Hace unos meses caminando por el puente Bailén en Madrid, cuando iba a los tribunales eclesiásticos, pasaban unas mujeres hablando por mi lado y las oí decir que “la religión era el opio del pueblo”. Esta frase de Marx me hizo caer en la cuenta de varios aspectos.
Si volvemos 2011 años atrás nos encontramos con un pueblo, el pueblo de Israel. Este pueblo yacía en tinieblas y en sombras de muerte. Dios viendo esta situación no quiso quedarse parado, este pueblo vio por pura misericordia una gran luz que empezó a iluminar su camino: Jesucristo. Este pequeño pueblo no fue elegido por ser el más grande de todos los pueblos, sino al contrario, por ser el más pequeño, Dios se fijó en él por puro amor para con ellos.
Jesucristo ha sido enviado a la tierra por el Padre, al seno de una mujer, para llevar a cabo la salvación de todo el género humano. Esta salvación ha querido que se estableciese en el seno de la Iglesia Católica y no fuera de ella, así oímos a Jesucristo decir “tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.
Muchos consideran, y se lo creen verdaderamente, que la religión o incluso la Iglesia es el opio del pueblo. Evidentemente esto no es así. El opio, si miramos su definición, es considerado como una medicina muy importante que se utiliza como analgésico, como un sedante y anestésico. Muchas personas opinan que la religión y la Iglesia católica es utilizada por numerosísimos hombres para sedarse o anestesiarse de la realidad sufriente en la que viven. Como los hombres, a lo largo de la vida, tienen determinados acontecimientos que les hacen sufrir, el único sitio para no sufrir y poder evadirse de la realidad es apoyarse en la religión ó en la Iglesia. La Iglesia sería el mejor anestésico para evadirse de la realidad. Si uno piensa así, se da cuenta de lo absurdo de la frase, porque, como todo anestésico al poco tiempo pierde su efecto y volverá otra vez el dolor, el sufrimiento.
Bien sabemos que esto no es así. Precisamente la religión o la Iglesia, no nos evade de la realidad, todo lo contrario, nos hace enfrentarnos a una realidad siempre nueva. La realidad está en nuestras vidas con sus alegrías y tristezas. No podemos saltarnos la realidad. Cristo nos invita a insertarnos en la realidad, a vivir la realidad con lo que nos viene cada día, en cada momento, en cada acontecimiento, a hacerlo verdaderamente nuestro, a darle un sentido nuevo a la vida. Cristo ha venido a hacer nuevas todas las cosas y todas las realidades en las que el hombre se mueve diariamente. Esta es la diferencia, el opio es para evadirnos de la realidad porque no queremos entrar en ella, la religión, la Iglesia Católica nos introduce en la realidad, asumiéndola con todo lo que conlleva, dándole un sentido nuevo y pleno, insertos en esta misma realidad que nos provoca.
La Iglesia es la comunidad de hijos de Dios, querida por el mismo Jesucristo que caminan junto a sus pastores hacia la Vida Eterna. En ella se vive de una forma plena el encuentro con Cristo que nos cambia la vida. Nuestra respuesta a este encuentro personal con Cristo es la fe. La fe es la respuesta del hombre a la entrega de Cristo a los hombre. Es decir sí cada día al Señor, es seguir a Cristo como lo hicieron los Apóstoles. Ellos inmediatamente lo dejaron todo por seguirle. Yo siempre me he preguntado ¿Qué es lo que vieron los discípulos en Cristo para dejar todo y seguirle? Evidentemente podemos decir que ellos descubrieron en el corazón de Cristo la respuesta a todos sus interrogantes, la respuesta a aquello que sus corazones buscaban desde hace mucho tiempo con inquietud: la felicidad.
El seguimiento pleno de Cristo es el verdadero secreto de la felicidad. Quieres ser feliz, sigue a Cristo. El Papa Benedicto XVI decía a los jóvenes que todos tenemos derecho a ser plenamente felices. Él nos recordaba que esta felicidad tiene un rostro concreto y humano: Jesucristo.
El joven rico, siendo joven como cualquier joven de hoy día, con las mismas perspectivas e interrogantes, con las mismas inquietudes de los jóvenes de hoy, acude a aquel que sabe que puede dar respuesta a todo lo que busca. Esto lo sabía porque había oído que en Israel había un hombre diferente que curaba a los ciegos y paralíticos. Su sorpresa fue que aquello que había oído de otros él lo había experimentado en su propia vida, aunque se fue triste porque era rico, el Señor ya le había sanado el corazón, caer en la cuenta de su propia miseria. Este joven buscaba como alcanzar la vida eterna, es decir, como alcanzar la plena felicidad. Cristo le responde a su pregunta que viviendo plenamente los mandamientos. El pobre joven se quedó atónito porque él desde muy pequeño había cumplido los mandamientos de Dios pero le faltaba una cosa fundamental, vender todo lo que tenía, sus seguridades y sus ídolos. Solo de esta forma, despojado de todas sus seguridades, podía seguirle a Jesucristo con entera disposición del corazón. Esta es la felicidad, seguir a Jesús de Nazaret despojado de todo aquello que deja el corazón vacio. Él es la única promesa de felicidad. Por él tiene verdadero sentido nuestra vida. Jesús no es Él opio del pueblo sino la Vida del pueblo.
“Jesucristo debe presentarse en toda su altura y su profundidad. No podemos quedarnos con un Jesús a la moda; por Jesucristo conocemos a Dios y por Dios conocemos a Cristo, y sólo así nos conocemos a nosotros mismos y encontramos respuesta a la pregunta por el sentido del ser humano y por la clave para la felicidad definitiva y permanente” (Benedicto XVI, Jesús de Nazaret)
La religión es el opio del pueblo, porque nosotros hemos hecho de ella "el opio del pueblo", es necesario asumir la mente de Cristo, en el sentido de despojarse de la dignidad en que estamos investidos y hacer lo que no hizo el joven rico, por aferrarse a la seguridad de la vida es que se termina siendo parte de ella, y los demas ven en nuestro evangelio "un discursillo" para mantener "inmoviles a las masas" no busco la rebelion de las masas, por favor!, solo el hecho de despojarse de nuestro sitios de seguridad asi, un poco como Cristo, asi un poco como Maria, que pudiendo pasearse como reina, andaba siempre humilde detras de su hijo, el llamado es a los ricos, Cristo le habla los que tienen, a que ellos den testimonio, fijate en la historia de la Iglesia, San Alfonso, Francisco, Ignacio de Loyola, Teresa de Avila, son ellos mediante su abandono que dan testimonio al mundo, venciendolo, abandonando su posición de seguridad, si hubieran mas Catolicos asi, (y me incluyo dentro de los malos), menos personas pensarian que nuestra religion "es el opio del pueblo" perdona lo que escribo solo son desvarios de alguien que de verdad le inquieta esta frase y busca respuesta, para vencer al mundo como Cristo vencio al mundo, Dios te bendiga
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