En este sagrado Corazón, Dios se nos da por entero, pero el mundo sigue sin conocerlo. Aquella lanza que traspasó el costado crucificado de Cristo expresa bien el deseo del alma que quiere entrar, como ella, en ese adorable Corazón. Entreguémosle hoy el nuestro, para que lo llene sólo ese amor de Dios, que quiere inhabitar en nosotros, y ser así nuestra única delicia y descanso. En ese Sagrado Corazón está representada toda la humanidad que el Verbo asumió en el seno de María. Todo lo humano se salvó en aquellas entrañas virginales, que dieron a Dios todo lo que Él había creado como obra suya. Corazón que late al unísono con el mío, en cada uno de los momentos de mi existencia, aunque yo viva disperso y desparramado en tantos caprichos del alma.
Corazón sagrado, Corazón de Jesús, el único capaz de saciar plenamente todos mis deseos, sólo en Ti soy feliz. Cuánto amor esperas incansable, cada segundo, a la puerta de mi vida. Cuántas correspondencias rehusadas, por la cómoda mediocridad de mi poco esfuerzo. Cuántas omisiones, cuántas ocasiones de unirte a Ti, que dejo perder, por la cómoda compensación de un momento de egoísmo. Nada sabe el alma de verdaderos amores, si no conoce las profundidades insondables de esta intimidad divina, que se me da plenamente en toda la pobreza de mi ser. Qué inmensidad tan inabarcable tiene ese Corazón, en el que todo y todos son acogidos. El mundo no sabe de este Dios, porque vive enfangado en los dramas de su propio corazón, buscando en él lo que sólo Dios tiene. Una vez más, Señor, hoy quiero ofrecértelo todo, para que seas Tú, y no yo, el amor que reine en todo mi ser. Escóndeme, Señor, en ese Sagrado Corazón y sea yo traspasado por la lanza de tu amor.
Mater Dei
Archidiócesis de Madrid
Amen.
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