Es propio de nuestra limitada condición creatural asirnos fuertemente a los agarraderos de las seguridades humanas. Necesitamos vivir con los pies muy puestos en la tierra de nuestros cálculos humanos, de nuestras previsiones y planes, de nuestras habilidades y cualidades, de nuestros méritos, de todo aquello que podemos medir, tocar, ver y sentir. Y terminamos por utilizar esa misma lógica humana en nuestra vida espiritual, convirtiendo el alma en un almacén de congelados, en el que voy guardando todos aquellos méritos y obras buenas que me permitirán un día comprar a Dios mi derecho a la salvación. Aunque seas muy generoso con tus bienes materiales, puedes vivir con alma de rico, dominado por la miserable ambición de caminar muy seguro de ti mismo y confiado en las riquezas espirituales de tus méritos, de tus obras, de tus virtudes o de tus cualidades. Todo eso de bueno que hay en ti no es tuyo; te lo da Dios con su gracia. La peor pobreza que puede sufrir un alma inflada de sí misma es no tener a Dios. Y esta miseria espiritual puede darse aun cuando seas un perfecto cumplidor de tus deberes espirituales. Otros podrán ver que vas a Misa, que rezas a diario el rosario, que hablas piadosamente de Dios en tu apostolado, que lees y conoces la Escritura, y hasta podrán alabar tus bellas y piadosas predicaciones... Sin embargo ¡cuántos cristianos tan llenos de sí mismos, esperando como camellos para pasar por el ojo de una aguja! Carga sobre tus lomos las cruces de los demás, sus problemas, sus inquietudes, sus deseos de Dios; carga tu alma, sobre todo, de la presencia y del amor de Dios, y verás que ni el ojo de una aguja es obstáculo para que su gracia actúe a través tuya.
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LA PRESENCIA DE DIOS EN MEDIO DE LA HISTORIA DEL HOMBRE.
Por ello, este blog lo que pretende es reconocer a través de los hechos en la Iglesia, la presencia de Dios en medio de su Pueblo.
miércoles, 12 de diciembre de 2012
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