La curiosidad sirve para muy poco, y es más lo malo que acarrea que lo bueno. Cuanto más vacía de amor de Dios tengas el alma más fuerte será la inclinación a llenarla de cosas innecesarias e inútiles, de distracciones, que te hacen creer que estás lleno de algo cuando, en realidad, estás sólo satisfecho de mucho ruido espiritual. El curioseo inútil y vano es puerta que abre la casa desbordante de la imaginación, esa caja de Pandora de la que salen todo tipo de vientos de dimes y diretes. Y así, sin que te des cuenta, se te va llenando la cabeza, y sobre todo el corazón, de chismes, fantasías, sospechas e imaginaciones que convierten tu espíritu en un cuarto trastero. Es muestra de fina elegancia espiritual no ceder al afán de la curiosidad ni entretenerte en los devaneos y chismorreos insípidos que van y vienen en boca de muchos. Qué más te da lo que piensen de ti, lo que se comente o se deje de comentar, lo que le pasó el otro día a no sé quién, lo que está planeando hacer el de más allá, qué se dijo de ti en aquella reunión en la que no estabas, por qué se hizo eso así y no de otra manera... ¿Te ayuda todo eso a amar más a Dios? ¿o simplemente te sirve para alimentar ese cierto morbo del cotilleo que anima tantas conversaciones superficiales y criticonas? ¿Te imaginas a Nuestro Señor curioseando con sus discípulos sobre lo que se comentaba de él entre los fariseos o entre las autoridades romanas? ¿Te imaginas a Nuestra Madre hurgando en los cotilleos y chismes de las vecinas de Nazaret? Sé dueño de lo que entra y sale por las ventanas de tu espíritu, no sea que, sin darte cuenta, se te meta el ladrón a dormir dentro de tu propia casa.
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LA PRESENCIA DE DIOS EN MEDIO DE LA HISTORIA DEL HOMBRE.
Por ello, este blog lo que pretende es reconocer a través de los hechos en la Iglesia, la presencia de Dios en medio de su Pueblo.
sábado, 25 de agosto de 2012
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