El viernes santo es, propiamente, el primer día en que comienza a celebrarse el misterio pascual de Cristo. Destaca la ausencia de una liturgia eucarística, porque todo el Triduo Pascual forma una unidad cuya única Eucaristía es la que se celebrará en la noche de Pascua, durante la Vigilia Pascual. Dado que la obra del Espíritu se realiza y celebra íntimamente asociada a la obra de Cristo, a la mayor humillación de la Cruz se corresponde también la mayor presencia silenciosa y escondida del Espíritu, que la liturgia expresa a través del silencio.
Silencio ha de ser también el clima del alma que acompaña, junto a María al pie de la Cruz, las lágrimas y los dolores de esta Madre entrañable. Besa esos pies traspasados de Cristo que se posaron tantas veces sobre la tierra salida de sus manos. Contempla los ojos cerrados de Aquel cuya mirada enamora las almas. Escucha el silencio mudo de esos labios que tanto hablaron a los hombres de las cosas del Reino. Acércate a ese corazón parado y quieto que tanto amor al Padre y a los hombres custodia dentro. Toca esa llaga del costado de la que brota a borbotones tanta gracia del Espíritu. Abraza, como María en su seno, ese cuerpo entregado que yace tantas veces en el regazo del altar haciéndose alimento de tu vida. Has de contemplar mucho la Cruz y encontrar en ella el centro de tu vida, si quieres entrar en lo más íntimo del misterio de Dios.
Mater Dei
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