LA PRESENCIA DE DIOS EN MEDIO DE LA HISTORIA DEL HOMBRE.



A lo largo de la historia, Dios ha hablado a los hombres de muchas maneras, hoy nos ha hablado por medio de Jesucristo. Él se hace hoy presente en medio de su Iglesia, la Iglesia que él ha querido fundar. Cristo, única promesa de felicidad, se hace presente en la realidad de cada día, en cada hombre y en cada acontecimiento.

Por ello, este blog lo que pretende es reconocer a través de los hechos en la Iglesia, la presencia de Dios en medio de su Pueblo.

viernes, 3 de agosto de 2012

¿Dónde buscamos nuestro consuelo?

Qué difícil resulta, a veces, consolar a alguien que está pasando una circunstancia dura y difícil. Las palabras, los afectos, la compañía, todo parece que se queda corto ante la impotencia de no poder aliviar un poco el dolor ajeno. Qué humanos y qué pobres son nuestros consuelos, cuando no van cargados de Dios. Nos sirven, quizá, para quedar bien ante el que sufre, para cumplir el precepto social de ser educados, pero no dejan en el alma del otro esa huella de Dios que tanto dulcifica los dolores.
¿Dónde crees que encontró el Señor su consuelo aquí en la tierra? En el corazón de su Padre, a quien buscaba continuamente en la soledad de sus noches de oración. En el regazo de su Madre, en el que tantas veces, de Niño, aprendió a descansar. En las manos de su padre José, de las que aprendió a confiar y a fiarse de la providencia divina. En la intimidad de aquellos rudos apóstoles, en cuya debilidad y miseria volcaba el Señor tantos tesoros de su alma.

Nos empeñamos en mendigar el consuelo de las criaturas, aun sabiendo de su fugacidad e inconstancia. Nos agarramos a ese poco de aparente satisfacción y felicidad que nos ofrecen nuestras compensaciones y seguridades humanas. Porque nuestro corazón, tan acostumbrado a lo sensible e inmediato, no es capaz de paladear ese alivio y consuelo de Dios que sólo se gusta en la intimidad del sufrimiento. Allí donde más duele el alma, allí donde el sufrimiento y el dolor penetran dentro con más hondura, allí es donde más de cerca podrás hablar y tocar a tu Dios. Ese corazón de Cristo, sabedor de tantas agonías y soledades, que se abraza a tu cruz de cada día, ha de ser tu mayor y verdadero consuelo.

Mater Dei
Archidiócesis de Madrid

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