LA PRESENCIA DE DIOS EN MEDIO DE LA HISTORIA DEL HOMBRE.



A lo largo de la historia, Dios ha hablado a los hombres de muchas maneras, hoy nos ha hablado por medio de Jesucristo. Él se hace hoy presente en medio de su Iglesia, la Iglesia que él ha querido fundar. Cristo, única promesa de felicidad, se hace presente en la realidad de cada día, en cada hombre y en cada acontecimiento.

Por ello, este blog lo que pretende es reconocer a través de los hechos en la Iglesia, la presencia de Dios en medio de su Pueblo.

domingo, 25 de noviembre de 2012

REY DEL UNIVERSO

Existe un año natural, académico, judicial…y también un año litúrgico que se divide en tiempos: Adviento, Navidad, Cuaresma, Semana Santa, Pascua y el llamado tiempo ordinario. Pues bien, el próximo domingo, día 20 de noviembre concluye el tiempo ordinario y, en ese día, se celebra la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo.


El Papa Pío XI en su Encíclica “Quas primas” de 1925 instituyó esta fiesta para que el pueblo cristiano diera a Jesucristo preclaro testimonio de su obediencia y adoración. Nos habla de un Reino, de un reinado y de un rey. Es un reino eterno y universal, reino de la verdad y de la vida, de la santidad y la gracia, de la justicia, el amor y la paz.



“Tu nación y los pontífices te han entregado a mi; ¿Qué has hecho?”Jesús respondió a Pilato: “Mi reino no es de este mundo; si de este mundo fuera mi reino, mis ministros habrían luchado para que no fuese entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí”. Le dijo entonces Pilato: “Luego tú eres rey?” Respondió Jesús: “Tú dices que soy rey. Yo para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad, oye mi voz” (Io. 18, 35).
Es muy justo que esta fiesta de Cristo Rey se enmarque precisamente en el Calvario. Cristo Jesús se afirma Rey, precisamente en el momento en que, entre los dolores y los escarnios de la Cruz, entre las incomprensiones y blasfemias de los circunstantes, agoniza y muere. En verdad es una realeza singular la suya, tal que sólo pueden reconocerla los ojos de la fe: “Regnavit a ligno Deus” (Cfr. Juan Pablo II, 1980).



Ante los que reducen la religión a un cúmulo de negaciones, o se conforman con un catolicismo de media tinta, ante los que quieren poner al Señor de cara a la pared o colocarle en un rincón del alma…: hemos de afirmar, con nuestras palabras y con nuestras obras, que aspiramos a hacer de Cristo un auténtico Rey de todos los corazones…, también de los suyos (Cfr. Surco, 608).
Desde el primer momento, Jesús dejó muy clara su misión divina; ante Pilato declara que su reino no es de este mundo y que, todo el que es de la verdad, se hace súbdito de este reino pues ha comprendido la naturaleza espiritual de este reinado.



Hace pocos meses le preguntaron a un político “muy católico”: entonces, ¿sí al aborto? Y el personaje repuso: “como político, rotundamente sí; como católico, tendría que contestar de otra manera”. 



¿Qué quieren decir esta y otras respuestas ante situaciones o acontecimientos que exigen que un cristiano dé la cara y manifieste las exigencias de su fe? Son o posturas de esquizofrenia magnificada o simplemente actitudes de hombres sin principios. Como político…es decir, en tanto que mis amos me ordenan que lo diga, en tanto que mi oficio es ser megafonía de consignas, en tanto que me sirve de peldaño o de estribo para escalar más alto…en tanto que me enseñen poltronas, en tanto que mis dueños me recompensen con medallas, monedas o promesas, ¡rotundamente sí! ¡Sí a lo que sea! Si hay que jurar, se jura; si hay que mentir, se miente, si hay que adular, se adula, si hay que engañar, se engaña; si hay que fingir, se finge…¡Sea todo por el voto! Pero ¿y Dios? No, Dios no importa, pues no desciende a estos detalles.



Han pasado XXI siglos y mucha gente sigue haciendo suyo aquel grito de los trabajadores de la parábola de las minas (Cfr. Lc. 19, 13): “No queremos que éste reine sobre nosotros”; en la Universidad, en la familia, en los lugares de trabajo, en los de diversión, en los parlamentos…se escucha un colosal “non serviam” (no queremos servir), se observa una huída de Dios.



Abrid de par en par las puertas de vuestro corazón a Cristo Redentor, a su ley de Amor (Cfr. Juan Pablo II). Frente al “non serviam”, hemos de oponer, con San Pablo, aquél “oportet illum regnare” (conviene que Él reine)
Queremos que Cristo reine. Para Dios toda la gloria. Este ideal solamente se hará realidad por la oración y el sacrificio, por la fe y el Amor. Pues…¡a orar, y a creer, y a sufrir, y a Amar!

Rvdo. Sr. D. Javier Muñoz-Pellín. 

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