LA PRESENCIA DE DIOS EN MEDIO DE LA HISTORIA DEL HOMBRE.



A lo largo de la historia, Dios ha hablado a los hombres de muchas maneras, hoy nos ha hablado por medio de Jesucristo. Él se hace hoy presente en medio de su Iglesia, la Iglesia que él ha querido fundar. Cristo, única promesa de felicidad, se hace presente en la realidad de cada día, en cada hombre y en cada acontecimiento.

Por ello, este blog lo que pretende es reconocer a través de los hechos en la Iglesia, la presencia de Dios en medio de su Pueblo.

sábado, 3 de noviembre de 2012

“Ha escogido Dios lo necio del mundo” (1 Co 1, 27)

Cuando recibimos el reconocimiento de los demás por lo que hacemos nos sentimos satisfechos. En ocasiones, incluso, consideramos que es algo justo y debido esa alabanza hacia nosotros, o, por el bien que hemos hecho, o, porque nos sentimos simplemente satisfechos ante la perfección de lo realizado. Sin embargo, este pararse en los “inciensos” hacia uno mismo tiene un precio, y es considerar lo que valemos sin tener en cuenta que la verdadera alabanza ha de estar dirigida a Dios. Decía alguien que el gran negocio del siglo sería vendernos por lo que pensamos que valemos, y comprarnos por lo que realmente valemos.
El convencimiento de lo poco que tenemos, si no fuera porque lo hemos recibido de Dios, no es un supuesto para amedrentarnos, sino la certeza de que somos criaturas, no autosuficientes… sin Dios, nada seríamos. De ahí viene la consideración de todo lo que podemos llevar a cabo si contamos con la gracia de Dios… “Para Dios nada hay imposible”.
Por otro lado, san Pablo da un paso más: “Ha escogido Dios más bien lo necio del mundo para confundir a los sabios. Y ha escogido Dios lo débil del mundo, para confundir lo fuerte”. Y esta no es medicina preventiva, sino el día a día de nuestra vida. El reconocimiento de que sin Dios todo es fatuo, viene a ponernos en el sitio que nos corresponde, ya que sin aplausos de los hombres uno podría pensar que ha caído en el fracaso. Sin embargo, nada más erróneo. Porque, podría suceder, incluso, que después de actuar con una verdadera rectitud de intención, es decir, realizar nuestras obras cara a Dios, fuéramos criticados o perseguidos por el mundo. Esa falta de adecuación con el pensar de los hombres, ¿supondría que estamos haciendo las cosas mal?
Estar sometidos constantemente al juicio de los demás nos empobrece y nos hacer vivir en una esclavitud que no es, precisamente, la libertad de los hijos de Dios. Nuestro único juez es Dios, y a Él ha de ir toda la gloria y alabanza, “caiga quien caiga”. Considerarnos necios, en el lenguaje evangélico, es reconocer nuestras limitaciones y nuestra debilidad. Es abandonarnos, en definitiva, en manos de ese Padre providente, que sabe lo que necesitamos, insertándonos en ese gran caudal que es la gracia divina para que nuestras acciones, nuestras palabras y nuestros pensamientos se adecuen al plan de Dios. ¡Qué mayor libertad que la de buscar la voluntad de Dios!... Nunca nos equivocaremos.

Mater Dei
Archidiócesis de Madrid

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