Estar a solas con el Señor, tener un rato de oración con Él, es una verdadera necesidad. Lo necesitas. Nos encontramos en tiempos difíciles, de deslealtad, de traición, de necedad y de infidelidad. Por eso, a la vuelta de los años, y de tantas cosas que hemos visto y vivido, deberíamos estar cansados de ver vulgaridades que ya es imposible que nos llamen la atención.
Hemos de pensar que, a pesar de tanta necedad, estamos en días en que ocurren cosas admirables, y hay cosas muy de Dios que deberían de comprometer nuestra vida. Y eso, sólo en la oración seremos capaces de calibrarlo. Hemos de sentir esa percepción de Dios, ver la verdad que supone estar con Él, que es la única verdad que vale la pena.
Hemos de recordarnos que hay cosas que importan muy poco, muchas cosas de la vida que no importan nada. La única que vale la pena: encontrar a Cristo y amarlo con todo el corazón. Descubrirlo en ese trato personal que supone la oración, es decir, hablar, hablar, y hablar con Él. Lo que importa es amar a Jesús, y nada más, pues todo lo que haya de venir después se nos dará por añadidura… Meternos en Dios, hacer oración, es dar respuesta a cada una de nuestras expectativas por muy humanas que sean. El Señor siempre las transformará en obra suya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario