LA PRESENCIA DE DIOS EN MEDIO DE LA HISTORIA DEL HOMBRE.



A lo largo de la historia, Dios ha hablado a los hombres de muchas maneras, hoy nos ha hablado por medio de Jesucristo. Él se hace hoy presente en medio de su Iglesia, la Iglesia que él ha querido fundar. Cristo, única promesa de felicidad, se hace presente en la realidad de cada día, en cada hombre y en cada acontecimiento.

Por ello, este blog lo que pretende es reconocer a través de los hechos en la Iglesia, la presencia de Dios en medio de su Pueblo.

sábado, 11 de febrero de 2012

Arando y mirando hacia atrás


El Señor lo dijo muy claro en el Evangelio: “Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios” (Lc 9,62). Tú y yo podemos ser de los discípulos que, un día, se determinaron a poner su mano en el arado, para trabajar por el Evangelio y roturar los campos de la Iglesia. Pero, sin retirar quizá la mano del arado, somos también de los que no dejan de mirar hacia atrás, añorando lo que hemos dejado, incómodos con renuncias que no terminamos de asumir, o ambicionando que llegue sin esfuerzo el tiempo de los frutos. No retiramos nuestra mano del arado, y con eso creemos que somos ya de los discípulos que siguen al Señor. Pero, muchas veces nuestro arado no se hunde en la tierra, no hace surco, no deja huella, porque medimos demasiado nuestra entrega con esa falsa prudencia humana que tanta mediocridad encierra, la adornamos con multitud de excusas buenas y necesarias, o la diluimos en los eternos buenos propósitos que nunca llegan a concretarse. Quizá tenemos puesta la mano del arado, pero nuestro corazón sigue ocupado en nuestras cosas, planes e intereses personales. No retiramos la mano del arado, pero trabajamos sólo por conseguir ese poco de gloria humana, de reconocimiento ajeno, de buena consideración, que tanto nos distingue y ensalza frente a aquellos que trabajan con nosotros en nuestro mismo campo apostólico.
        
    Tú, cuando pongas tu mano en el arado del Evangelio, cuando trabajes en los surcos de la Iglesia, no busques tu propia gloria sino la de Dios, no ambiciones tu propia fama y poder sino sólo a Dios. Porque muchos discípulos hay que trabajan en la Iglesia y en nombre de Dios, pero no para la Iglesia ni por Dios, sino para sí mismos y buscando sólo su propio interés. Cuida tu arado, no sea que roturando la tierra de tu propia gloria y egoísmo, termines enterrado en el polvo de tu propia miseria y ambición. 

Mater Dei
Archidiócesis de Madrid

No hay comentarios:

Publicar un comentario