LA PRESENCIA DE DIOS EN MEDIO DE LA HISTORIA DEL HOMBRE.



A lo largo de la historia, Dios ha hablado a los hombres de muchas maneras, hoy nos ha hablado por medio de Jesucristo. Él se hace hoy presente en medio de su Iglesia, la Iglesia que él ha querido fundar. Cristo, única promesa de felicidad, se hace presente en la realidad de cada día, en cada hombre y en cada acontecimiento.

Por ello, este blog lo que pretende es reconocer a través de los hechos en la Iglesia, la presencia de Dios en medio de su Pueblo.

lunes, 30 de julio de 2012

Nuestros encuentros con Dios

Es cierto que hemos de buscar a Dios en los afanes más cotidianos. No podemos olvidar, sin embargo, que, en primer lugar, es el mismo Dios el que sale a nuestro encuentro. Por tanto, no se trata de buscar a Dios a tientas, sino que Él mismo se hace permanentemente el encontradizo con nosotros, para que podamos acceder a su intimidad de una manera personalísima.
De un modo especial ese encuentro se produce a través de Cristo, Dios hecho hombre. A través de Él, Dios da al hombre una respuesta de fe, algo de nuestra propia condición humana para que sea creíble y patente. ¿No es la Eucaristía, por ejemplo, una “encarnación” diaria, tangible y palpable, que se perpetúa a lo largo de los siglos? En la comunión con Cristo, Dios nos eleva a la dignidad de hijos suyos. Por eso, san Juan será tan explícito a la hora de hablar de ese encuentro con el Hijo de Dios: “Lo que hemos visto y oído, tocado con nuestras manos, os lo comunicamos para que tengáis comunión con el Padre, para que vuestro gozo esté completo, no sólo para llamarnos hijos de Dios sino que lo seamos”.
Tú y yo también hemos conocido y creído en el amor que Dios nos tiene. ¿No recuerdas, acaso, cuántos signos de amor ha puesto Dios en tu vida? ¿Has olvidado cada uno de esos encuentros con Dios, en los que te hacía participar de su vida divina? Sí, también en esos momentos en los que creías verte inmerso en la oscuridad, en la duda, o en el sufrimiento. Dios, entonces, estaba aún más cerca de ti, porque contemplaba en ti a su mismo Hijo clamando desde la Cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Te aseguro que nunca, hasta entonces, el ser humano quedó abrazado tan estrechamente por la infinita ternura de Dios.
Por tanto, tus contradicciones diarias no son paradojas de la vida. Son ocasiones para recuperar, en esa debilidad que percibes, día tras día, el encuentro de un Dios que te abraza constantemente. Sólo así su fuerza, no la tuya, alimentará tu corazón.

Mater Dei
Archidiócesis de Madrid

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