“Su madre conservaba cuidadosamente todas estas cosas en su corazón” (Lc 2,51). Cuánto sabe del Hijo y del Padre el corazón de la Virgen Madre. No ha habido dos corazones más cercanos y unidos que el María y el de su Hijo. Dos amores traspasados por la misma espada de dolor, tan mutuamente correspondidos, que en ellos pudo realizarse con todo detalle y a la perfección el plan salvífico de Dios. Si el de María se hizo nada y vacío infinito, fue para acoger en sí el todo y la plenitud inconmensurable del amor de Dios. Corazón humano de Cristo, que creció al calor del amor de la Virgen Madre, para aprender de Ella a dar su amor divino a los hombres. No hay mejor camino para conocer este corazón de Hijo que entrar en los sentimientos y en la intimidad del corazón de María.
Tengo que aprender a conservar y ponderar cuidadosamente estos dos amores en el corazón, para que también en mi vida se cumplan todos los detalles del plan de Dios sobre mí. He de aprender a latir al par de estos dos sagrados corazones, en los que están encerrados todos los tesoros de la intimidad con Dios. Son una escuela de Dios. Fluye por ellos el amor del Espíritu Santo, uniéndolos en una misma intimidad con el Padre. En ellos he de vivir, aprendiendo a poner amor a Dios en todo aquello que hago. Corazón de Cristo, tan unido al de María, que no saben amar por separado ni se entienden divididos. Si el amor a Dios se manifiesta en el servicio a los hermanos, el amor de la Virgen Madre hacia su Hijo fue su vida entera, entregada al servicio de ese Dios, que se hizo carne de sus entrañas. De estos sagrados corazones he de aprender la íntima comunión de quien sólo sabe vivir para Dios.
Mater Dei
Archidiócesis de Madrid
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