LA PRESENCIA DE DIOS EN MEDIO DE LA HISTORIA DEL HOMBRE.



A lo largo de la historia, Dios ha hablado a los hombres de muchas maneras, hoy nos ha hablado por medio de Jesucristo. Él se hace hoy presente en medio de su Iglesia, la Iglesia que él ha querido fundar. Cristo, única promesa de felicidad, se hace presente en la realidad de cada día, en cada hombre y en cada acontecimiento.

Por ello, este blog lo que pretende es reconocer a través de los hechos en la Iglesia, la presencia de Dios en medio de su Pueblo.

miércoles, 5 de enero de 2011

EL SENTIDO CRISTIANO DEL AÑO NUEVO

Llevamos ya unos días del nuevo año. Toda la gente en estos días por la calle se felicitan con gozo el nuevo año: “Feliz año nuevo” “que este año este cargado de salud, dinero y amor” “que se acabe la crisis”. Otros, incluso, se felicitan por el final del año viejo por las malas experiencias vividas a lo largo de todo el año. El otro día me llamaba un joven que me deseaba una buena entrada de año, me preguntó cómo lo iba a celebrar. Yo le respondí que lo celebraría desde el punto de vista cristiano, mi amigo se echó a reír. Pero ¿Cuál es el verdadero sentido del año nuevo para un cristiano?

Todo cristiano ha sido creado para amar a Dios con todo el corazón y con toda el alma, ha sido creado para alabar y bendecir a su Divina Majestad. Dice el Papa en Deus Caritas est, que uno no comienza a ser cristiano por una decisión ética sino por un encuentro con una persona que nos ha cambiado la vida y que corresponde verdaderamente con lo que nuestro corazón desea, Jesucristo. El fiel cristiano, cuando recibe el bautismo y la confirmación, está llamado, según su propio estado de vida, a impregnar las realidades temporales del espíritu evangélico, está llamado a dar sentido a todos los hechos y acontecimientos que está en su mano enfocándolo desde la mirada de la fe.

Por ello el año nuevo, también puede ser enfocado con una mirada sobrenatural en el cual Jesucristo sea su sentido más pleno. Por eso tenemos que aprender a ver el año nuevo como un hecho auténticamente cristiano, teniendo en cuenta que verdaderamente es una realidad civil que no tiene su raíz en el cristianismo. Pero también es verdad que nosotros, como personas consagradas a Dios por el bautismo, debemos de cristianizar aquello que por desgracia hoy día no está cristianizado.

El año nuevo tiene un verdadero sentido cristiano. El fin del año es un momento precioso para dar gracias a Dios por su paciencia y fidelidad para con nosotros, porque tenemos que recordar que la paciencia de  Dios es siempre nuestra salvación. Él ha tenido mucha paciencia con sus creaturas y a pesar de sus infidelidades, el Señor no ha desistido y ha seguido siendo fiel enviándonos su gracia que es la que nos santifica. Gracias a su presencia entre nosotros podremos descubrir lo bueno que ha sido Dios para con nosotros, su paciencia infinita que nos lleva a caer en la cuenta de nuestras propias infidelidades que por un lado nos conduce a pedirle perdón y por otro a darle gracias por su fidelidad.

Esta actitud del corazón debe conducirnos siempre a la súplica constante. La súplica para que el siguiente año este marcado mas por la fidelidad del hombre para con Dios que la propia infidelidad que deja el corazón vacio.

El fiel cristiano, impregnado del amor de Dios en su vida, descubriendo su presencia en la propia realidad, tiene que ver el año nuevo como una gran oportunidad que Dios le regala para amarle con todo el corazón y con toda el alma. En eso está el verdadero secreto de la fidelidad. El Señor es fiel y cumple siempre sus profesas, Él que es fiel lo será siempre a pesar de nuestra infidelidad.  

¡Que gran amor a tenido Dios para con nosotros! Nos regala un año más para que vayamos, con su ayuda y su gracia, cambiando nuestro corazón y que cada día que pase se vaya pareciendo más al suyo.

Para eso hay un truco elemental, estar con él. Eso es la santidad, estar con aquel que sabemos que nos ama a pesar de nuestras pobrezas y debilidades. Esta es nuestra llamada en este nuevo año, ser santos como Él es santo, con sufrimiento y dificultades, pero santos como nuestro padre celestial.

Esta es nuestra meta, ser santos, así lo ha definido el Concilio Vaticano II. En esta tarea que es difícil no estamos solos, contamos con la ayuda protectora de nuestra madre la Virgen María. También contamos con la ayuda y presencia constante de nuestra madre la Iglesia, que nos acompaña en nuestro camino hacia el cielo.    

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