Lo nuevo no se opone a lo antiguo sino a lo viejo. Lo viejo es lo que se deteriora y pierde valor con el tiempo; lo antiguo, en cambio, con el tiempo se va haciendo más valioso. Pero, el tiempo de las cosas es implacable y no perdona el deterioro de lo antiguo y de lo viejo. En el tiempo salvífico de Dios, la redención de Cristo lo viejo pasa y se hace nuevo todo lo antiguo. Es el tiempo de la nueva creación, de la nueva alianza, del mandamiento nuevo, de la nueva Jerusalén, de los nuevos cielos y la nueva tierra.
La maternidad es expresión de una continua novedad, pues en ella se comunica la vida con un rostro de hijo siempre nuevo y diferente. No hay dos rostros iguales, aun habiendo nacido ambos del mismo seno materno. La maternidad de María es nueva, no porque engendre muchos hijos sino porque engendra a Cristo, en quien se hace carne la eterna novedad de Dios. En Él se nos ha dado , una forma absolutamente nueva y para siempre, toda la vida del Padre. Una nueva y definitiva maternidad define a esta Mujer, en quien la novedad de una vida nueva que nace es también absoluta y definitiva. En su seno materno se esconde todo el tiempo salvífico de Dios, ése que hace nuevas y definitivas todas las cosas antiguas. La antigua maternidad de Eva, llamada a albergar en su seno muchos hijos, terminó engendrando vida envejecida y deteriorada por el tiempo del pecado. Era necesaria una nueva maternidad, expresión de una nueva feminidad, que engendrase aquella gracia y gloria que perdimos por el pecado. Cuida que de tu alma no nazcan obras muertas por el pecado, aunque tengan la apariencia de obras buenas. Sólo la gracia te renueva y te introduce en la eterna novedad del tiempo de Dios, en el que todo habla de resurrección y de vida nueva.
Mater Dei
Archidiócesis de Madrid
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