Celebrar la fiesta de la Santa Cruz es celebrar nuestra salvación y redención. Es recordar lo que hizo Jesucristo por amor a todos los hombres. Después de ser juzgado en el Sanedrín, Jesucristo, aceptando la voluntad del Padre, fue camino del monte llamado “calvario” a morir en una cruz por la salvación de toda la humanidad. Cristo entregó su vida por todos los hombres de buena voluntad y por aquellos que le niegan y le persiguen cada día. El amor de Dios es tan grande que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Tanto amó Dios al mundo, que envió a su hijo único para que este se salve por medio de él.
En esta cruz santa y gloriosa, Cristo nuestro Señor pagó un rescate, un caro rescate que no consiste en pagar unas cuantas monedas de oro o plata sino pagó su propia vida, su propia sangre. Nosotros estábamos esclavizados por nuestros pecados, por los pecados que tanto nos hacen sufrir y que nos lleva a la desesperanza. Este pecado ya no tiene fuerza en nosotros, hemos sido liberados de esta esclavitud gracias a la sangre de Cristo derramada en la cruz, gracias a la sangre que brotó de su costado abierto.
Cuando uno es esclavo del mal acaba siendo dominando, acaba siendo dependiente del pecado y esto es causa de sufrimiento para todos. Pero Cristo ha venido a vencer esta esclavitud. Con su sangre derramada por todos los hombres a vencido el pecado del mundo. El pecado ya no tiene poder en nuestra vida porque ha sido vencido por la muerte de Cristo. Este es el precio que Cristo a entregado por ti y por mi. Y yo me hago una pregunta ¿Cómo podría pagar todo este bien que me ha hecho?
Cristo, para eliminar este pecado de nuestras vidas, ha entregado a la Iglesia el sacramento de la Confesión. Allí entregamos nuestra miseria y recibimos la misericordia. La confesión es el amor de Dios derramado en nuestros corazones. No podemos dejar que el pecado domine nuestra vida. El pecado ha sido vencido y podemos los cristianos siempre empezar de nuevo en nuestra relación con Dios.
La cruz es el signo de amor de Dios para con nosotros. Dice S. Andrés de Creta “Si Cristo no hubiese sido clavado, no hubiese manado de su costado la sangre y el agua que purifican al mundo. No hubiéramos sido declarados libres después de la deuda contraída por nuestros pecados. Sin la cruz, no hubiera sido derrotada la muerte, ni despojado el lugar de los muertos”.
Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos porque con tu cruz has redimido al mundo.
Nosotros también participamos de la muerte de Cristo. Cuando nos bautizaron fuimos sumergidos en la muerte y resurrección de Cristo. Como discípulos del único maestro, los cristianos participamos también de la cruz de Cristo, nos asemejamos al sufrimiento de Cristo en la cruz. Es la respuesta al sufrimiento de Cristo en la Cruz. Tu Señor que has sufrido por mí en la cruz quiero responderte y pagarte tanto amor cargando con mi sufrimiento de cada día. Los cristianos estamos llamados a cargar con la cruz de cada día aunque nos cueste. Si quieres seguirme, dice el Señor, niégate a ti mismo, carga con la cruz de cada día y sígueme. La cruz significa para nosotros gracia, fortaleza, don de Dios, pero también significa sufrimiento.
Cuando cargamos con la cruz nos estamos identificando con Cristo que sufrió la cruz voluntariamente. También debíamos vivirla nosotros no como el momento oportuno para separarnos de él sino el momento propicio para unirnos más a él. Nosotros respondemos al amor de Dios a través de la cruz de cada día. Cada día podemos ofrecer nuestra cruz por la salvación de todos los hombres. Nosotros somos corredentores con Cristo. Ayudamos a Cristo a salvar al mundo, podemos ofrecer nuestros sufrimientos por la salvación de todos los miembros de la Iglesia. Por eso Cristo nos pide ayuda para participar en la redención del mundo. Una de las maneras de colaborar es aceptando la cruz de cada día por amor a Dios y ofrecerla a Dios por los hombres, por el mundo entero.
Por eso tenemos que aceptar cada día la cruz, no tener miedo de ella, ella es salvación aunque sea o nos parezca dolorosa.
Pidamos al Señor que nos conceda amar y abrazar la cruz de cada día, que podamos entender que la cruz es salvación para nuestras vidas. María es la que nos tiene que enseñar el significado de la cruz en la vida, ella lo vivió en primera persona. María enséñanos a carga con la cruz de cada día.
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