LA PRESENCIA DE DIOS EN MEDIO DE LA HISTORIA DEL HOMBRE.



A lo largo de la historia, Dios ha hablado a los hombres de muchas maneras, hoy nos ha hablado por medio de Jesucristo. Él se hace hoy presente en medio de su Iglesia, la Iglesia que él ha querido fundar. Cristo, única promesa de felicidad, se hace presente en la realidad de cada día, en cada hombre y en cada acontecimiento.

Por ello, este blog lo que pretende es reconocer a través de los hechos en la Iglesia, la presencia de Dios en medio de su Pueblo.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Corazón crucificado de Cristo, ruega por nosotros

Sólo en la Cruz contemplamos el amor verdadero en extremo. Allí se unen, en un solo corazón, el mayor amor y el mayor dolor. ¡Cómo sostuvo María aquel corazón de Cristo en la Cruz! En aquel regazo de Madre encontraba el Señor su descanso y consuelo. Ella sostuvo, al pie de la Cruz, la redención del hombre, con la misma entereza de Madre con que sostuvo en sus manos la carne infante del Hijo crucificado. Y el Espíritu Santo, misteriosamente oculto para el Hijo sufriente, sostenía aquellos brazos clavados como sostuvo a los inicios la obra creadora del Padre.

Mientras me empeñe en huir de una redención crucificada, y busque continuamente una entrega tibia y acomodada, no gustaré de esa paz y gozo inefables, que sólo llega a saborear quien se deja conducir por caminos de mucha cruz. La Cruz nos repele y, sin embargo, es donde más intimamente tocamos a Dios. No quieras atemperar tu cristianismo con la comodidad mediocre e instalada de quien busca otros caminos de salvación sin cruz, sin renuncia y sin dolor. No pases indiferente ante la cruz de tantos hermanos tuyos, que llevan a cuestas el fardo pesado de un sufrimiento sin sentido. El mundo nunca dejará de escandalizarse ante este Dios clavado y destrozado por tanto amor y tanto pecado. Pero yo no soy del mundo. Corazón crucificado de Cristo, clavado y destrozado por haberte enamorado de la carne pecadora del hombre. Que no tenga miedo de subirme a la cruz con Él. Que no tenga reparo en besar cada una de sus heridas. Que no me canse de contemplar esa Cruz que tanta salvación me trajo. Esa sangre y ese cuerpo, ese Corazón traspadado, esas lágrimas de Madre, han de ser, para mí, mi vida, mi amor, mi descanso y todo mi consuelo.
Mater Dei
Archidiócesis de Madrid

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