LA PRESENCIA DE DIOS EN MEDIO DE LA HISTORIA DEL HOMBRE.



A lo largo de la historia, Dios ha hablado a los hombres de muchas maneras, hoy nos ha hablado por medio de Jesucristo. Él se hace hoy presente en medio de su Iglesia, la Iglesia que él ha querido fundar. Cristo, única promesa de felicidad, se hace presente en la realidad de cada día, en cada hombre y en cada acontecimiento.

Por ello, este blog lo que pretende es reconocer a través de los hechos en la Iglesia, la presencia de Dios en medio de su Pueblo.

martes, 28 de junio de 2011

Tú, que complaciste al Padre por tu virginidad, ruega por nosotros

María entregó su vida enteramente a Dios. La procreación (“creced y multiplicaos”) era la manera con la que Israel reconocía su identidad como pueblo elegido por Dios. Sin embargo, ya a lo largo del Antiguo Testamento descubrimos personajes, llamados por Dios, que vivieron su consagración de manera célibe. Sacados de su propio ambiente, son devueltos al mundo para mostrar con su entrega que es posible una fecundidad en el espíritu. No se trataba de un desprecio a la carne, sino de otra manera de vivir, para manifestar al mundo el rostro invisible de Dios que, más que sacrificios y holocaustos, demandaba la entrega de un corazón libre y sin condicionamientos.

En la Virgen María su vocación nos revela una nueva paradoja. Desde el espíritu, Dios es capaz de generar la carne definitiva para nuestra salvación: su propio Hijo, segunda persona de la Santísima Trinidad. Pero para ello, Dios requería de la docilidad de una virgen, capaz de asumir, en su espíritu y en su carne, el querer del Padre. María, con su “sí”, no sólo hizo honor a su Inmaculada Concepción, sino que se transformó en la única criatura de complacer el amor infinito de Dios en su alma. Ella se vació de sí misma para ser la “Llena de gracia” y, de esta manera, ser Madre del Verbo encarnado.

¡Nos cuesta tanto dar nuestro tiempo o nuestras ganas a los demás!... Aprendamos de la virginidad de María a vivir con rectitud de intención, con pureza de corazón, ese olvido de nosotros para ganar almas para Dios.
Mater Dei
Archidiócesis de Madrid

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