LA PRESENCIA DE DIOS EN MEDIO DE LA HISTORIA DEL HOMBRE.



A lo largo de la historia, Dios ha hablado a los hombres de muchas maneras, hoy nos ha hablado por medio de Jesucristo. Él se hace hoy presente en medio de su Iglesia, la Iglesia que él ha querido fundar. Cristo, única promesa de felicidad, se hace presente en la realidad de cada día, en cada hombre y en cada acontecimiento.

Por ello, este blog lo que pretende es reconocer a través de los hechos en la Iglesia, la presencia de Dios en medio de su Pueblo.

sábado, 3 de marzo de 2012

Dos reales en el templo


Debía ser una distracción común en Jerusalén sentarse frente al arca del Templo, en medio del bullicio del lugar, para observar el trajín de gentes que se acercaban a echar dinero. Allí se sentó Jesús, como uno más, observando el menudear de aquellos ricos y fariseos que tanto gustaban de pasearse entre la gente luciendo sus amplios ropajes y disfrutando de la admiración y las reverencias de todos. Sus largos rezos iban acompañados de la ofrenda de grandes fortunas, que después iban corriendo de boca en boca entre los comentarios curiosos de la gente.

Los ojos de Cristo, que sabían escrutar en verdad el corazón de todas aquellas ofrendas, sólo se fijó en las dos moneditas de una viuda pobre. Aquella mujer, acostumbrada a darlo todo, a darse por entero, se entregó a Dios en aquellas dos únicas monedas que le quedaban. El corazón de Cristo, también acostumbrado a darlo todo, a darse totalmente, se estremeció embelesado ante aquella mujer, por su forma tan sencilla de dar lo más grande. Su ofrenda estaba ya anunciando el don supremo y total que Cristo estaba a punto de cumplir en la Cruz.

Nuestros ojos superficiales, acostumbrados al gusto aparente de lo grandioso y llamativo, se deslumbran y ciegan cuando contemplan las grandezas humanas, sus honores y reconocimientos. Sólo los ojos de la fe, esos que ven las cosas con la mirada misma de Dios, son capaces de atisbar la hondura y profundidad del don pequeño y cotidiano. No te conformes con dar dos monedas si puedes darlo todo. Tampoco te fijes en lo que das, sino en cómo lo das. No necesita Dios tus monedas, tus obras, tus méritos, tus triunfos, tus títulos, tu fama, tus habilidades y cualidades. Quiere, en cambio, que te des para que Él pueda entrar en ti y hacer de tu vida un verdadero Templo.  
Mater Dei
Archidiócesis de Madrid

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