Los discípulos del Señor se sienten impotentes a la hora de curar un sordomudo. Jesús se queja de ellos a causa de su poca fe, a la vez que muestra su disgusto por tener que aguantarles en su cortedad de miras. Después de realizar el milagro, los discípulos le interrogan por el fracaso que han experimentado. Jesús, una vez más, les asegura que con la fe del tamaño de un grano de mostaza serían capaces de trasladar un monte de lugar.
Nos puede parecer una desproporción, pero montañas, es decir, obstáculos para el crecimiento de nuestra vida interior, los encontramos, y muchos, a lo largo de nuestros días, y en muchas circunstancias, personales y ajenas. Es bueno recordarnos constantemente que la fe no es otra cosa sino fiarnos de Cristo. Creer en su palabra es hacer añicos todo lo que suponga un obstáculo para cumplir su voluntad. Qué bueno es recordarnos que somos nosotros, nuestro egoísmo y nuestro capricho, los únicos capaces de contradecir el plan de Dios. ¿Mover montañas? Por supuesto, y en primer lugar la piedra de ese corazón que se resiste, en tantas ocasiones, a la gracia de Dios. Ya ves que esa falta de fe de la que "presumes", no es otra cosa sino tu falta de confianza en Él. ¡Nunca más tengas miedo!
Gracias por esta entrada que ilumina mis lagunas de oscuridad.
ResponderEliminarUn abrazo Isaac.