11.07.2019
PADRE PIERINO: Tu fe debe estar lista para permanecer firme en la tempestad y sonriente en la calma.
La tua fede deve essere pronta a rimanere salda nella tempesta e sorridente nella bonaccia.
PADRE PÍO:
Tengamos el pensamiento orientado continuamente hacia el cielo, nuestra verdadera patria, del que la tierra no es más que imagen, conservando la serenidad y la calma en todos los sucesos, sean alegres o tristes, como corresponde a un cristiano, y más a un alma formada con especial cuidado en la escuela del dolor.
En todo esto te estimulen siempre los motivos que da la fe y los ánimos de la esperanza cristiana; y, comportándote así, el Padre del cielo endulzará la amargura de la prueba con el bálsamo de su bondad y de su misericordia. Y es a esta bondad y misericordia del Padre celestial a la que el piadoso y benéfico ángel de la fe nos invita y nos urge a recurrir con una oración insistente y humilde, teniendo la firme esperanza de ser escuchados, porque confiamos en la promesa que nos hace el Maestro divino: «Pedid y recibiréis; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá… Porque todo lo que pidáis al Padre en mi nombre se os dará».
Sí, oremos y oremos siempre en la serenidad de nuestra fe, en la tranquilidad del alma, porque la oración cordial y fervorosa penetra los cielos y encierra en sí una garantía divina.
(24 de junio de 1915, a Raffaelina Cerase – Ep. II, p. 452)
12.07.2019
PADRE PIERINO: La sonrisa artificial hace mal a quien la hace y a quien la recibe, porque es hipócrita.
Il sorriso artificiale fa male a chi lo fa e a chi lo vede, perché è ipocrita.
PADRE PÍO:
Sé que os entristecéis porque no lográis corregir vuestras imperfecciones; pero, mantened el ánimo, mis queridos hijos, y recordad lo que sobre este punto os he dicho tantas veces: que os tenéis que entregar con la misma intensidad a la práctica de la fidelidad a Dios y a la práctica de la humildad. La fidelidad, para renovar vuestros propósitos de servir a Dios con la misma frecuencia con que los quebrantáis, y para que, teniéndolos presentes, no los quebrantéis en adelante. La humildad, cuando os suceda que habéis transgredido vuestros propósitos, para reconocer vuestra miseria y abyección.
Cuidad con gran esmero vuestros corazones para purificarlos de acuerdo al número y a las inspiraciones que vais recibiendo. Levantad con frecuencia vuestras almas a Dios; leed buenos libros siempre que os sea posible, pero con mucha devoción; sed asiduos a la oración, a la meditación, y al examen de conciencia varias veces al día.
(Sin fecha, a los novicios – Ep. IV, p. 383)
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