quedarán en la tierra con cuerpos resucitados mientras que los condenados no irán al infierno sino que serán aniquilados (dejaran de existir).

A este equivoco tenemos que responder que en el mismo Apocalipsis continua diciendo: "...Vi a una muchedumbre que nadie podía contar...de todas las naciones y tribus". Los 144 mil simboliza las 12 tribus judías 12 veces y 1000 veces. Son una gran multitud y no una cifra exacta. Además el cap. 14, v. 4 dice literalmente que los 144, 000 son vírgenes. ¿Son vírgenes los Testigos que pretenden ser contados en ese número?

María tuvo más hijos

Este es un error muy conocido en la sociedad que mucha gente utiliza para machacar a los católicos. Ellos afirman que María tuvo más hijos porque en el pasaje de Mateo 13,59 se dice que Santiago, José, Simón y Judas son hermanos de Jesús. Ante esta situación tan absurda, tendríamos que responder que la palabra “hermanos” se utilizaba para llamar a la familia extensa. En hebreo y arameo no existe una palabra que designe a los parientes fuera de la familia inmediata. Llamaban “hermanos” a los primos, tíos y sobrinos. Al traducirlo al griego se usó la palabra “adelphos” que significa hermanos, para designar a los parientes y a aquellos que están relacionados cercanamente con Jesús.

Si verdaderamente María tuviese otros hijos aparecería en la Biblia. Sin embargo los vecinos de Nazaret se refieren a Jesús como “el hijo de María” y no “un hijo de María”. La única vez que se nos habla de otro hijo de María es por labios de Jesús desde la cruz. Une a su madre y a San Juan haciéndolos madre e hijo pero nadie puede pensar que este Juan es hijo carnal de María.

Con referencia a esto, afirman que Jesús fue el primero pero no el único hijo. Se basan para decir esto en “María dio a luz a su primogénito” (Lc 2, 17). Tenemos que objetar que los Judíos llamaban primogénito al que naciera primero aunque no le siguieran otros.

Por todo ello no podemos decir que María tuviese otros hijos. María fue siempre Virgen, antes, durante y después del parto. Ellos niegan de una forma clara y directa la virginidad y maternidad divina de María. Tratando de negar el milagro, enseñan que Jesús fue concebido por un proceso semejante a la inseminación artificial. Esto lo encontramos en la revista “¡Despertad!”, órgano oficial de la secta, el 8 de diciembre de 1998 en la página 8, dice así:

"Hace dos mil años, Dios transfirió la vida de Jesús a la matriz de una virgen judía para que naciera como hombre. Aun hoy, la inseminación artificial permite al ser humano obtener resultados semejantes en ciertos aspectos".

Son palabras textuales. ¡Impresionante!

Los Evangelios presentan la concepción virginal de María como un hecho que sobrepasa toda lógica humana y que solo puede entenderse como un acontecimiento que procede de la obra divina. Con razón José se sorprendió por aquella noticia y quería dejar a María, porque no le entraba en la cabeza que una mujer fuera concebida sin “conocer varón”. Él pensaba que le había sido infiel. Todo cambia cuando se le aparece el Ángel a José y le dice: “Lo concebido en ella viene del Espíritu Santo”.

La Biblia ya nos ha advertido que surgirán muchos falsos profetas que engañarán a muchos. También nos recuerda que quien persevere hasta el final se salvará. Me da pena porque cada año muchas personas abandonan la Iglesia Católica para adentrarse en el mundo de los Testigos de Jehová y de otras muchas sectas. 



miércoles, 5 de enero de 2011

EL SENTIDO CRISTIANO DEL AÑO NUEVO

Llevamos ya unos días del nuevo año. Toda la gente en estos días por la calle se felicitan con gozo el nuevo año: “Feliz año nuevo” “que este año este cargado de salud, dinero y amor” “que se acabe la crisis”. Otros, incluso, se felicitan por el final del año viejo por las malas experiencias vividas a lo largo de todo el año. El otro día me llamaba un joven que me deseaba una buena entrada de año, me preguntó cómo lo iba a celebrar. Yo le respondí que lo celebraría desde el punto de vista cristiano, mi amigo se echó a reír. Pero ¿Cuál es el verdadero sentido del año nuevo para un cristiano?

Todo cristiano ha sido creado para amar a Dios con todo el corazón y con toda el alma, ha sido creado para alabar y bendecir a su Divina Majestad. Dice el Papa en Deus Caritas est, que uno no comienza a ser cristiano por una decisión ética sino por un encuentro con una persona que nos ha cambiado la vida y que corresponde verdaderamente con lo que nuestro corazón desea, Jesucristo. El fiel cristiano, cuando recibe el bautismo y la confirmación, está llamado, según su propio estado de vida, a impregnar las realidades temporales del espíritu evangélico, está llamado a dar sentido a todos los hechos y acontecimientos que está en su mano enfocándolo desde la mirada de la fe.

Por ello el año nuevo, también puede ser enfocado con una mirada sobrenatural en el cual Jesucristo sea su sentido más pleno. Por eso tenemos que aprender a ver el año nuevo como un hecho auténticamente cristiano, teniendo en cuenta que verdaderamente es una realidad civil que no tiene su raíz en el cristianismo. Pero también es verdad que nosotros, como personas consagradas a Dios por el bautismo, debemos de cristianizar aquello que por desgracia hoy día no está cristianizado.

El año nuevo tiene un verdadero sentido cristiano. El fin del año es un momento precioso para dar gracias a Dios por su paciencia y fidelidad para con nosotros, porque tenemos que recordar que la paciencia de  Dios es siempre nuestra salvación. Él ha tenido mucha paciencia con sus creaturas y a pesar de sus infidelidades, el Señor no ha desistido y ha seguido siendo fiel enviándonos su gracia que es la que nos santifica. Gracias a su presencia entre nosotros podremos descubrir lo bueno que ha sido Dios para con nosotros, su paciencia infinita que nos lleva a caer en la cuenta de nuestras propias infidelidades que por un lado nos conduce a pedirle perdón y por otro a darle gracias por su fidelidad.

Esta actitud del corazón debe conducirnos siempre a la súplica constante. La súplica para que el siguiente año este marcado mas por la fidelidad del hombre para con Dios que la propia infidelidad que deja el corazón vacio.

El fiel cristiano, impregnado del amor de Dios en su vida, descubriendo su presencia en la propia realidad, tiene que ver el año nuevo como una gran oportunidad que Dios le regala para amarle con todo el corazón y con toda el alma. En eso está el verdadero secreto de la fidelidad. El Señor es fiel y cumple siempre sus profesas, Él que es fiel lo será siempre a pesar de nuestra infidelidad.  

¡Que gran amor a tenido Dios para con nosotros! Nos regala un año más para que vayamos, con su ayuda y su gracia, cambiando nuestro corazón y que cada día que pase se vaya pareciendo más al suyo.

Para eso hay un truco elemental, estar con él. Eso es la santidad, estar con aquel que sabemos que nos ama a pesar de nuestras pobrezas y debilidades. Esta es nuestra llamada en este nuevo año, ser santos como Él es santo, con sufrimiento y dificultades, pero santos como nuestro padre celestial.

Esta es nuestra meta, ser santos, así lo ha definido el Concilio Vaticano II. En esta tarea que es difícil no estamos solos, contamos con la ayuda protectora de nuestra madre la Virgen María. También contamos con la ayuda y presencia constante de nuestra madre la Iglesia, que nos acompaña en nuestro camino hacia el cielo.